¡Que paguen los capitalistas las consecuencias de la epidemia, no los trabajadores!

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El agente (Covid-19) y el momento (diciembre de 2019) de la epidemia actual no podían preverse, pero el fenómeno como tal era tan inevitable como las crisis del capitalismo. Numerosos trabajos científicos documentados sobre los virus emergentes y los riesgos de una pandemia han tratado de advertirlo desde hace años. En vano.

Aunque le moleste a Trump, el nuevo coronavirus no es chino. Nació de la naturaleza, lo que ilustra la dialéctica materialista (Karl Marx, 1845) y las leyes de la evolución biológica (Charles Darwin, 1859). Ha contaminado la raza humana debido a las relaciones mundiales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y la búsqueda de beneficio. El hecho cierto es que el capitalismo en declive está deteriorando el medio ambiente y cambiando las relaciones con las especies domésticas y la fauna salvajes en una escala sin precedentes. Esto facilita las mutaciones de cepas de bacterias resistentes a los antibióticos y la aparición de nuevos virus que atacan a los humanos como la Covid-19, el ébola, la SARS-Cov, la hepatitis E, la Nipah … (ver David Quammen, Spillover, Animal Infections and the Next Human Pandemic, 2012; Rob Wallace, Big Farms Make Big Flu, 2016 …).

En marzo, la epidemia de coronavirus ha precipitado una nueva crisis capitalista mundial que ha puesto fin a una fase de acumulación de capital (2009-2020). La recesión estaba ya anunciada por la desaceleración del crecimiento global y la caída del comercio internacional a finales de 2019. Ha comenzado como una crisis financiera, continuado con una caída en el precio del petróleo y luego con el desplome de la producción industrial y los servicios de productivos de mercancías. La crisis económica habría ocurrido inevitablemente en 2020, pero ha sido agravada por la pandemia. El PIB mundial está hundiéndose.

La clase dominante es incapaz de preparar a la sociedad para las catástrofes climáticas y sanitarias.
Cuando su Estado se ve obligado a lidiar con ellas, resulta ser muy incompetente y continúa actuando en detrimento de la mayoría de la población.

En un polo del sistema imperialista mundial, los países dominados tienen pocos sistemas de salud pública. Solo la burguesía y los estratos superiores de la pequeña burguesía tienen acceso a una atención de calidad. Pero, en el otro polo, los países imperialistas (Estados Unidos, China, Italia, España, Francia, Gran Bretaña, Rusia etc.) no habían preparado reservas de mascarillas y respiradores, a excepción de Corea, que había sufrido particularmente las epidemias de SARS en 2003 y de MERS en 2015. En las décadas anteriores, ya sea por la reaccionaria contraofensiva de la burguesía de los países avanzados contra las conquistas sociales, o por la restauración del capitalismo (China, Rusia …), los sistemas de salud pública han sido deliberadamente estrangulados y debilitados. Los gobiernos, no solo Johnson, Trump o Bolsonaro, ni siquiera han aprovechado la brecha entre el inicio de la pandemia en China y el contagio a su propia población para prepararse para el shock sanitario, organizar stocks de equipamientos y reorientar la producción industrial para ese fin.

En consecuencia, las poblaciones han pagado con miles de muertes la imprevisión de los estados burgueses y la improvisación de los gobiernos. En ausencia de medios de tratamiento adecuado (respiradores), de detección (tests) y medios de prevención (geles hidroalcohólicos, ropa de protección, mascarillas), los estados han recurrido a la medida más restrictiva y autoritaria, la más perjudicial para la vida social, la más desigual entre las clases sociales: el confinamiento generalizado de la población en sus domicilios.

Por un lado, parte del proletariado se ha visto obligado a trabajar como excepción del confinamiento: trabajadores de la salud, del transporte, basureros, dependientes de los comercios de alimentos … a veces, especialmente al comienzo de la epidemia, sin ningún tipo de equipo. Por otro lado, la mayoría de los trabajadores del sector informal de los países dominados no pueden dejar de trabajar ni un día, a riesgo de morir de hambre. Entre los confinados, no hay igualdad. Algunos tienen viviendas saludables, espaciosas y conectadas; otros están hacinados sin comodidades, en promiscuidad e incluso en condiciones insalubres. En los campos de refugiados, barrios marginales, favelas, residencias de ancianos o cárceles, el distanciamiento social es casi imposible.

La combinación de la crisis del capitalismo y la pandemia ha provocado la bancarrota de millones de trabajadores independientes y el desempleo de millones de trabajadores asalariados. Mientras tanto, cada Estado (parlamento, gobierno, banco central) riega con dinero a sus grupos capitalistas para que sobrevivan a la crisis y compitan contra los otros durante la recuperación: 8 billones de dólares en todo el mundo según el FMI. a partir del 9 de abril, incluidos 3 billones de dólares en los Estados Unidos, 1,1 billones de euros en Alemania, el equivalente a 150 mil millones de dólares en China, el equivalente a 475 mil millones en Gran Bretaña, etc. Todo ello va acompañado de un resurgimiento del proteccionismo, incluso de pretensiones reaccionarias de autarquía (un viejo mito fascista, a veces presentado como una «transición ecológica»).

