Socialismo o Barbarie, proyecto de Plataforma Internacional (setiembre de 2015/febrero de 2017)

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  1. El tiempo del capitalismo se ha cumplido; el socialismo es necesario

La humanidad está en condiciones de proyectar una nueva fase de civilización sobre la base de la asociación libre de los productores, gracias al desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por los modos de producción basados en el trabajo obligatorio y explotado. El capitalismo es, desde el punto de vista histórico, la antesala del socialismo.  Es un modo de producción en el cual las fuerzas productivas son del capital, la relación de producción es la relación capitalista de explotación, el producto es una mercancía, el excedente es la plusvalía, el trabajo es el trabajo asalariado.

La fuerza de trabajo es vendida por la clase explotada, desprovista de medios de producción, a la clase explotadora, que obtiene más valor gracias a la diferencia entre el valor de los bienes creados y el valor de los recursos utilizados, a saber: el valor de los medios de producción utilizados (materias primas, máquinas, herramientas, locales, etc.) y el valor de la fuerza de trabajo que se les haya aplicado.  El modo de producción capitalista tiende a reproducirse a una escala ampliada (acumulación de capital, aumento numérico de la clase obrera, universalización), crea la industria y transforma permanentemente las técnicas de producción (aumento de la composición técnica, aumento de la productividad, ampliación de las necesidades, reducción del valor unitario de los productos).  Uno de los medios es la utilización de la ciencia y la técnica a una escala desconocida en la historia; dos resultados importantes son la economía del tiempo de trabajo y la relación entre todas las comunidades humanas antes separadas por la distancia y los obstáculos geográficos.  Así pues, el capitalismo sienta las bases de un modo de producción superior, el socialismo-comunismo. El capitalismo mundial está polarizado entre dos clases que no resultan homogéneas entre sí: la burguesía o clase capitalista (propietarios y dirigentes de empresas, altos funcionarios encargados de la administración general del capitalismo) y la clase obrera o proletariado (formada por obreros, empleados, técnicos de la industria manufacturera, del transporte, de la minería, de la agricultura, del comercio, de la financia… y parados).  Pero además de eso, las sociedades capitalistas contienen a otras capas y clases sociales: jóvenes estudiantes, pequeña burguesía tradicional de trabajadores que conservan sus medios de producción (agricultores independientes, artesanos, pequeños comerciantes, profesionales liberales), funcionarios (empleados públicos del Estado, de las colectividades territoriales…), ejecutivos (empleados intermedios entre los capitalistas o el Estado y los trabajadores), cuerpos de seguridad (servicios secretos, policía política, militares profesionales, guardia civil, policía nacional, policía local…), lumpen-proletariado (sector social más bajo del proletariado sin conciencia de clase social, eliminado de forma indefinida del sistema de producción, cuya forma de vida se sustenta en la caridad, los subsidios sociales o el actividades ilegales).  El desempleo y la miseria empujan a estos desfavorecidos a vivir en una economía marginal y arrastra a algunos a convertirse en ladrones o traficantes (por cuenta propia o como mano ejecutora del capitalismo ilegal o de las mafias).  Algunas capas sociales se asemejan a la burguesía (ejecutivos, abogados de empresa, estudiantes procedentes de familias adineradas, mercenarios…) y todas esas clases se encuentran, en general, dominadas por la burguesí  Sin embargo en ocasiones pueden llegar a oponerse a la burguesía e incluso a aliarse con el proletariado.

 

  1. Las formaciones sociales dominadas por los anteriores modos de producción tenían por objeto hacer producir a los trabajadores explotados los valores de uso. Las crisis de estas sociedades eran generadas por las guerras o las epidemias.  Por consiguiente, las crisis de esas sociedades eran crisis de subproducción provocadas por guerras, epidemias, agotamiento de recursos…   El objetivo de los explotadores, en las sociedades capitalistas, es el incremento del valor, que ellos perciben como el beneficio añadido a la recuperación de su capital aportado.  A partir de su aparición, el capitalismo se caracteriza por crisis inéditas: estas crisis surgen como crisis de superproducción de mercancías que se explican por la excesiva acumulación de capital, y por la insuficiente relación entre plusvalía social y capital social. Los límites que sirven de marco infranqueable a la generación y acumulación de capital se apoyan en la expropiación y el empobrecimiento de la gran mayoría de los productores; así pues, entran en contradicción con los métodos de producción que el capital debe emplear para su propio objetivo y que tienden a promover un incremento ilimitado de la producción. La lucha del capital contra el trabajo y de los capitalistas entre sí provoca un aumento en el capital avanzado, de la parte dedicada a los medios de producción (capital constante que cristaliza el trabajo objetivado, muerto) en comparación con la parte dedicada a la mano de obra (capital variable que permite de activar el trabajo vivo). Esto ocasiona un incremento en la composición orgánica del capital y una tendencia bajista de la tasa de ganancias, que se manifiesta periódicamente por interrupciones de la reproducción ampliada capitalista y por crisis económicas.  Las crisis económicas permiten a la acumulación reanudarse.  En efecto, la tasa de ganancia se eleva, por una parte, mediante el aumento de la explotación facilitada por el desempleo y, por otra, por la desvalorización y la destrucción de capital en todas sus formas. Las crisis son soluciones violentas y momentáneas de las contradicciones existentes; violentas erupciones que restablecen por un instante el equilibrio roto.

 

  1. Una consecuencia decisiva de la auto-valorización del capital, de la búsqueda desenfrenada del beneficio, es que no hay otro límite para el capital que sus propias contradicciones. El modo de producción capitalista generaliza la mercancía, lo que invalida cualquier tentativa de establecer límites a la mercantilización conservando el capitalismo.  El modo de producción capitalista tiende a extenderse a todas las actividades humanas y a toda la superficie del globo.  De ellos se desprende que toda tentativa de preservar el capitalismo pretendiendo encerrarlo en la nación, incluso más vasta que las ciudades y estados de origen, es tan inútil como reaccionaria.  El capitalismo surgió en Europa en el siglo XV y ha ganado al mundo entero desde finales del siglo XIX.  Predomina a principios del siglo XXI en todas las sociedades, aunque todavía subsistan antiguas relaciones sociales que influencia, determina y modifica (trabajo doméstico, servidumbre, esclavitud…) y aunque surja de proyectos de futuras relaciones sociales que somete, distorsiona y reprime (cooperativas de producción, cooperativas de distribución, mutuales, «servicios públicos», «seguridad social», gratuidad inicial de Internet…).  Sin embargo, la generalización del capitalismo no se hace de manera homogénea: el desarrollo capitalista es combinado, pero fundamentalmente desigual.  Los primeros países convertidos en capitalistas utilizaron su adelanto económico y militar para dominar al resto del mundo.  No obstante, fuera de la cuna europea, un país feudal llega a mantener su independencia y se convierte él mismo en colonizador (Japón) o una colonia conquista su independencia y pasa a ser a su vez conquistadora (los Estados Unidos)…  La jerarquía de las potencias capitalistas se modifica con el paso del tiempo.  Pero la mayor parte de las naciones del mundo permanece explotada y oprimida por un puñado de países.  Hay toda una gama de situaciones, que van de la potencia hegemónica a la colonia minúscula (como las Islas Malvinas), pasando por las potencias imperialistas secundarias, los pequeños países imperialistas, los países dominados que son sin embargo potencias regionales, los países dominados que gozan de una renta petrolera y gasífera, los países poblados pero desprovistos de industria significativa, los micro-estados…  Las Guerras Mundiales son conflictos generalizados que ven enfrentarse a las potencias capitalistas para modificar la repartición del mundo en su ventaja.  La 1ra. Guerra Mundial sancionó el paso de la hegemonía de Gran Bretaña a los Estados Unidos; la 2da. señaló el fracaso de Japón y Alemania en garantizar su soberanía en Asia y Europa para desafiar a los EE.UU.

 

  1. Cuando el capitalismo ha alcanzado sus límites geográficos, cuando ha engendrado grandes grupos capitalistas cada vez más ligados a su Estado, cuando los conflictos militares por el reparto del mundo alcanzan una dimensión mundial, cuando el capitalismo ha comenzado a destruir la naturaleza, es que ha entrado en declive histórico. Su rol progresista se esfuma y sus características reaccionarias triunfan.  Este cambio histórico se operó a las puertas del siglo XX.  La decadencia del capitalismo no impide todo desarrollo de las fuerzas productivas (la industrialización de algunos países “emergentes”, la incorporación de nuevos progresos científicos y técnicos, la aparición de nuevos productos, el crecimiento numérico del proletariado mundial…). pero las crisis económicas son más graves.  La decadencia del capitalismo no impide todo desarrollo de las fuerzas productivas (la industrialización de algunos países «emergentes», la incorporación de nuevos progresos científicos y técnicos, el crecimiento numérico del proletariado mundial…).  Sin embargo, manifiesta una tendencia creciente a segregar fuerzas destructivas.  El capital frena algunos progresos técnicos y orienta la investigación científica hacia los armamentos, el espionaje y las finanzas.  La destrucción de fuerzas productivas toma un giro amenazante para la humanidad: crisis capitalistas, guerras incesantes, derroche (publicidad, bienes de lujo, armamentos…), degradación irreversible del medio ambiente, separación definitiva de la producción de una parte significativa de la población, parasitismo…

 

  1. La decadencia histórica no detiene la internacionalización de la economía. Sin embargo, no hay burguesía mundial unificada.  Las organizaciones interestatales de vocación mundial (SdN-ONU, BRI, FMI, BM, OMC…) o regionales (el ejemplo más avanzado es la Unión Europea) están en manos de las burguesías más poderosas y se revelan incapaces de superar las fronteras nacionales.  Por ejemplo, ante la crisis económica mundial de 2008-2009, cada estado nacional importante actuó a favor de su capitalismo, de sus grupos financieros y automotrices.  Las rivalidades inter-imperialistas y el común interés de las burguesías imperialistas en someter al resto del mundo, implican guerras incesantes.  La burguesía, aunque mundializó los mercados, aunque el gran capital devino transnacional, no puede superar el horizonte nacional ya que está fracturada estructuralmente por los estados que constituyó para explotar y competir.  La Unión Europea se encuentra en crisis ya que las burguesías europeas son incapaces de unificarse.  En consecuencia, ella no tiene Ejército propio que le permita detener a Rusia, competir con China y liberarse de los Estados Unidos.  Los Estados Unidos siguen siendo los únicos capaces de intentar imponer su orden en todos los continentes, aunque el éxito ya no está garantizado desde la revolución cubana y el fracaso de su guerra en Vietnam.  Además el imperialismo dominante ya no es capaz de implicar a las otras potencias imperialistas.  Alemania y Francia se negaron a invadir por segunda vez Irak en 2003.  En 2015, hicieron todo lo posible por evitar una confrontación militar con Rusia en Ucrania.  Rusia se esfuerza en mantener una zona de influencia contradiciendo militarmente a la OTAN y a la UE en Georgia, Moldavia, Ucrania…  China se hace más agresiva en el Mar de China.  Para afirmarse, Rusia y China tienden a apoyarse la una en la otra.  Desafiaron con éxito a los Estados Unidos y a los países de Europa Occidental en Siria en 2013.  Rusia intervino directamente en Siria en 2015.  Sin embargo, la alianza chino-rusa se ve socavada a veces por las iniciativas unilaterales del socio más dinámico, China (Banco Asiático de Inversión para las Infraestructuras; inversiones y proyecto de autopista de la seda en Kazajstán…).

