El 13 de diciembre de 2016, las fuerzas del régimen Baazista de Bashar al-Ásad, con la ayuda de las tropas del Hezbolá de Líbano, las milicias chiítas de Irán y el apoyo decisivo del imperialismo ruso pudieron tomar de nuevo la ciudad de Alepo. Nadie puede decir cuántas personas huyeron desde el inicio del ataque de esta ciudad que fue prospera en otro tiempo. Al este de la ciudad, vivían más o menos 250 000 personas cuando las tropas de Ásad entraron. Unos meses de sede se acabaron en un colapso de la salud, del abastecimiento, de las viviendas, de los equipos. Los ataques de los helicópteros del ejército sirio y de los aviones del ejército ruso, de la artillería, así como las exacciones de las milicias yihadistas mantuvieron una atmósfera de terror inimaginable.
Los regímenes islamistas de Turquía y del Golfo arabo pérsico, los imperialismos americanos y los de Europa Occidental sostuvieron claramente a los salafistes y a los yihadistas, dando armas y informaciones. Rebautizaron a los afiliados de Al-Qaida, que era el objetivo de la “guerra contra el terrorismo” después de septiembre de 2001, en garantía del establecimiento de la paz en la región.
A partir del final de 2006, el objetivo de la política exterior estadounidense era desestabilizar “al Gobierno sirio por todos los medios disponibles” (Wikileaks). Esto implicó fomentar conflictos fanáticos entre sunnitas y chiitas, fomentar toda hostilidad al régimen del Baas, organizar la asistencia de las “fuerzas de oposición” por las monarquías del Golfo y los Estados Unidos. Los mentores wahabitas de Arabia Saudí tuvieron las manos libres para financiar, armar y ejercitar toda clase de bandas islamistas.
En 2011, en el flujo de las protestas de masa de Túnez y Egipto que logro a la caída de los dos regímenes dictatoriales, se produjo en Siria una movilización más modesta. En particular, se afectó apenas el centro de Damasco. El régimen de Ásad, con una brutalidad inigualada, inmediatamente aplastó las manifestaciones. La falta de partidos obreros revolucionarios en la región condujo al fracaso todas las tentativas de las masas para derrocar el yugo de los opresores locales y de sus guardias imperialistas. La responsabilidad principal incumbe al estalinismo. Desde los años 1930, los partidos comunistas de los países semicoloniales supeditaron los intereses de los trabajadores a los de la burguesía nacional en el nombre de la “revolución nacional” o “del antiimperialismo”, haciendo de la clase obrera un auxiliar de la burguesía local.
Después del derrocamiento del Sah por la revolución en Irán (1978) y la contrarrevolución fascista chiíta conducida por el clero (1979), el imperialismo americano intentó, basándose en sus principales aliados en la región, Israel y Arabia, de tomar de nuevo su influencia. Los imperialistas fueron siempre muy poco mirados con la elección de sus aliados locales, y las mismas bandas islamofascistas que se denunciaban como terroristas se saludan hoy como “combatientes de la libertad”, con el apoyo de los Estados Unidos a los mujaiddines anticomunistas en Afganistán en los años ochenta, se propagó el islamofascismo, y la invasión de Irak en 2003 condujo muchos oficiales en la clandestinidad donde constituyeron el estado mayor de Daech.
Mientras que el control imperialista en la región se sacudía, el Gobierno israelí aprovechó para dominar aún más Cisjordania y para desencadenar violentas ofensivas hacia la población palestina en Gaza en 2008, 2012, 2014. En Turquía, un miembro de la OTAN, las fracciones clericales de la burguesía establecieron un régimen islamista. Un objetivo del nuevo régimen, en la continuidad de la fracción kemalista de la burguesía, consiste en impedir la aparición de un Estado kurdo en detrimento de su territorio, incluso en su frontera siria. Los distintos partidos burgueses kurdos intentan sentar las bases diplomáticas de un Kurdistán independiente con alianzas militares con tal o cual imperialismo, con tal o cual poder regional. La lucha heroica de los trabajadores kurdos en Siria, Turquía, Irak y en Irán se pierde en las maniobras diplomáticas que conducen inevitablemente a la traición de los intereses de las masas kurdas.