En los países más afectados por la epidemia de coronavirus, todo el mundo ha podido notar que los capitalistas son superfluos (propietarios de pymes, gerentes de grandes grupos, accionistas, etc.) y que son indispensables ciertos trabajadores independientes (por ejemplo, las personas dedicadas a la ayudas a domicilio de los ancianos) y sobre todo numerosos asalariados (personal sanitario, electricistas, trabajadores postales, conductores de transporte público, conductores de camiones, y en particular los menos considerados y peor pagados (basureros, cajeros de comercios o trabajadores de mantenimiento de hospitales, etc.). Como en toda catástrofe, una parte de la población muestra solidaridad y altruismo, ya sea entregándose con dedicación al trabajo indispensable o mediante la ayuda voluntaria a hospitales, vecinos, ancianos, etc. lo que déjà entrever cómo sería la futura sociedad comunista.

En contraste, la defensa por cada Estado de la propiedad privada de los medios de producción, y la rivalidad entre ellos, han obstaculizado la cooperación internacional, la coordinación y el reparto racional de las tareas, los equipos, los productos, la búsqueda de tratamientos y medios de prevención (tests, vacunas, etc.). Para cada Estado burgués, la crisis sanitaria y económica es una oportunidad para tratar de fortalecer el nacionalismo, restringir las libertades, cuestionar los derechos laborales, conferir más poderes a la policía y al ejército. Muchos dirigentes políticos se han atrevido a designar como responsables de la epidemia a la OMS, a otro país o los migrantes. Algunos han aprovechado la oportunidad para poner su parlamento en suspenso (Hungría). Más de un gobierno ha conseguido hacer olvidar sus políticas criminales: poner en peligro a los migrantes en las fronteras de Estados Unidos o de la Unión Europea, crímenes de guerra en Siria, progromos antimusulmes en India y Birmania, colonización de Cisjordania etc.

Sin embargo, la mayoría de las organizaciones de trabajadores, sindicatos y partidos, aceptan dividir a la clase trabajadora mundial y someterse a su propia burguesía, acomodándose en la unión nacional en torno al Estado burgués y al gobierno al servicio de los capitalistas.

La humanidad se enfrenta a los riesgos que plantea el mantenimiento del capitalismo, un modo de producción que ha acabado su papel progresivo. Si se mantiene el capitalismo, el Estado hará recaer el pago de la deuda pública sobre los productores, los capitalistas contratarán bajando los salarios y / o aumentando las horas de trabajo. Hay que impedir que la recuperación se haga, como en 2009- 010, a costa de los trabajadores.

Los principales problemas de la economía, del medio ambiente, de la salud pública, no son nacionales y no pueden resolverse dentro de los límites de un Estado. Para poner fin a las guerras y a las crisis económicas, para limitar las epidemias, hay que acabar con el capitalismo y colectivizar la economía. Esto requiere la construcción de una organización revolucionaria internacional de trabajadores y un partido revolucionario de trabajadores en cada Estado, la autoorganización de las masas, la lucha por que las organizaciones obreras de masas rompan con la burguesía que conduce a la humanidad a la barbarie.

  • ¡Gratuidad de todos los cuidados sanitarios! ¡Mascarillas y tests para todos, respiradores en cantidad suficiente!
  • ¡Confiscación sin indemnización de las clínicas privadas, grupos farmacéuticos, empresas que pueden producir mascarillas, ropa de protección, respiradores, tests, medicamentos antivirales …! ¡Control por los trabajadores de estas producciones! ¡Anulación de todas las patentes de equipos médicos y tratamientos !
  • ¡Satisfacción inmediata de las reivindicaciones del personal sanitario! Financiación de medidas urgentes de salud y de protección social mediante un impuesto muy progresivo sobre la renta y con el dinero de la cancelación de las subvenciones al capital, los gastos militares y las subvenciones a las religiones.
  • ¡Prohibición de todos los despidos, mantenimiento de todos los empleos! ¡Permiso financiado por el Estado para las personas que necesitan cuidar de sus hijos!
  • Prohibición de los desahucios de viviendas. Confiscación de hoteles y alojamientos desocupados (para enfermos leves, personas sin hogar, mujeres maltratadas, familias en viviendas hacinadas o en mal estado, etc.), Suspensión de alquileres de viviendas y pagos a bancos por créditos inmobiliarios o de consumo, garantía de alimentación suficiente, suministro de agua, energía y comunicación para toda la población.
  • ¡Legalización inmediata de todos los migrantes! ¡Fuera los cuerpos represivos y el ejército de las poblaciones! Autoorganización de los trabajadores y vecinos para el control del cumplimiento de las medidas necesarias para detener la pandemia.
  • ¡Coordinación de la producción de equipos médicos y distribución internacional al ritmo del progreso de la epidemia! ¡Colaboración internacional para la distribución de recursos y la búsqueda de vacunas, tratamientos antivirales, nuevos antibióticos!
  • ¡Control de los trabajadores sobre la actividad de los servicios y las empresas esenciales y sobre el cierre de los no esenciales! ¡Expropiación de los grupos capitalistas! ¡Fin de las intervenciones militares y cierre de las bases extranjeras! ¡Alto a la deforestación, destrucción de manglares o arrecifes de coral, limitación de la pesca industrial y ganadería intensivas!
  • ¡Gobierno obrero basado en los consejos obreros, la destrucción del Estado burgués y la disolución de los cuerpos represivos! ¡Plan de producción decidido por la población para satisfacer las necesidades sociales preservando el medio ambiente y el futuro de la humanidad!
  • Federación Socialista Mundial!

  • 1 de mayo de 2020

    COLECTIVO REVOLUCIÓN PERMANENTE – CoReP
    (Alemania, Austria, Estado Español, Francia, Turquía)

Fração Trotskista – Vanguarda Proletária (Brasil)