 

  1. Una característica notable de parasitismo y descomposición del capitalismo es su financiarización creciente. Las crisis económicas empiezan a menudo bajo la forma del estallido de burbujas especulativas, lo que hace creer a algunos economistas burgueses que las crisis se deben a las finanzas.  La financiarización no se limita a la esfera de las finanzas y a sus protagonistas especializados: bancos, seguros, sociedades de crédito, sociedades de inversión, becas, agencias de calificación…  Concierne a todo el gran capital.  La formación de grupos capitalistas le da también un carácter financiero al capital de la producción y el comercio:  creación de sociedades por acciones (capital ficticio negociable en el mercado financiero), empréstitos en forma de obligaciones (otra forma de capital ficticio transferible en el mismo mercado), compra y venta de filiales por las sociedades matrices, protección contra distintos riesgos a través de la demanda de «productos derivados» de la banca, creación de bancos en los grupos, especulación en el precio de las materias primas y los tipos de cambio de las divisas, etc. En este sentido, todos los grandes grupos se convirtieron en financieros al mismo tiempo que en transnacionales.  Se revela pues cada vez más utópico pretender separar «la economía real» de las finanzas, como lo pretenden los curanderos fascistas o keynesianos. Otra característica de decadencia del capitalismo es el entrelazamiento entre los grandes grupos transnacionales, los servicios secretos y las mafias.

 

  1. Después de la destrucción de la 2da. Guerra Mundial, el capitalismo registró un crecimiento inesperado que impulsó a los reformistas y revisionistas del marxismo a balbucear explicaciones que asignaban al Estado burgués la capacidad de evitar la crisis capitalista: keynesianismo (laboristas, socialdemócratas), capitalismo monopolista de Estado (estalinistas), economía permanente de armamentos (cliffistas), neocapitalismo (pablistas)… Pero, a partir de los años 1960, la tasa de ganancia descendió de nuevo.  La crisis de 1973-1974 puso fin a los «30 gloriosos» o «Edad de Oro».  Los Estados Unidos hundieron en 1971 el sistema monetario internacional emanado de la Conferencia de Bretton Woods de 1944 (paridades fijas al dólar, dólar garantizado con el oro), lo que desencadenó la inflación y la especulación de divisas. Tras la crisis mundial de 1973-1974, la contraofensiva de la burguesía mundial contra su clase obrera (en nombre del mercado) y contra los Estados Obreros (en nombre de la democracia), los retrocesos de la clase obrera en los países imperialistas (en particular la derrota de los mineros de Gran Bretaña en 1985, mantenidos aislados por el Partido Laborista y la Confederación TUC), las modificaciones gerenciales (toyotismo, flujos tensos, utilización de la informática para reforzar la explotación…), la restauración del capitalismo en la mayoría de los países de propiedad colectiva y economía planificada (a partir de la unificación capitalista de Alemania en 1989), abrieron un nuevo período de acumulación mundial.  Los revisionistas descubrieron entonces que el capitalismo se había vuelto “neoliberal” (como si una ideología pudiese explicar las transformaciones del modo de producción y como si el capitalismo pudiera librarse del Estado burgués), “mundializado” y “financiarizado” (como si fuera algo nuevo y fuera reversible).

 

  1. Sin referirnos a las múltiples crisis capitalistas nacionales y regionales anteriores, la crisis de 2008-2009 mostró nuevamente a los trabajadores que el capitalismo era incapaz de garantizar la prosperidad e incluso un crecimiento continuo. Los partidos políticos obreros burgueses y las burocracias sindicales se unirán, de aquí en adelante, a los ataques de la burguesía, aceptando negociar despidos, bajadas de salarios o constituyendo gobiernos burgueses, solos (Portugal…) o la mayoría de las veces en unión de partidos burgueses (Grecia, Alemania, Francia, Brasil…).  La crisis de 2008-2009 también probó que el liberalismo declarado de los gobiernos no era más que una mistificación, una cobertura ideológica de la ofensiva política llevada contra las conquistas sociales (derecho de huelga, derecho al trabajo, protección social, servicios públicos, etc.).  En un relámpago, Bush hijo, Merkel, Aso, Sarkozy, Brown, Medvedev, Berlusconi…, volvieron la espalda al «neoliberalismo»: los Estados nacionales, los gobiernos y los bancos centrales intervinieron masivamente por todos los medios a su disposición para salvar a sus grupos financieros e industriales.  El Estado burgués limitó pues la destrucción de capital, lo que confiere un carácter frágil a la recuperación mundial de 2009.  Incluso China, menos afectada que los Estados Unidos, Japón y Europa por la «Gran Recesión», recurrió como ellos a las recetas keynesianas (reducción de la tasa de interés, déficit público…) que prepararon los siguientes sobresaltos: crisis de la deuda pública en el sur de Europa y en menor medida en los Estados Unidos, burbuja inmobiliaria china, burbuja bursátil norteamericana, crisis bursátil china.  El proletariado pagó los platos rotos de la crisis mundial de 2008-2009 con despidos masivos y el aumento del ejército de reserva.  El desempleo masivo y las numerosas traiciones de las burocracias sindicales (así como de los partidos “reformistas” como Syriza en Grecia, el PS en Francia, el PT en Brasil, el PCP y el PS en Chile, etc.) permitirán a la burguesía salvar el capitalismo y reforzar la explotación.  El resultado no es otro que el incremento de las desigualdades.  Incluso en China, las desigualdades se han agravado a pesar de que los salarios han aumentado notoriamente desde hace un decenio.  La pobreza absoluta afecta a algunas clases obreras en países como Grecia, Argentina, Estados Unidos…  La insuficiente destrucción del capital, a causa de la intervención del estado burgués, confiere un carácter frágil a la recuperación mundial, iniciada a finales de 2009.  A pesar de la fase de acumulación mundial, algunos países (Rusia, Argentina, Brasil, Turquía…) han entrado en crisis.  La debilidad del crecimiento mundial alimenta así tendencias proteccionistas en sectores de las burguesías nacionales, víctimas de la competencia internacional.  Las rivalidades interimperialistas se ven así intensificadas. Los partidos burgueses tradicionales entran en crisis política bajo la presión de nuevos partidos xenófobos, incluso fascistas.  Ambos pretenden hacer recaer la responsabilidad del desempleo masivo y del empobrecimiento de muchas capas del proletariado en las personas de otras nacionalidades (obreros inmigrados, países rivales…).

 

  1. No hay que confundir la definición de los imperialismos (las características de los países dominantes) con la de imperialismo (las características del período de decadencia del modo de producción capitalista). Por ejemplo, Rusia formaba parte en 1917 de los países imperialistas, a pesar de su atraso económico y su importación unilateral de capitales, pues estaba dotada de grupos capitalistas («monopolios») y colonizaba de hecho dentro de sus fronteras (una» cárcel de pueblos»).  Con mayor razón, China contemporánea, que retiene por la fuerza a pueblos enteros en el oeste (tibetanos y uigures), con algunos de sus grupos formando parte de los oligopolios mundiales, que exporta capital (incluso tomando el control de empresas extranjeras), es hoy imperialista.  La razón es que no fue, durante la segunda mitad del siglo XX, un país capitalista dominado sino un Estado Obrero, aunque degenerado.  La revolución, aunque incompleta, unificó el país y le permitió escapar a la dominación imperialista.  Después de la restauración del capitalismo decidida por la burocracia estalino-maoísta en 1992, China pudo incorporarse en algunas décadas al grupo de las potencias imperialistas, gracias a su tamaño (tanto geográfico como demográfico) y al desarrollo previo de las fuerzas productivas en el marco de la planificación (infraestructuras, industria, agricultura, educación, salud…).  Por ejemplo, su nivel técnico inicial y el tamaño del país facilitaron el acceso a las técnicas más avanzadas por la exigencia de transferencia de conocimientos y empresas industriales conjuntas.

 

  1. Aunque devenida una potencia imperialista, China no está en condiciones – no más que Japón, Alemania, Rusia o Francia – de pretender sustituir a Estados Unidos a pesar de su decadencia, puesta de manifiesto en el fin del sistema monetario internacional de Bretton-Woods (1971-1973) y la derrota en Vietnam (1975). El debilitamiento norteamericano alimenta los apetitos de sus rivales y la inestabilidad mundial, como lo demuestran el estallido de Ucrania, la carrera armamentística en el Asia Oriental y las escaramuzas en el Mar de China, sin que las condiciones de una nueva Guerra Mundial, por el momento, estén dadas.  Este período debe ser aprovechado por el proletariado mundial para liberar a la humanidad del viejo modo de producción.

 

  1. Las condiciones objetivas para el paso del capitalismo a la construcción del socialismo-comunismo a escala mundial están dadas hace mucho tiempo. La ciencia y la técnica, a pesar de los frenos y las deformaciones, progresan.  El peso de la industria se redujo en los centros imperialistas.  Pero, de una parte, algunas actividades clasificadas como «servicios» constituyen una producción capitalista muy real;  de otra, las actividades de extracción, fabricación, construcción, transporte… crecieron y se diversificaron a escala mundial.  La agricultura, aunque cada vez sea más capitalista, aunque esté afectada por el estancamiento de ciertos rendimientos agrícolas y el agotamiento de numerosos recursos pesqueros, puede alimentar fácilmente a la humanidad si se libera del modo de producción capitalista.  La clase obrera no desapareció en ningún caso en los viejos países imperialistas y está considerablemente desarrollada en América Latina, en África y sobre todo en Asia.  Por su lugar en las relaciones de producción, está en la capacidad de transformar las relaciones de producción y de liberar las fuerzas productivas que se ahogan en el marco de la propiedad privada, la ganancia y la nación.  El desarrollo de las ciencias, la tecnología y los medios de producción permite prever una sociedad que cubre las necesidades de la población mundial, liberada de la propiedad privada, la explotación, las fronteras nacionales, respetuosa del medio ambiente, cuya economía será colocada bajo el control de los productores asociados.

 

 

  1. La burguesía ya no es progresista; la clase obrera es la única clase revolucionaria

 

  1. La emergencia del capitalismo se realizó con violencia a gran escala hacia el resto del mundo: a veces con genocidio, pero siempre con saqueo y frenética explotación. La colonización de América, África y Asia, y el esclavismo moderno, proveedores de materias primas para el mercado capitalista mundial, estuvieron acompañados del aumento del racismo.  La burguesía desempeñó sin embargo un papel relativamente progresista del siglo XV al siglo XIX, derribando a las antiguas clases dominantes, minando y dislocando los modos de producción previos.  Se oponía a las monarquías, a la desigualdad de derechos, a la religión de Estado; confiaba en la razón y las ciencias.  El patriotismo, que había sido progresista en el período ascendente del capitalismo, cuando levantó al pueblo tras la burguesía nacional contra la reacción extranjera (revoluciones holandesa del siglo XVII, norteamericana y francesa del XVIII), deviene completamente reaccionario en los países dominantes en el siglo XX.  El patriotismo de hoy no es otra cosa que racismo y xenofobia («política migratoria», apartheid, genocidio…), incluso en los países más democráticos (Francia, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Japón…).  Durante el siglo XX, la burguesía abandonó el combate progresista que llevaba contra la religión y retrocedió al oscurantismo (creacionismo, supersticiones, tecnofobia, decrecimiento…).  Además financió y armó a los peores grupos reaccionarios religiosos.  Las consecuencias son catastróficas: presiones contra los profesores, ataques a las minorías religiosas, esclavitud de las mujeres, agresiones y ejecuciones a homosexuales, intimidaciones y asesinatos de artistas, lapidaciones, cuestionamiento del derecho al aborto, amputaciones de delincuentes salidos de las clases populares… Esto no excluye que las conquistas democráticas puedan preservarse o arrancarse, pero la burguesía contemporánea no es ya el vector, son más bien concesiones que cede bajo la presión de la clase obrera, las mujeres, las minorías nacionales, los homosexuales…

 

  1. La lucha por defender y ampliar la democracia vuelve a recaer sobre el proletariado. Pero la lucha por las libertades democráticas necesarias para su combate de clase, no está separada de sus reivindicaciones propias, tanto elementales como transitorias (es decir, que cuestionan el capitalismo).  La consigna democrática de la Asamblea Constituyente puede ser útil cuando la burguesía rehúsa las libertades democráticas al pueblo (colonización, fascismo, junta militar continua…), pero debe ser rechazada allí donde las libertades democráticas son obtenidas y los gobernantes son elegidos (como en Argentina 2001, aunque todos los partidos obreros argentinos, incluidos el PO y el PTS, la levantaron) y debe ser abandonada en cuanto la burguesía concede la Asamblea Constituyente para aplastar la revolución iniciada (como en Túnez y Egipto 2011).  En estos casos, la lucha por la democracia pasa por el desarme de los cuerpos represivos y el establecimiento de consejos de trabajadores (asalariados, otros trabajadores del campo y de las ciudades, parados, estudiantes futuros trabajadores, reclutas…), bases del Estado Obrero.