Con la intervención militar directa del imperialismo ruso en Siria en septiembre de 2015, la situación se empeoró. En su lucha para el comparte del mundo, los imperialismos americano y ruso se desafían, después de Ucrania, en Siria e Iraq. La batalla para el control del Oeste de Asia por imperialismos opuestos y Estados burgueses rivales (Siria, Irán, Irak por un lado; Arabia Saudí, Qatar, Turquía del otro) se desarrolla en detrimento de los trabajadores, de las mujeres, de los viejos, de los niños. La limpieza étnica, la exterminación de las minorías nacionales o religiosas impulsaron millones de mujeres y hombres a huir. Se desplazan en su propio país o se refugian en otros.
Las abominaciones y la marcha a la barbarie causadas por la soberanía del sistema imperialista en el Asia del Oeste produjeron razonamientos absurdos y peligrosos en las corrientes centristas de todo tipo por el mundo.
- Por un lado, los que justifican un “frente unido antiimperialista” (FUAI) con el islamismo, como son supuestos ser combatientes consiguientes contra “el imperialismo”. Bajo distintas alternativas, tal es la posición de la LOI argentina y su FLTI, del CWG neocelandés y su CLC, del RKOB austríaco y su TICR… El supuesto FUAI, según estos oportunistas, sería el único medio de defender una mítica “revolución siria” que duraría desde más de 5 años sin partido trabajador revolucionario ni tampoco actividad de la clase obrera.
- Del otro lado, se encuentran “revolucionarios” como el británico SF y su CLQI, el sitio americano WSWS y su “4ª Internacional” que defiende el régimen, presentando como un “frente unido antiimperialista” su apoyo al torturador de masa al-Ásad y a sus muletas reaccionarias (el Irán islamista y la Rusia imperialista).
Mientras que, en los imperialismos occidentales, los gobiernos, los principales partidos y los medios de comunicación de masa derraman lágrimas de cocodrilo sobre la “catástrofe humanitaria” de Alepo, ocultan que es la misma situación a Mosul, la segunda ciudad de Irak. “Desde el principio de las operaciones a Mosul que comenzaron el 17 de octubre, al menos se desplazó a 99 300 Iraquíes” (ONU, el 16 de diciembre). Los bombardeos permanentes por las fuerzas iraquíes, estadunidenses, franceses, británicos y canadienses destruyen la aglomeración y infligen inevitablemente a numerosas víctimas civiles.
Si los ejércitos iraquíes, americanos, británicos, kurdos quieren reanudar a Mosul a Daech, no es porque es clerical y opresor, pero es porque pretende combatir todas las potencias extranjeras y terminar con las fronteras heredadas del colonialismo. Uno de los objetivos de la coalición es probablemente obligar las tropas del Estado islámico a ir a Siria y debilitar el régimen así como las posiciones iraníes y rusas. Por otra parte, parece que Daech, al momento la ofensiva contra Alepo de la coalición, haya reanudado el control de Palmira.
Para mostrar su solidaridad con las masas sirias, la clase obrera internacional debe imponer el frente de los sindicatos y partidos trabajadores para abrir las fronteras a los refugiados, para combatir el imperialismo en su propio país, para oponerse a toda intervención al lado de un campo o del otro, para imponer la retirada inmediata de todos los aviones, buques, fuerzas especiales imperialistas. Al mismo tiempo, el movimiento obrero no debe hacer ninguna concesión a la poca laica burguesía panárabe o a la burguesía hiperreaccionaria panislamista.
“El enemigo principal está en nuestro país” es el principio básico del proletariado internacional. Muestra la vía para la victoria, el derrocamiento de la burguesía, la proclamación de un gobierno obrero y campesino en Irak y Siria, el establecimiento de la federación socialista del Oriente Próximo y la República universal de los consejos.
18 de diciembre 2016
Collectivo Revolución Permanente
Patronsuz Dünya (Turquía)
Tendência Marxista-Leninista (Brasil)