 

  1. Los comunistas internacionalistas defienden los derechos nacionales de las minorías nacionales oprimidas. El proletariado de las naciones opresoras debe luchar contra el mantenimiento por la fuerza de las naciones oprimidas en las fronteras de estos Estados; es decir, debe luchar por el derecho a la autodeterminación.  Por ejemplo, los kurdos tienen el derecho fundamental a constituir su Estado.  Para unificar a las clases obreras turca, iraquí, siria e iraní, los trabajadores de estos países deben reconocer el derecho de los kurdos a separarse y unificarse.  Del mismo modo, los palestinos tienen derecho a luchar contra la colonización sionista de su territorio.  El nacionalismo judío transformó a una pequeña minoría de los judíos del mundo en opresores.  El Estado israelí está basado en la expulsión terrorista de la población palestina de su tierra por la fracción nacionalista de la burguesía judía.  El movimiento sionista, que no se había opuesto frontalmente al fascismo y al racismo de Hitler, se volvió hegemónico después de la 2da. Guerra Mundial debido al exterminio de los judíos de Europa por el imperialismo alemán.  La burocracia de la URSS aprobó la fundación de Israel en 1948.  El imperialismo norteamericano, que se había negado a abrir sus fronteras a los refugiados judíos, apoyó el proyecto sionista y sostiene a Israel.  Israel converge a menudo con el imperialismo norteamericano pero persigue sus propios objetivos: se dotó del arma atómica con la complicidad del imperialismo francés, prosigue la colonización de Jerusalén y Cisjordania, masacra a los palestinos hasta en los campos de refugiados donde son encerrados por los países vecinos, y periódicamente también a Gaza (2006, 2008-2009, 2012, 2014).  Es escandaloso que en nombre del trotskismo, la «4ta. Internacional» pablista, el CIO grantista, la UCI hardista… hayan adoptado la solución de la ONU: la perspectiva de dos Estados en Palestina que ratifica la colonización sionista.  Las direcciones nacionalistas pan-árabes o islamistas de los palestinos apostaron por las burguesías de la región que siempre han sacrificado la causa palestina o han masacrado a la resistencia palestina (la monarquía jordana en 1970 o la dictadura siria en 1976).  Fatah-OLP capitularon ante Israel en 1989 bajo la presión de la burocracia de la URSS.  El proletariado palestino debe encabezar la lucha contra la colonización y por la independencia nacional de Palestina y arrancarla de manos de la burguesía palestina, sea Fatah, convertido en el perro guardián de la burguesía israelí, o Hamas, reducido a presionar al estado sionista.  El proletariado israelí no puede existir como clase y llevar una lucha contra su burguesía sino reconociendo los derechos democráticos y nacionales de los árabes palestinos, en que el primero es el derecho al retorno.  Únicamente podrá romper con su burguesía si prevé sacar alguna ganancia con ello, participando en la dictadura del proletariado.  Así pues, las consignas del proletariado consciente son las siguientes: la liberación de todos los combatientes árabes, la unidad de Palestina, la igualdad de todos los palestinos (judíos y árabes, hombres y mujeres…), la separación del Estado y de las religiones, el derecho de los trabajadores hebreos en estas condiciones a vivir en Palestina, el gobierno por los trabajadores, la expropiación de los grupos capitalistas… El Estado colonial sobre-armado y sus bantustanes (Gaza, Cisjordania) deben dejar paso a una Palestina socialista (es decir dirigida por los trabajadores), que sólo podrá nacer en el marco de una revolución permanente de la región y sobrevivir en el marco de una Federación Socialista (es decir en transición hacia el socialismo) del Asia Occidental o el Mediterráneo.

 

  1. Los comunistas internacionalistas no predican la multiplicación de minúsculos Estados condenados a la dominación de las potencias imperialistas. El modo de producción socialista-comunista suprimirá de cualquier modo todas las fronteras.  El reconocimiento de los derechos nacionales es también un medio de contrarrestar a las corrientes nacionalistas pequeño-burguesas o burguesas que confunden a los obreros y pretenden pactar con una potencia imperialista.  Allí donde ya no hay opresión nacional, como en Escocia y Cataluña, los comunistas se pronuncian contra la separación sin cuestionar el derecho a la autodeterminación.  El desmantelamiento de Ucrania en marcha no tiene nada de progresista.  Ciertamente, hay cuestiones nacionales en Ucrania: la desconfianza, alimentada por la historia, de las masas ucranianas hacia Rusia; el sentimiento de ser rusos de la mayoría de la población del Donbass y aún más la de Crimea; la desconfianza, alimentada por la historia, de los tártaros hacia Rusia.  Pero la anexión de Crimea a Rusia por los servicios secretos y el Ejército ruso, la secesión de una parte del Donbass con el apoyo del Estado ruso, la guerra desencadenada por el gobierno ucraniano con la ayuda de Estados Unidos y bandas fascistas, no resultan de movimientos nacionales.  La manipulación escandalosa de sentimientos nacionales por las potencias imperialistas produce el estallido de un pequeño país, el aumento de la xenofobia y el sofocamiento de la lucha de clases, como en el estallido de Yugoslavia.  Que el imperialismo no sirve a los derechos de los pueblos está demostrado por toda la historia.  La potencia dominante permite al régimen islamista «moderado» de Turquía masacrar a los kurdos;  las viejas burguesías alemana y francesa acaban de pisotear las elecciones en Grecia y aplastar a su pueblo con sus exigencias;  la nueva burguesía rusa condujo dos guerras para mantener por la fuerza a Chechenia en su territorio.  A las peligrosas rivalidades imperialistas, a la fragmentación agravada del continente, los comunistas oponen la necesidad de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

 

  1. La clase obrera puede y debe adherirse a ciertas clases intermedias para tomar el poder y ejercerlo. Es la clase hegemónica de la revolución contemporánea ya que la juventud estudiante, las pequeñas clases burguesas y el lumpen son incapaces de realizar por sí mismos una revolución. La juventud estudiante, las clases pequeño-burguesas (campesinos, trabajadores urbanos independientes, profesionales, funcionarios subalternos), el lumpen (desclasados que viven de la protección social, la caridad, la economía sumergida…), son incapaces de realizar por sí mismos una revolución. Oscilan entre las dos clases fundamentales.  El lumpen sirve a veces a la contrarrevolución y al fascismo: la mayoría de los agresores nazis de inmigrantes vienen de los desclasados y los fanáticos islamistas que atacan a los judíos y a los artistas en Europa son mayoritariamente antiguos delincuentes. El desempleo y la miseria empujan a los desclasados a la economía paralela y a algunos a convertirse en ladrones o traficantes (por cuenta propia o como ejecutores del capitalismo ilegal).  El lumpen sirve a veces a la contrarrevolución y al fascismo: la mayoría de los agresores nazis de inmigrantes vienen de los desclasados y los fanáticos islamistas que atacan a los judíos y a los artistas en Europa son antiguos delincuentes.  Los desclasados, abandonados a sí mismos, sin dirección proletaria, son solo capaces de destrucciones nihilistas y saqueos, violencia que fascina a bakuninistas e izquierdistas, pero que no abre ninguna perspectiva.  El proletariado no puede otorgar ninguna confianza a la pequeña burguesía urbana que intenta hacer de él una fuerza complementaria a sus proyectos democráticos o nacionalistas limitados, e incluso abandonarlo a la represión burguesa local o imperialista.  Por el contrario, los desclasados y la pequeña burguesía pueden ser atraídos por una política voluntaria y decidida del proletariado. Además, desde los años 1960, la clase obrera, gracias a la masificación de la enseñanza secundaria y superior, pudo atraer a los estudiantes y estimular sus luchas (China, Alemania, Francia, México, Italia, Checoslovaquia, Polonia, Turquía, España…). A principios del siglo XXI, el movimiento de los estudiantes secundarios en Chile, de los estudiantes en Gran Bretaña, el movimiento de trabajadores en Wisconsin (Estados Unidos), la movilización en Estambul (Turquía), los levantamientos populares en África (Túnez en 2010, Egipto en 2011, Burkina Faso en 2014…), confirman el potencial de asociación entre el proletariado y la juventud estudiante.  Otro aliado histórico del proletariado urbano y rural es el campesinado pobre.  Actualmente, juega un papel importante en China, Brasil, Bolivia, Zimbabue, etc. pero la mayoría de las veces no es más que un juguete para la pequeña burguesía urbana o incluso para una fracción de la burguesía, que la traiciona. Incluso cuando los campesinos se afrentan militarmente al ejército burgués, no pueden servir de sustituto a la lucha nacional e internacional de la clase obrera, contrariamente a lo que pretendieron ciertos estalinistas: Mao Zedong, Ho Chi Minh o Ernesto Guevara, seguidos por los revisionistas del trotskismo (pablistas, morenistas, grantistas…).  Esta perspectiva es impracticable en los centros del capitalismo mundial, allí donde este debe ser abatido conscientemente por la clase obrera.  A lo sumo, se ha traducido en revoluciones limitadas en países atrasados (Yugoslavia, China, Vietnam, Cuba…) donde el proletariado nunca ha ejercido el poder monopolizado por una burocracia usurpadora, privilegiada y finalmente restauracionista.  Por otra parte, la revolución china no habría podido vencer sin la proximidad y la ayuda de la URSS, la revolución cubana no podría haber vencido sin el apoyo logístico del movimiento obrero urbano y sin la huelga general.  Desde hace medio siglo, la experiencia castrista (en Zaire, Bolivia, Nicaragua, Colombia…) y los fracasos maoístas (en Perú, India, Nepal, Filipinas…) ponen de manifiesto que la guerrilla rural o el cerco de las ciudades por el campo es un callejón sin salida estratégico.  Por otro lado, la mayoría de las corrientes guerrilleras se reconvirtieron en partidos «reformistas» y a veces en políticos burgueses.

 

  1. El Frente Popular, el Frente Único Antiimperialista y todos los bloques de “la izquierda» que engloban a una fracción de los capitalistas (supuestamente democrática o antiimperialista) mantienen o restauran la hegemonía de toda la burguesía sobre el explotados y el semi-explotados. Esto es aún más verdadero en la palabrería sin perspectiva práctica del Foro Social Mundial, lanzado en 2001 por el PT de Brasil y la Iglesia Católica con el apoyo de la burocracia cubana y la mayoría de los centristas (SUCI, TSI, L5I, CIO, LIT, UIT, MST, FTCI…).  Una alianza obrera y campesina, un bloque obrero y popular solo es progresista bajo la hegemonía de la clase obrera, lo que requiere que ella posea su partido, revolucionario e internacionalista.  La clase obrera, para vencer, debe convencer a los demás trabajadores (intermedios, estudiantes), arrancándolos al dominio de la clase capitalista, cuyo tamaño es reducido.  Debe paralizar a las fuerzas represivas.  Esto sólo es posible si los conscriptos, allí donde exista el servicio militar, se organizan como trabajadores uniformados en el partido y el sindicato que lucha por sus derechos democráticos contra el Estado Mayor.  Sólo es posible si el movimiento obrero se pone en guardia contra el aparato represivo del Estado (los reformistas y los centristas dicen que es necesario otorgarle confianza) y utilizan cada ocasión para que los trabajadores y los estudiantes en lucha se defiendan de él.  Los comunistas no pueden, por lo tanto, considerar en ningún caso a la policía como si fuese parte de los trabajadores (como lo pretenden todos los socialdemócratas, la mayoría de los estalinistas y algunos centristas), y menos demandar su reforzamiento (como lo hizo LO).  Las clases intermedias deben percibir la voluntad de los trabajadores asalariados de luchar hasta el final contra la minoría capitalista.

 

  1. Es necesario para esto un programa, una estrategia, un partido. El propio proletariado, defendiéndose contra los capitalistas, encabezando a todos explotados y oprimidos, no puede detenerse en el camino.  So pena de derrota o incluso de contrarrevolución, debe llevar la lucha hasta la revolución social (armamento del proletariado, destrucción del Estado burgués, expropiación del gran capital, Gobierno Obrero…).  La dictadura del proletariado, es decir, el poder de los trabajadores, debe extender la revolución si no quiere ser trabada por el aislamiento o aplastada de inmediato.  En este sentido, la revolución proletaria, al contrario de las revoluciones burguesas previas, es prolongada, radical e internacional: es una «revolución permanente».  La distinción del siglo XIX entre «programa mínimo», para reforzar al proletariado en el capitalismo ascendente, y «programa máximo», para tomar el poder cuando fuese lo bastante fuerte, será en adelante caduca.  Esta revolución proletaria que comienza en un estado no puede inaugurar inmediatamente el nuevo modo de producción socialista-comunista, sobre todo en un país dominado. Sin embargo, los comunistas la llaman “revolución socialista”, ya que pone fin al capitalismo en una parte del mundo por la destrucción del Estado burgués y la expropiación de los expropiadores; porque abre así la transición hacia el modo de producción socialista-comunista, la sociedad de los productores libres y asociados.  Para llegar al socialismo-comunismo, es necesario extender la revolución al mundo entero, desarrollar las fuerzas productivas, traspasar la gestión de la economía a los productores, conquistar el tiempo libre…

 

  1. Incluso allí donde la revolución democrática no tuvo lugar, la burguesía «progresista» o «nacional» tiende, en los momentos decisivos, a preferir la sumisión al imperialismo y la alianza con los sacerdotes y los explotadores arcaicos al riesgo de revolución social que implica inevitablemente la movilización de las clases explotadas de la sociedad capitalista. El «frente único antiimperialista», aunque previsto por la Internacional Comunista en su 1er. y 3er. Congresos para unir un proletariado escaso (cuyo partido debía sin embargo seguir siendo independiente) a la burguesía nacional emergente, es inaplicable, como lo probaron las experiencias trágicas de Turquía y China a partir de los años ‘20.  La estrategia de la revolución por etapas de la II Internacional (una revolución democrática que abre la vía al desarrollo prolongado del capitalismo para preparar las condiciones objetivas de la futura revolución social) fue superada en la época imperialista, cuando la IC estalinizada la reactiva y extiende a las democracias burguesas en forma de Frente Popular.  Incluso en los países dominados, la estrategia de la revolución permanente es la única que puede garantizar la victoria.

 

  1. Las antiguas convulsiones sociales estuvieron encabezadas por clases que eran explotadoras. Por primera vez, el proletariado abre la vía a una sociedad sin clases.  Mientras que la burguesía luchaba para reforzarse, la misión histórica de la clase obrera es disolverse durante la transición del capitalismo al socialismo-comunismo.  Para los trabajadores asalariados, que son la mayoría, su derrocamiento es necesario para terminar con la explotación, la precariedad, la pobreza y la enajenación que sufren.  Para las mujeres trabajadoras, su derrocamiento es necesario para terminar con la doble jornada de trabajo (asalariada y doméstica).  Los prejuicios raciales y sexuales, se reducen durante la lucha revolucionaria.  Durante la dictadura del proletariado, durante la construcción del socialismo, cuando los trabajadores ocupen por turno los puestos de coordinación, recibirán todos una compensación correcta por su contribución individual a la producción social y el trabajo será más satisfactorio, por lo que la discriminación en los empleos e ingresos entre hombres y mujeres, blancos y negros, etc. se desvanecerá. El socialismo-comunismo mundial garantizará la seguridad material, el fin de la división del trabajo, el libre desarrollo de todos y las relaciones enriquecedoras entre los humanos. Por primera vez, les seres humanos controlarán de manera consciente sus condiciones de vida, mientras que en el capitalismo sus propios productos se convertían en patronos. El nuevo modo de producción, en su primera fase, seguirá distribuyendo de manera desigual las riquezas entre los productores asociados, teniendo en cuenta su contribución; pero, en una segunda fase, cuando las fuerzas productivas se hayan desarrollado ya hasta alcanzar la abundancia material, cada persona recibirá en función de sus necesidades.

 

  1. Hasta el giro imperialista, era aún posible prever que la revolución proletaria comenzaría pacíficamente, gracias a la conjunción del crecimiento del asalariado y la debilidad del aparato del Estado Burgués en Países Bajos, Gran Bretaña, Estados Unidos… Pero incluso en estos países, era previsible que la minoría capitalista se rebelaría contra el poder de la mayoría y podría aplastar a los trabajadores.  En cualquier caso, desde hace un siglo, los países capitalistas más democráticos han visto a su Estado reforzarse espectacularmente, en particular su aparato tecnocrático civil (altos funcionarios, altos magistrados…)  y represivo (justicia penal, prisiones, policía, ejército, servicios secretos…).  Eso invalida todas las peligrosas ilusiones parlamentaristas y pacifistas que corresponden a los socialdemócratas, estalinistas y centristas (en particular del CIO, de la TMI y de la 4ta. Internacional-AITP lambertista).  La revolución pasa necesariamente por el desmantelamiento y por la destrucción del Estado Burgués, lo que reclama una democracia superior a la democracia burguesa: el armamento del pueblo y la aparición de Consejos, a la vez órganos de frente único obrero y de alianza de clases, órganos de doble poder desafiando al Estado Burgués y administración del Estado Obrero, para la marcha al socialismo-comunismo (Comunne de Paris, Soviets, Arbeiter und Soldatenräte, Munkástanácsok, Asambleas Populares, Cordones, Shoras…). La necesaria auto-organización de las masas debe ser constantemente destacada en la propaganda, la agitación y la práctica del partido obrero revolucionario.

 

  1. Ante el peligro de revolución proletaria, real o imaginario, fracciones de la burguesía apostaron a partir del siglo XIX por los jefes militares (bonapartismo), que las retiran momentáneamente del control efectivo de su propio Estado. Además a principios del siglo XX la revolución socialista mundial había comenzado en Rusia y las burguesías no dudaron en aumentar la abdicación y la reacción recurriendo a bandas contrarrevolucionarias extra-estatales conducidas por aventureros (fascismo).  El fascismo es la movilización de los desclasados y pequeños-burgueses fanatizados contra el movimiento obrero, la democracia, la cultura de la humanidad y las minorías étnicas o religiosas.  No pretende seriamente al poder, siempre con ayuda del aparato represivo del Estado, hasta que una fracción de la burguesía apuesta por él; o porque esta no cuenta con medios democráticos o bien porque considera que las elecciones, el parlamentarismo, el reformismo y los Frentes Populares agotaron su utilidad.  El fascismo no debe confundirse con partidos burgueses xenófobos que comparten con aquél el chauvinismo y el racismo y permanecen al mismo tiempo en el terreno de la democracia burguesa (LdN, UKIP, FN, Tea Party…).  Algunas fracciones de la burguesía transforman a las principales religiones (judaísmo, cristianismo, islam, budismo, hinduismo…), desde finales del siglo XX, en fundamentalismo religioso, es decir, en corrientes políticas reaccionarias, o incluso fascistas.  El islamismo fue primeramente utilizado como fuerza complementaria por el imperialismo (Arabia Saudí, Indonesia, Irán, Afganistán…), pero escapó al control de sus promotores en Irán (República Islámica), en Afganistán (Talibanes), Irak y Siria (Estado Islámico-Daech), Palestina (Hamas), Nigeria y Camerún (Boko Haram)…  El totalitarismo y la crueldad se han profundizado con cada nueva ola islamista.  El éxito contrarrevolucionario del islamismo no se debe solo a la propaganda y las subvenciones de las monarquías islamistas del Golfo, de los gobiernos nunca cuestionados por el imperialismo norteamericano, francés o británico.  Se explica también por el papel que desempeñó la religión en la resistencia popular al colonialismo, a la transformación por el estalinismo de los partidos comunistas regionales en apéndices de la burguesía nacional, al fracaso previo del nacionalismo burgués panárabe (nasserismo, Baas, FLN, OLP, Jamahiriya…) y a las concesiones clericales de los déspotas en su tramo final (Mubarak, Kadafi, Ben Ali, Buteflika…).

 

  1. Ante el fascismo que amenaza todas las conquistas del proletariado, que tiene en la mira a todas las organizaciones obreras, los trabajadores deben unir sus fuerzas, establecer un frente único de sus organizaciones para aplastar a la matonería de la reacción. No deben rechazar ninguna ayuda para combatir el peligro fascista, pero no pueden llamar en su ayuda a las fracciones «democráticas» o «republicanas» de la burguesía que los paralizan sin protegerlos, ni al aparato del Estado parte del cual informa, protege, entrena y arma a las tropas de choque fascistas.  La indiferencia ante el peligro fascista y la división de las filas obreras producen su victoria, como en Italia en 1922 y en Alemania en 1933;  del mismo modo, el Frente Popular prepara la derrota por la desorientación, la división y la desmoralización de los obreros y campesinos pobres, como en España en 1937 y en Chile en 1973.  Para vencer al fascismo, es necesario organizar la milicia obrera, la defensa de las huelgas, de las manifestaciones, de los locales, de los barrios populares, movilizar a los explotados y oprimidos, lo que conduce inevitablemente al cuestionamiento de la propiedad privada. Para extirpar definitivamente al fascismo, es necesario terminar con el capitalismo.

 

  1. En caso de conflicto entre un país dominado (incluso encabezado por un régimen bonapartista o fascista) y una o más potencias imperialistas (incluidas las más democráticas), o en caso de ofensiva de una fracción pro-imperialista de la burguesía local contra una fracción nacionalista (Venezuela) o un partido reformista (Chile en 1973, Brasil en 2015), el proletariado no es neutro. Pero conserva su independencia, recuerda a las masas los estrechos límites de las veleidades antiimperialistas de las burguesías de los países dominados, advierte de su capitulación inevitable y les disputa la dirección en el seno de los oprimidos. En ningún caso los comunistas reclaman, bajo pretextos humanitarios, la intervención imperialista, incluso si es realizada bajo cobertura de la ONU (como la IV pablista lo hace sistemáticamente desde el estallido de Yugoslavia).

 

  1. Mientras que en los centros capitalistas el fascismo es violentamente imperialista, en los países dominados, el bonapartismo y el fascismo se ven obligados a una coloración antiimperialista para encontrar una base de masas. Siempre que los nacionalistas burgueses charlataneen sobre el «socialismo», el proletariado debe conservar su independencia.  Vale decir, la adhesión de los «trotskistas» morenistas argentinos al Movimiento Justicialista del Coronel Perón, la sumisión de los «trotskistas» lambertistas al MNA argelino, la participación de los «trotskistas» pablistas en el gobierno argelino de Ben Bella, el apoyo de los «trotskistas» healistas al régimen del Coronel libio Kadafi y al régimen iraquí de Hussein, el compromiso de los «trotskistas» grantistas sudafricanos con el ANC, la adhesión de los «trotskistas» pablistas y lambertistas mexicanos al PRD, la actividad de los «trotskistas» grantistas griegos en el PASOK, la fundación por los «trotskistas» cliffistas y grantistas del SSP independentista escocés, la militancia de los «trotskistas» cliffistas en el MDC zimbabuense, la adhesión de los «trotskistas» grantistas venezolanos al movimiento bolivariano del Coronel Chávez, no son mejores que la adhesión de los estalinistas al régimen del Coronel egipcio Nasser o a los regímenes del Baas en Siria e Irak.  Con mayor razón, todo apoyo a la contrarrevolución clerical es criminal, como el de los estalinistas, barnesistas y healistas a los ayatollahs iraníes, de los lambertistas al FIS argelino, de los estalinistas y los pablistas al Hezbollá libanés, de los cliffistas a los Hermanos Musulmanes egipcios…

 

  • La lucha entre las clases es el verdadero motor de la historia; el proletariado no puede hacer la suya sino con organización

 

  1. Aun cuando los partidos burgueses tengan una base popular o incluso controlen sindicatos de asalariados (Argentina, Estados Unidos, etc.), no son nunca identificables con partidos creados por la clase obrera, aunque fueran de programa «reformista» (es decir, burgués), contrariamente a la confusión mantenida frecuentemente por los «trotskistas» morenistas, lambertistas, grantistas… Los bloques entre los representantes de la burguesía y los partidos obreros burgueses se presentan a menudo bajo la etiqueta confusa de «la izquierda».  Desde el punto de vista de la clase obrera no podemos definir «la izquierda» y «la derecha»; sin embargo, ese mito creado por la burguesía tiene una función ideológica y política: la oposición entre «la izquierda» y «la derecha» oculta la lucha entre las clases y tiene por objeto someter políticamente a los trabajadores a los políticos y partidos burgueses.  Por lo tanto, los marxistas solo recurren a los términos «izquierda», «derecha», «centro» de manera descriptiva: sea para indicar una evolución, un progreso o una regresión, sea para distinguir tendencias, fracciones en una misma organización, alas de un movimiento de clase.  Las agencias de la burguesía en la clase obrera (laborismo, social-democracia degenerada, estalinismo, sindicalismo reformista) y sus asistentes centristas, hicieron de la falsa contradicción entre «la izquierda» y «la derecha» uno de sus temas predilectos.  En los Estados Unidos, los socialdemócratas (ASG) construyen el partido burgués «de izquierda», el Partido Demócrata;  el principal resto del estalinismo (CP-USA) llama a votar por los candidatos del PD a todos los niveles;  en la elección presidencial del 2016, los seudo-trotskistas de Socialist Alternative (afiliado al CIO) sostienen a otro candidato de «la izquierda», del Green Party.  En Argentina, las organizaciones que se reclaman de Lenin y Trotsky (IS, PO y PTS) llamaron incluso a su bloque electoral del 2011 «Frente de Izquierda», el mismo nombre que el pequeño frente popular francés constituido en 2009 en Francia por el PCF con escisiones del PS o el NPA y escombros burgueses.  Como esta polarización es versátil e impotente, desciende mundialmente a variantes igualmente empíricas y decepcionantes:  «la extrema derecha», «la derecha de la derecha», «la derecha dura», «la derecha republicana», «el centro», «la vieja izquierda», «la nueva izquierda», «la extrema izquierda», «la izquierda liberal», «la izquierda dura», «la izquierda suave», «la izquierda radical», «la izquierda de gobierno», «la izquierda extraparlamentaria», «la izquierda de la izquierda»…  El NPA, el SEP, el SL… utilizan un término involuntariamente cómico: «la falsa izquierda».  Distinguir «la verdadera izquierda» de «la falsa izquierda», es como buscar a los verdaderos astrólogos y los verdaderos videntes. La Liga de los Comunistas afirma a partir de 1848 que la clave de la historia es la lucha de clases, la lucha entre las clases.

 

  1. El mito de la polarización entre «la izquierda» y «la derecha» se duplica en la oposición, igualmente engañosa, entre «el estatismo» y «el liberalismo». El período de decadencia del capitalismo ha conducido al reforzamiento del Estado, en particular desde la 1ra. Guerra Mundial: hipertrofia del aparato represivo, intromisión en las relaciones de explotación y en la competencia entre capitales.  Casi todos los Estados garantizan una moneda nacional (o interestatal, en el caso del euro y del franco de la Confederación Financiera Africana – CFA); todos los Estados administran parcialmente la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo (formación, salud, transporte, política familiar, urbanismo…); todos construyen infraestructuras no rentables para un capital individual, pero indispensables para la producción de mercancías y para la extensión del capital (carreteras, aeropuertos, puertos, metros, trenes…); todas las potencias mundiales y regionales financian el militarismo; ningún Estado renuncia completamente a las prácticas proteccionistas; son muy numerosos los que crean acuerdos económicos regionales; la mayoría de los Estados se endeudan considerablemente; todos intentan defender a sus grandes grupos capitalistas por todos los medios…  El economista burgués y reaccionario Lord Keynes suministró la justificación retrospectiva más acabada del aumento del papel económico del Estado.  Desde la 2da. Guerra Mundial, la mayoría de los agentes de la burguesía en el movimiento obrero adoptó el keynesianismo, que se acomoda a la colaboración de clases en el marco nacional.  Todos hacen pasar al Estado burgués por benévolo y progresista, cuando las conquistas democráticas y sociales son un subproducto frágil de la lucha de la clase obrera a escala mundial y local.  Para esto, los social-patriotas (y sus adjuntos centristas) designan como adversarios, no al modo de producción capitalista y al Estado burgués, sino a los organismos de cooperación entre Estados (UE, FMI, OMC…) y a una ideología (el «liberalismo» económico).  En vez de denunciar los acuerdos de las potencias imperialistas contra los países dominados y los tratados militares contra la revolución mundial, lo desvían hacia los acuerdos económicos regionales (como la UE) o los Tratados de Libre Comercio.  En el mejor de los casos, esto toma la forma de salidas como el Foro Social Mundial; en el peor, se encarna en campañas xenófobas (dirección del AFL-CIO americana contra los camioneros mexicanos; PdG francés contra los gasfiteros polacos…) y en las políticas gubernamentales contra los trabajadores extranjeros (todos los partidos obreros burgueses las aplican cuando están en el poder).  Ciertamente, los comunistas rechazan las tonterías de los economistas neoclásicos, de los políticos liberales y librecambistas.  Pero la clase obrera no tiene que elegir entre liberalismo y keynesianismo, entre proteccionismo y libre intercambio, ambos igual de ilusorios.  La vanguardia comunista denuncia combate vigorosamente la división de los trabajadores por el nacionalismo y la ilusión reaccionaria del «capitalismo en un solo país».  Es desde siempre hostile al proteccionismo y al estatismo, del que los fascistas son el ala más resuelta y más extrema.  La guerra económica entre potencias imperialistas, la que se disimula bajo la máscara liberal o la que aparece abiertamente con el proteccionismo y la financiación pública de las empresas, desemboca pronto o tarde en la guerra misma, a menudo hacia los países dominados, a veces entre grandes potencias imperialistas.  El Estado nacional es una supervivencia que frena el desarrollo de las fuerzas productivas;  la revolución socialista-comunista le dará fin.  La unión de los trabajadores de todos los países es necesaria para realizarla.

 

  1. La relación capitalista implica de una parte el capital, de otra el trabajo asalariado. Las dos clases fundamentales son, en las sociedades dominadas por el modo de producción capitalista, la burguesía y la clase obrera.  Pero su posición es por naturaleza desigual.  La burguesía es explotadora, lo que le confiere privilegios en cuanto a satisfacción de las necesidades, de tiempo de ocio, de acceso a la cultura (lo que no hace para nada a todos sus miembros gente sabia y cultivada).  El capitalismo tiende a reproducirse espontáneamente, de manera económica, por reproducción simple y ampliada del capital (y de la fuerza de trabajo).  Su superioridad ya se estableció económica e ideológicamente en las sociedades feudales en declive o en las colonias cuando trajo consigo las revoluciones democráticas en los Países Bajos, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia…  En la actualidad, su representación política y la gestión de sus intereses colectivos solo pasan de forma secundaria por los partidos políticos, cuya diversidad refleja las tradiciones, el fraccionamiento económico y la complejidad de las relaciones de las clases subalternas y las clases capitalistas del resto del mundo.  Las principales herramientas de dominación política y social de la clase capitalista son el Estado y la ideología. En el polo opuesto de la sociedad, los trabajadores asalariados constituyen una clase explotada y también dominada.  En primer lugar, la enajenación, el fetichismo y la cosificación se derivan de las especificidades del modo de producción capitalista (la necesidad de dinero, la satisfacción de las necesidades a través de mercancías, la igualdad aparente de quienes intercambian en el «mercado laboral», el salario como «precio del trabajo», la ausencia de control sobre la producción y sobre los productos…).  Seguidamente, los trabajadores sufren de falta de tiempo libre (puesto que es su sobre-trabajo lo que garantiza la plusvalía), de problemas de salud (cansancio, tensión psicológica, desgaste físico, enfermedades profesionales, accidentes laborales y de trayecto), de precariedad (necesidad de vender su fuerza de trabajo para vivir, el desempleo).  Para la mayoría de los trabajadores, al tiempo de trabajo y transporte, se añade del trabajo doméstico que garantiza gratuitamente la reproducción de la fuerza de trabajo (como padres y sobre todo como mujeres).  Algunos sectores sufren discriminaciones como mujeres (oficios despreciados, salario inferior, acoso sexual…), jóvenes, extranjeros, minorías étnicas, minorías religiosas, homosexuales, etc., que además de la opresión suplementaria que pesa sobre dichos individuos, pueden dividir y debilitar a la clase.  Por último, es necesario contar con la acción deliberada de la clase capitalista: por una parte, la política de inmigración, la coerción en el lugar de trabajo (del pequeño propietario o del profesional jefe del mediano y el gran capital), la intimidación y la represión por el aparato represivo del Estado o las bandas fascistas;  de otra, la inculcación de la ideología dominante por los medios de comunicación (televisión, prensa, redes sociales…), los sacerdotes, la familia patriarcal, el sistema escolar, el Ejército de conscriptos… La ideología dominante reviste distintos contenidos, a veces contradictorios: nacionalismo, religión, parlamentarismo (con la falsa oposición entre «izquierda» y «derecha»), estatismo, liberalismo, competencia individual…

 

  1. Los combates colectivos, la cooperación en el trabajo, la comunidad de existencia en el lugar de trabajo o domicilio, los pasatiempos compartidos, las humillaciones sufridas, el espectáculo del lujo en el otro polo de la sociedad, generan contra-tendencias: solidaridad entre trabajadores, rebelión contra el orden existente, odio de clase… Al revés de la clase dominante, los trabajadores asalariados y sus familias no son nada sin las organizaciones que construyen para garantizar su solidaridad, desarrollar su cultura, resistir al patrón y al Estado burgués.  El movimiento obrero no se reduce a los sindicatos, contrariamente a lo que pretenden los anarquistas y los nacionalistas burgueses: agrupa a las mutuales, las cooperativas, las asociaciones culturales o deportivas, los sindicatos de asalariados, los partidos de origen obrero y, en los embates revolucionarios, a las milicias y a los Consejos…  Para que el proletariado pueda realizar sus tareas históricas, mientras sea una clase dominada y explotada, debe disponer de su partido, distinto de todos los demás partidos, como lo demostró en la práctica a partir de 1838 el cartismo en Gran Bretaña y como lo afirmó claramente la Resolución de 1872 de la AIT (1ra. Internacional).  El partido es la forma más consciente de la auto-organización de los explotados.  Sin partido revolucionario  experimentado y reconocido interviniendo en su seno, los demás tipos de organización (sindicatos, Consejos) son débiles y a menudo impotentes.  Los comunistas constituyen la corriente del movimiento obrero que expresa conscientemente en cualquier momento los intereses generales de los trabajadores, que defiende el programa de la revolución y del internacionalismo.

 

  1. La revolución proletaria es mundial; el partido del proletariado es internacional
  2. A diferencia de los partidos políticos de la burguesía que siguen siendo nacionales, aun cuando afirmen lo contrario (democracia cristiana, pan-arabismo, islamismo…), el partido obrero tiene una vocación mundial, aunque los trabajadores no sean todos internacionalistas, ni partidarios de un partido opuesto a todos los partidos burgueses. El internacionalismo proletario se deriva de la situación objetiva del proletariado (millones de asalariados emigran; trabajadores de múltiples nacionalidades son explotados por todo gran grupo capitalista; los trabajadores en lucha chocan con el Estado burgués nacional) y de sus tareas (la división en naciones frena las luchas reivindicativas; es imposible construir el socialismo-comunismo a escala nacional).  La situación de un país no puede ser comprendida independientemente del análisis de la situación mundial. Los comunistas defienden el derecho de los trabajadores y los estudiantes a circular libremente en todo el mundo y a vivir en el país de su elección, al contrario de las burocracias obreras y los centristas (grantistas, lambertistas, robertsonistas, hardistas…).  Incluso en la época del capitalismo ascendente, los grandes dirigentes revolucionarios siempre trabajaron en la óptica internacional, en un marco a veces informal (innumerable correspondencia internacional; múltiples encuentros internacionales), a veces formal (CCC, LdC, AIT para Marx y Engels; IO para Engels después de la muerte de Marx).  El papel predominante de Marx en la AIT se explica por sus propios talentos pero también por la construcción anterior, después de la disolución de la LdC, de una fracción comunista internacional.  En la época imperialista, sus sucesores siempre fueron miembros de una organización internacional: la IO (2da. Internacional) para Lenin, Luxemburgo y Trotsky (Lenin y Luxemburgo eran parte incluso del Buró Socialista Internacional de la IO);  movimiento de Zimmerwald e IC (3ra. Internacional) para Lenin y Trotsky;  OII de la IC y 4ta. Internacional para Trotsky.

 

  1. La Liga de los Comunistas fundada en 1847 era internacional y abiertamente revolucionaria, pero de pequeño tamaño. La Asociación Internacional de los Trabajadores fundada en 1864 (llamada 1ra. Internacional) era un frente de todo el movimiento obrero, donde el comunismo muestra su superioridad, y que tiene un eco de masas en Europa.  La Internacional Obrera fundada en 1889 (llamada 2da. Internacional) proporciona un marco internacional, bajo hegemonía marxista, a los partidos socialistas de Europa, América y Asia.  La Internacional está basada en los éxitos del SPD alemán (500.000 electores a partir de 1877; 2 millones en 1898) y su irradiación teórica, a la cual contribuyen Engels y luego Kautsky.  Al apoyarse en la IO, los trabajadores, en la sociedad capitalista, crearon partidos que los representaron en el Parlamento, sindicatos de masas que los defendieron en el lugar de explotación, publicaciones que los informan y los instruyen (diarios, revistas…) y asociaciones de todas clases (culturales, deportivas, femeninas…).  La IO es el centro de gravedad del movimiento obrero.  El POSDR ruso se constituye inmediatamente como sección de la Internacional, para construir un partido inspirado en el SPD pero adaptado al despotismo zarista.  Su ala revolucionaria (bolchevique) se separa definitivamente de su ala oportunista (menchevique) en 1912.  En cuanto el SDKP polaco aparece, lucha por participar en la Internacional, que ya incluye un partido polaco más importante, el PSP.  El PS-SFIO es resultante de la fusión de todos los grupos socialistas franceses bajo el impulso de la Internacional.  El Partido Laborista (LP) británico pide su afiliación y es admitido a pesar de su programa burgués, porque está creado por los sindicatos para oponerse durante las elecciones al Partido Liberal.  Solo se mantienen alejados un punado de partidos obreros (el SDB anarquista de los Países Bajos, el ALP racista de Australia…), los sindicatos anarquistas (IWW norteamericano y australiano, la CGT francesa, la CNT española…) que desconfían del electoralismo; los sindicatos corporativistas (como la AFL americana), los sindicatos clericales (como el GCG alemán, el CSC-ACV belga, el CISCL italiano).  Si la IO es abiertamente marxista, ciertas secciones son reticentes al programa comunista (PS-SFIO de Francia, PSR de Rusia…) u hostiles (LP de Gran Bretaña, PSP de Polonia…).  Pero este período de progresos continuos del movimiento obrero tiene también su revés, la conquista subterránea de sus direcciones por la burguesía imperialista.  Poco a poco, los aparatos de las organizaciones de masas de los países imperialistas (constituidos por cuadros rentados, periodistas, cargos electos…), basándose en la aristocracia obrera, se transforman en burocracias influidas por su burguesía y vinculadas con su Estado.  Este fenómeno se refracta en los debates políticos de la Internacional: en torno al «revisionismo» reformista y pacifista de Bernstein (1897), a la participación del «socialista» francés Millerand en un gobierno burgués (1900), a la cuestión colonial (1900), a la amenaza de guerra (1905, 1907, 1910, 1912).  Con este motivo, se esboza la división del movimiento obrero en tres corrientes distintas: el ala oportunista y chauvinista, el ala revolucionaria e internacionalista y un centro intermedio que intenta reconciliar a ambas.

 

  1. Con el desencadenamiento de la 1ra. Guerra Mundial en 1914, la 2da. Internacional se quiebra. El movimiento obrero se escinde de manera irreversible ya que los principales partidos obreros (SPD, SDAP, PS-SFIO, LP, POB…), y las direcciones de los principales sindicatos, se pliegan a su propia burguesía para enviar a los trabajadores varones de las ciudades y del campo a exterminarse mutuamente.  La clase obrera y los demás trabajadores pagan duramente el precio en el frente y la retaguardia.  Con la guerra, las burocracias no respetan ya la democracia obrera que habían tolerado hasta entonces.  Se apoyan sin vergüenza en el Estado, los medios de comunicación burgueses, los tribunales militares y la censura, para calumniar y amordazar a sus opositores en el movimiento obrero: los individuos, fracciones y organizaciones que permanecen fieles al internacionalismo, a la revolución social y al proletariado.  Frente la catástrofe, el primer punto de apoyo de la clase obrera europea y mundial es que un puñado de pequeños partidos obreros, formados en el marco del internacionalismo proletario y la Internacional Obrera, se oponen a partir de agosto de 1914 a la unión sagrada (incluso en países beligerantes: Serbia, Rusia, Polonia, Irlanda…).  El segundo es que uno de estos partidos, el más implantado, el POSDR bolchevique, va a en encabezar a partir de septiembre de 1914 la lucha para una nueva Internacional y nuevos partidos, delimitados de los social-chauvinistas y de los centristas.  El fin de la guerra ve al ala oportunista consagrar la escisión del movimiento obrero internacional: cuando la revolución permanente es engendrada por la guerra, los oportunistas van a dedicarse a salvar a su burguesía e incluso participar en la contrarrevolución con el Estado Mayor del Ejército (Gobierno PKD-PSR-PM y «jornadas de julio» de 1917 en Rusia, Gobierno SPD-USPD y aplastamiento de la «revolución espartaquista» prematura de enero de 1919 en Alemania…).

 

  1. Sin embargo, la revolución vence en Rusia y le da el poder a los soviets gracias a la insurrección de octubre de 1917, desencadenada después de que el Partido Bolchevique haya conquistado la mayoría en los soviets. El impulso revolucionario es considerable en todo el mundo, comprendidas las colonias y semi-colonias poco impactadas por la antigua Internacional Obrera.  Las revoluciones rusa, húngara y alemana ponen fin a la guerra.  La perspectiva de una nueva Internacional se concreta en el Congreso de fundación de la Internacional Comunista (3ra. Internacional) en 1919.  La IC mejor amalgama a los internacionalistas de la antigua Internacional marxista, a lo mejor del anarco-sindicalismo, el anti-colonialismo y el feminismo.  Tiene por objeto construir partidos obreros revolucionarios en todos los países, al precio de tanteos y errores de las direcciones de las secciones y de la propia Internacional: Lenin creyó en 1917 que el paso al socialismo-comunismo sería rápido;  la dirección del SB-KPD, a pesar de las advertencias de Luxemburgo, decide en 1919 de una insurrección prematura sin haber conquistado la mayoría de la clase obrera alemana;  Lenin y la dirección del Partido Comunista (bolchevique) deciden la invasión catastrófica de Polonia en 1920; el Partido Comunista de Italia dirigido por Bordiga se confunde acerca del fascismo, que considera como un truco democrático de 1919 a 1921; el PCdI se opone al frente único;  Zinoviev y Radek hacen en 1920 concesiones inaceptables al islamismo en el Congreso de los pueblos de Oriente, etc. Sin embargo, por primera vez, los partidos obreros luchan contra el colonialismo europeo y japonés, contra la opresión de los negros en los Estados Unidos…  Bajo el impulso de Lenin y Trotsky, la Internacional Comunista toma en cuenta los fracasos de la revolución proletaria en Europa causados por la ausencia de un partido comunista o por su inexperiencia, de la estabilización temporal del capitalismo, de la reconstrucción de una «2da. Internacional» y de la aparición de una Internacional centrista.  Contra los izquierdistas, la 3ra. Internacional exige de los partidos comunistas el trabajo paciente en los sindicatos de masas, la participación en las elecciones burguesas, las tácticas de frente único hacia las direcciones reformistas para desenmascararlas en la acción y no solamente con la propaganda.  El nombre «reformistas» no quiere decir que estos partidos políticos pequeño-burgueses y estas burocracias sindicales corrompidas hacen efectivamente reformas, como lo pretende la corriente lambertista, sino que estas direcciones tradicionales de la clase obrera traicionan, camuflándose detrás del objetivo de reformas limitadas, compatibles con el capitalismo y muy poco distintas de lo que pueden conceder los partidos burgueses.

 

  1. Pero antes de que nuevos partidos de tipo bolchevique sean forjados, los antiguos se transforman en su contrario. El aislamiento del poder de los soviets y las destrucciones operadas por la guerra inter- imperialista, las intervenciones extranjeras, la guerra civil, el bajo nivel económico y cultural de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el Cáucaso vacían los soviets, conducen al partido único de hecho, deforman al Estado Obrero, constituyen una burocracia del Estado que se emancipa del control del partido revolucionario.  La derrota de la Oposición de Izquierda del Partido Comunista de la URSS (1924) y luego la de la Oposición Unificada (1927) son el producto de una contrarrevolución política que, preservando al mismo tiempo temporalmente ciertas conquistas económicas y sociales de Octubre (propiedad colectiva de los principales medios de producción, monopolio del comercio exterior…), otorga el poder a la capa privilegiada de los funcionarios del Estado Obrero.  Ésta controla en adelante el partido que se convierte en su cobertura, inventa la ideología anti-marxista del «socialismo en un solo país», colectiviza brutalmente la agricultura (1929) e instaura en el Estado obrero degenerado un régimen totalitario (1934) que se ejerce en nombre del proletariado.  La mayoría de los antiguos dirigentes bolcheviques son calumniados, encarcelados, torturados y asesinados.

 

 

  1. La degeneración burocrática de la URSS creó una crisis de dirección del proletariado mundial; la restauración del capitalismo en Rusia y China la agravó
  2. Con la contrarrevolución política de los años ’20 en la URSS, la burocratización del movimiento obrero internacional alcanzó una dimensión inédita. A las burocracias laboristas y social-demócratas se añadieron ahora las burocracias estalinistas, cubiertas por la de la URSS a la cabeza de un Estado. Tanto unas como otras son órganos de la burguesía mundial en el seno de las organizaciones emergidas del combate de la clase obrera (sindicatos, partidos obreros, Estado Obrero). La burocracia de la URSS consigue contener la revolución en el Oeste de Europa y aplastarla en el Este. No atina, para resistir a la amenaza imperialista norteamericana, persistente y multiforme, más que a la carrera armamentista que está condenada a perder y que consume la economía planificada. Así, después de haber reprimido la revuelta obrera de 1953, encierra a la población alemana con el Muro de Berlín y la RDA. El comportamiento del “Ejército Rojo” en Alemania (1944-1946), el aplastamiento de los trabajadores y jóvenes alemanes (1953), húngaros (1956), checoslovacos (1968), polacos (1971), chinos (1967-1969, 1989) por los regímenes estalinistas; la evacuación de las ciudades (1975) y la esclavización de Camboya por el PCK de Pol Pot (1975-1979), reforzó la ideología dominante, evitó la toma del poder por los trabajadores en los países donde el capital fue expropiado y así minó definitivamente el Estado Obrero. La burocracia del Estado Obrero Degenerado combatió también la revolución en el mundo capitalista, ya que conduciría a la revolución política en la URSS, así a su liquidación violenta por los trabajadores de la URSS.

 

  1. Después de haber dividido al proletariado alemán frente a la amenaza fascista, con la línea izquierdista del “social-fascismo” que produjo la derrota sin combate del proletariado más poderoso de Europa (1933), el estalinismo destruyó la Internacional Comunista como organización revolucionaria. Sus secciones son subordinadas a la burguesía, primero en los países dominados en nombre del “frente único antiimperialista” y a continuación en los países imperialistas mismos en nombre del “frente popular”. El estalinismo jugó un rol decisivo contra la revolución proletaria en Europa (1936), en España (1936-1938), en Italia (1943-1945), en Grecia (1944-945), en Francia (1944-1945), en Vietnam (1945)… Después de la muerte de Stalin, el estalinismo continuo impidiendo la revolución en los países capitalistas, lo que socava los estados obreros: en 1968 el PCF salva a De Gaulle y a la V República contra el movimiento de la juventud y la huelga general; en 1973 el PCCh ayuda al PS a bloquear la revolución chilena y le da su confianza al Ejército dirigido por Pinochet; en 1973 el KKE condena la sublevación de la juventud contra la dictadura de los Coroneles y en 1989 participa en el gobierno burgués griego dirigido por ND; en 1974-1975, el PCP, frente a la revolución de los soldados y obreros portugueses, intenta subordinarla a la Junta Militar; en 1975, el PCE, como el PSOE, impide la revolución y sostiene el establecimiento de la monarquía franquista; desde 1977 el PCIM gestiona lealmente Bengala en la India; en 1994 el SACP frena a las masas negras y entra al gobierno burgués sudafricano dirigido por el ANC; el 2006 el PCUN-M detiene a la guerrilla nepalesa a las puertas de Katmandú y entra al gobierno de unión nacional…

 

  1. La única fuerza capaz de salvar las conquistas económicas y sociales de los estados obreros degenerados y de abrir la vía del socialismo es la clase obrera. Cuando se moviliza, la burocracia, y sobre todo el partido único se fracturan y determinados sectores pueden incluso unirse al proletariado. En los años 1970 y 1980, al no existir revolución social en los países avanzados, ni revolución política en los estados obreros degenerados, los trabajadores dejan de jugar un papel propio y la burocracia estalinista se orienta hacia la restauración del capitalismo.  Los pablistas y los robertsonistas continúan confiando en la burocracia; los grantistas, los lambertistas y los morenistas se acercan, al igual que los socialdemócratas, a las consignas de la democracia burguesa (asamblea constituyente, etc.) en vez de seguir las propias de la democracia soviética, lo que refuerza la ideología burguesa y las fuerzas restauracionistas (Iglesias, fracciones de la burocracia…).  Únicamente la LOR defiende un programa de revolución política en Polonia en los años 1980.  Debido a la falta de una alternativa comunista internacionalista, la ideología burguesa es cada vez más influyente a causa del impasse del socialismo en un único país, de la creciente ineficacia gestora por la burocracia de la economía compleja y de la ausencia de libertades democráticas asociada equivocadamente al “socialismo”.  Convertida cada vez más en órgano de la burguesía mundial, la burocracia decidió en varios países intentar transformarlos en capitalistas mediante el pillaje de la propiedad colectiva y, por otro lado, hacer de la fuerza de trabajo una mercancía entregada al capital, nacional o extranjero.  Si una fracción de la burocracia se hubiese opuesto luego a la restauración y hubiera hecho un llamamiento a los trabajadores, habría tenido todo el apoyo necesario en cuanto a construir los órganos de poder de los trabajadores (soviets) y un partido obrero revolucionario.  Pero en la RDA y en la URSS no hubo tal cosa, aunque la LCI-CI robertsonista intentó persuadir a la Stasi de actuar así y luego magnificó un patético golpe de estado de una fracción de la KGB y del Estado Mayor, llevado a cabo sin apelar a las masas, sin voluntad de impedir el retorno del capitalismo y por tanto condenado al fracaso. La reunificación capitalista de Alemania en 1989, el estallido de la URSS en 1991, la restauración del capitalismo en China y Rusia en 1992, constituyeron derrotas históricas para los proletariados involucrados, pero también para todo el proletariado mundial. Nuevas burguesías nacieron de la conjunción variable de antiguas burocracias que saquearon la propiedad colectiva, mafias enriquecidas y capitalistas de la diáspora. Los grupos imperialistas europeo-occidentales se apropiaron de las joyas de la industria de los pequeños países europeo-orientales.  La burguesía mundial accedió a nuevos recursos naturales, obtuvo nuevos mercados,  explotó una mano de obra cualificada y a menudo carente de derechos. Triunfó ideológica y políticamente pensando haber rechazado el fantasma del comunismo. Las burguesías occidentales han intentado someter más estrechamente a las burguesías de los países dominados, que habían utilizado a los estados obreros para debilitar la opresión imperialista.  Surgen dos nuevas potencias imperialistas.

 

  1. Las burocracias obreras no han desaparecido. Incluso aparecieron nuevos sindicatos desde finales del siglo XX (en Estados Unidos, en Francia, en Alemania…) y nuevos partidos obrero-burgueses: el PT en Brasil (constituido durante un período de lucha de clases por los sindicatos más influenciados por la Iglesia Católica, junto a todos los centrismos); LP en los Estados Unidos (a partir de algunos sindicatos y con la ayuda de los centristas; abortado); PRC en Italia (escisión estalinista junto a los centristas); SLP en Gran Bretaña (a partir de un sindicato; abortado); DL en Alemania (fusión de una escisión socialdemócrata con los estalinistas, junto a la mayoría de los centristas); PdG en Francia (escisión socialista con lambertistas); Syriza en Grecia (fusión de estalinistas y centristas)… Por una parte, ningún partido obrero revolucionario de masas ha desenmascarado y debilitado al “reformismo” porque la 4ta. Internacional desapareció. Por otro lado la burguesía acepta pagar el costo de dividir y contener a la clase obrera. Arreglárselas sin sindicatos domesticados y partido obreros burgueses requiere, para la burguesía, sea la neutralización o la integración de las organizaciones obreras por el bonapartismo, sea su destrucción por el fascismo. Estas soluciones son a su vez riesgosas.

 

  1. El estalinismo se hundió como aparato internacional que basado en burocracias oficiales (la rusa y en menor medida las china y cubana). Su herencia (estatismo, socialismo en un solo país, subordinación a una fracción de la burguesía, chauvinismo, violencia física en el movimiento obrero, culto al jefe…) pesa aún excesivamente.  Los escombros del estalinismo prosiguen su papel contrarrevolucionario en el seno de los sindicatos y en forma de partidos…  En Europa Central y en Alemania, el estalinismo reconvertido constituyó nuevos partidos obreros burgueses.  Generalmente nada diferencia ya a los antiguos partidos estalinistas de la socialdemocracia tradicional (nacida marxista), y ella misma no se diferencia desde hace medio siglo de los partidos laboristas (que nunca fueron marxistas).  La mayoría de los antiguos partidos estalinistas no se reclama ya del socialismo.  Una excepción es el KKE que ha retornado a la adoración de Stalin y retomado en Grecia su política sectaria que permitió la victoria de Hitler.  A veces el estalinismo engendró partidos burgueses: liberales (en el sentido político) como el PD en Italia, nacionalistas como el KPRF en Rusia, despóticos como el PCCh en China.  Como el reformismo tradicional, los estalinistas reciclados participan en gobiernos capitalistas con partidos burgueses (SACP en Sur África en 1994, PCF en Francia en 1997, PRC en Italia en 2006, PCCh en Chile en 2014…).  Las burocracias sindicales negocian los ataques contra el empleo, los salarios, el tiempo de trabajo o las jubilaciones, sabotean las luchas aislando la lucha en un establecimiento o empresa, llamando a «jornadas de acción» simbólicas con el apoyo de los partidos reformistas y de las organizaciones centristas.  A menudo los jefes sindicales desvían el descontento hacia lo extranjero (la OMC, la Comisión Europea, los trabajadores inmigrantes…).  En esas condiciones, la clase obrera alberga menos ilusiones respecto a los reformistas de todo origen que en el siglo XX, aunque sigue votando por ellos y adhiriéndose a los sindicatos.  En ausencia de partido obrero revolucionario, el reformismo reaparece de sus cenizas cuando se ha alejado un tiempo del poder o utiliza nuevas etiquetas para engañar otra vez las expectativas de la clase obrera y la juventud (Die Linke, Syriza…).  No se soluciona la crisis de dirección.

 

  1. Nadie puede afirmar que la revolución mundial habría triunfado si la Internacional bolchevique-leninista (4ta. Internacional) – creada en 1938 para solucionar la crisis de dirección generada por el paso a la contrarrevolución de la 2da. y la 3ra. Internacionales – hubiera logrado, hubiera conseguido construir partidos de masas. Lo cierto es que su destrucción pesó mucho en la prolongación de las traiciones de la socialdemocracia y del estalinismo, en la supervivencia de las burocracias parásitas en los Estados Obreros, en la hegemonía del nacionalismo burgués en los países dominados, en el dominio por los demócratas burgueses y los clérigos de la última ola de revueltas populares en Europa del Este y en la facilidad de la restauración capitalista.  Se rompió el hilo rojo de continuidad.

 

  1. En 1939, un minúsculo grupo animado por Barta desertó de la sección francesa, el POI, y de la 4ta. Internacional, sin ninguna divergencia política. En la sección norteamericana, el SWP, la primera ola revisionista y liquidadora que se negó en 1939-40 a defender la URSS y cuestionó su naturaleza de Estado Obrero, es combatida teórica y políticamente por una fracción dirigida por León Trotsky y James Cannon.  La 4ta. Internacional es víctima durante la guerra de la represión conjunta de las democracias imperialistas, de los regímenes fascistas y de la burocracia estalinista.  La guerra separa a las secciones, que conocen desviaciones oportunistas (Francia, Estados Unidos…)  o sectarias (Grecia…). Pero estas son limitadas o corregidas.  El Secretariado Internacional desplazado a Nueva York y el Secretariado Europeo constituido en la clandestinidad en París convergen a pesar de la ausencia de relaciones.  La conferencia de 1946, orientada por la sección norteamericana (el SWP dirigido por Cannon) y por el nuevo Secretariado Internacional (Pablo, Frank, Mandel…), se esfuerza por mantener el curso fijado por Trotsky.  Sin embargo, el Congreso de 1948 persiste en creer que continúa la crisis económica y que la situación sigue siendo revolucionaria.  Descarta las advertencias de la mayoría de la sección británica (el RCP dirigido por Haston), apoyada por la delegación de un grupo argentino (el POR dirigido por Moreno).  El desconcierto ante el inicio de un nuevo período de acumulación y el aparente triunfo del estalinismo, que derriba al capitalismo en Europa del Este y en Extremo Oriente, condujo a desviaciones de orientación más graves.  De 1948 a 1951, el SI, con el apoyo del SWP, capitula ante el estalinismo (en primer lugar versión Tito, luego versión Mao) y ante el nacionalismo burgués en América Latina.  Los procesos objetivos realizan las tareas de la revolución, basta con ejercer presión sobre quienes encabezan el movimiento para que vayan lo más lejos posible.  El programa es revisado por otra parte en el Congreso de 1951, para retornar a dos estrategias pasadas: la reforma de la URSS encargada a fracción de la burocracia y el frente único antiimperialista con la burguesía nacional.

 

  1. Pero una organización comunista no se deja destruir fácilmente. Es posible salvar la 4ta. con una lucha encarnizada en su seno, dirigida por una fracción centralizada y determinada.  La mayoría de la sección francesa (PCI dirigido por Bleibtreu) y la de la sección suiza (MAS dirigido por Buchbinder) impugnan la capitulación ante el estalinismo desde 1951.; el PCI se hace excluir en 1952 por el SI, y la mayoría de la sección norteamericana (bajo el impulso de Cannon) y de la sección británica (dirigida entonces por Healy) rompen con el SI en 1953.  El SWP, el PCI, el Club y el MAS declaran una fracción internacional en 1953: el Comité Internacional de la 4ta. Internacional, al que se suma posteriormente la sección china en el exilio, el PCR dirigido por Peng y el POR argentino dirigido por Moreno.  Pero el CICI regresa a la adopción del frente único antiimperialista que restaura la estrategia de la revolución por etapas y abre la vía a todos los oportunismos hacia los nacionalistas de los países dominados;  reivindica explícitamente el federalismo que permite a cada sección miembro hundirse en el mismo oportunismo que el SICI pablista.  Así pues, el POR se adapta al nacionalismo argentino, el Club al laborismo británico, el SWP al ala pro-imperialista del estalinismo norteamericano, el PCI al nacionalismo argelino…  El CICI queda moribundo, por ejemplo, no se pronuncia ante la revolución obrera de 1956 en Hungría. Acaba en 1963 por escisión del SWP (dirigido por Hansen) y de PO argentina (dirigido por Moreno). El SWP y PO convergen en el castrismo y el guerrillerismo con el SICI (de Mandel y Maitan): forman en conjunto el SUCI.

 

  1. En la segunda mitad del siglo XX, las organizaciones que surgen como continuadoras de la 4ta Internacional, sobre todo el SICI-SUCI y en menor medida el CICI, siguen atrayendo a partidos y fracciones de distinto origen político: LCRJ/ Japón en 1957, LRSH/ Hungría en 1961, Matzpen/ Israel en 1962, Grupo Comunismo/ España y People’s Democracy/ Irlanda en 1968, Socialist Club/ Nueva Zelanda en 1969, ETA-VI/ España en 1970… Sin embargo, la tendencia a la liquidación inherente al SUCI de Mandel-Hansen-Moreno provoca múltiples fracturas alrededor de tres polos: los JCR-LC-LCR-NPA/ Francia que se alinean en el estalinismo y en todas las modas de la pequeña burguesía, el PRT-PST-MAS/ Argentina que se coloca en el nacionalismo pequeño-burgués y burgués de los países dominados, el SWP/ Estados Unidos que se alinea en la burocracia cubana y reniega abiertamente de Trotsky, etc. La parálisis del CICI “ortodoxo” desde 1953 y más tarde la marcha del SWP y del SLATO en 1963 conducen a un estallido de oportunismos equivalentes en torno a la SLL-WRP healista de Gran Bretaña, que oscila entre la adaptación al laborismo y al nacionalismo pan-árabe; de la OCI-PCI-PT-POI lambertista de Francia que se adapta a la socialdemocracia europea y al sindicalismo de la guerra fría; de la SL robertsonista de Estados Unidos que se adapta al estalinismo en el momento en que se hunde; del POR lorista de Bolivia que se adapta al nacionalismo de su propio país… La destrucción política de la 4ta. Internacional da incluso una posibilidad de supervivencia a escisiones previas que habían sido anecdóticas: VO-LO de Hardy en Francia, que conserva todos los defectos de la secta auto disuelta de Barta adaptándose al mismo tiempo al estalinismo; IS-SWP de Cliff en Gran Bretaña, que tiene su origen en la negativa a defender la revolución china en plena Guerra de Corea, entonces se adapta a todo lo que moviliza la pequeña burguesía durante los decenios siguientes; El Militante de Grant en Gran Bretaña, que se adapta al laborismo en su país y al nacionalismo burgués en los países dominados…

 

  1. A falta de la 4ta. Internacional, la ola revolucionaria de los años 1960-1970 es aprovechada por algunos usurpadores del trotskismo: el SWP dirige el movimiento contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos; la LC presenta con éxito a Krivine a la elección presidencial de 1969 en Francia; la LCR y el WRP publican un diario en Francia y Gran Bretaña respectivamente; la OCI toma la cabeza del sindicato estudiantil francés UNEF; el PST atrae a 14.000 miembros en Argentina, El Militante controla las juventudes del Partido Laborista y la Municipalidad de Liverpool que desafía a Thatcher; el SWP dirige el movimiento contra la guerra de Irak en Gran Bretaña… El ascenso revolucionario impulsa también a los revisionistas a radicalizar su lenguaje y sus referencias: en los años 1970, la LC-LCR y la OCI en Francia, la SLL y los IS-SWP en Gran Bretaña, PO y el PST en Argentina… chocan en torno a Lenin y Trotsky.  A su paso, la SL elige como actividad principal polemizar con el centrismo, un medio entonces bastante vasto y dinámico.  Con la llegada de los años 1980-1990, las sectas se marchitan: la LCI-CI robertsonista abandona su actividad sindical, la 4ta. Internacional healista-northista niega todo carácter obrero a las organizaciones de masa de la clase obrera (sindicatos, partidos “reformistas”).  Las principales corrientes centristas se vuelcan a la confusión «ecologista», «anti-mundialista» o «indignada» (la 4ta. Internacional  pablista, el TMI y el CIO grantistas, la TSI cliffista…) o incluso ante la reacción islamista (la 4ta. Internacional lambertista, la TSI cliffista, la LIT morenista…).  La mayoría de los liquidadores de la 4ta. Internacional ponen en marcha «partidos amplios» que rechazan el bolchevismo y la revolución socialista (4ta. Internacional lambertista, CIO y TMI grantistas, Movimiento morenista…) o se unen a los frentes populares (como el SWP con Respect en Gran Bretaña en 2004, LO en las elecciones municipales francesas de 2008…).  Algunos llegan hasta a apoyar candidatos burgueses (como la LCR en Francia en 2002, el SU en Estados Unidos en 2008…).  Otros se pronuncian contra la libre circulación de los trabajadores (SL, SPEW…). El régimen de la mayoría de esas organizaciones es autoritario y esterilizante. Healy y Lambert recurren incluso a la calumnia y a la violencia física contra sus oponentes. La ausencia de democracia interna se paga con la purga castrista del SWP americano, los escándalos y la fragmentación del WRP británico, las constantes escisiones de LO y del POI francéses, del SWP británico…  La bandera de la 4ta. Internacional está ahora, más que desagarrada, manchada.

 

 

  1. Por la Internacional obrera revolucionaria; por partidos que preparen la revolución socialista
  2. Que las dos Internacionales de masas precedentes (IO, IC) hayan sucumbido a una burocracia contrarrevolucionaria, y que la 4ta. Internacional que debía construir una nueva Internacional de masas haya fracasado para dejar lugar a centrismos y sectas, no significa que los programas de la IC y de la 4ta. Internacional hayan sido superados y que su tarea fue inútil. El comunismo es la tendencia del movimiento real del proletariado mundial.  La teoría y el programa comunistas encarnan en la persistencia de las organizaciones comunistas, en su colaboración internacional y su intervención en la lucha de clases.

 

  1. Los principios esenciales de la Liga de los Comunistas (1847-1852) siguen siendo válidos. La lucha entre las clases sociales es determinante, la clase obrera no tiene patria, debe luchar por las libertades democráticas, a largo plazo debe tomar el poder. La clase obrera debe dotarse de su propio programa y su propio partido, no puede confiar en los partidos burgueses ni en los partidos pequeño-burgueses, debe presentar sus propios candidatos a las elecciones y armarse.  Contrariamente a los reformistas y a los centristas que se justifican a veces con trozos elegidos del Manifiesto publicado en 1848, los comunistas saben que él fue precisado y corregido, a la luz de la experiencia de las revoluciones de 1848, por la Circular de 1850.  La AIT (1864-1876) afirmó la necesidad del internacionalismo, las huelgas y los sindicatos, la lucha contra la esclavitud y la opresión nacional, la lucha política, la destrucción del aparato del Estado, el poder de los trabajadores.  Contrariamente a los confusionistas y oportunistas, los comunistas internacionalistas no olvidan las lecciones de la lucha contra los atrasados proudhonianos o los aventureristas bakuninistas y sobre todo la experiencia de la Comuna de París (Circular de 1871). La IO (1889-1914) puso de manifiesto que las elecciones debían utilizarse, que los sindicatos de masas podían limitar la explotación, que los partidos de masas podían preparar la revolución, que la guerra debía combatirse y que era necesario descartar la participación de los partidos obreros en los gobiernos burgueses.  Los comunistas reivindican como herencia no el oportunismo (Jaurès, Bernstein, Van Kol…) que parecía minoritario en la IO, ni incluso el centro conciliador que cubre en realidad la práctica oportunista de los partidos y sindicatos con un velo ortodoxo (Bebel, Kautsky, Plejanov…), sino el ala internacionalista que la combate frontalmente, en particular el SDKP de Polonia y el POSDR bolchevique de Rusia.

 

  1. La Izquierda del movimiento de Zimmerwald (1915-1919) afirmó que el capitalismo había entrado en su fase de decadencia, el imperialismo, lo que ponía al orden del día la revolución socialista; que el reparto del mundo implicaba guerras entre las grandes potencias, que el único medio para impedir la guerra era la revolución socialista pero que si el conflicto militar ocurría a pesar de todo, el proletariado debía utilizarlo para tomar el poder; que era necesaria una nueva Internacional y nuevos partidos delimitados de los social-imperialistas y del pacifistas.  La IC (1919-1922) precisó por otro lado que era necesario destruir el Estado burgués con una insurrección, tomar el poder con Consejos que realicen la democracia para las masas.  Los partidos de la IC deben unificar a todos los comunistas de su país y disciplinarse, estar dispuestos a pasar a la clandestinidad, unir a la clase obrera con las otras capas explotadas, reconocer los derechos de las minorías nacionales y pueblos oprimidos (en particular de las colonias), participar en las elecciones en la fase preparatoria de la revolución, trabajar en las organizaciones de masas de la clase obrera (en particular los sindicatos), proponer la unidad de combate contra la burguesía a las otras organizaciones de masas de la clase obrera (frente único obrero).  Los complementos aportados por las Conferencias de la Oposición de Izquierda Internacional (1930-1933) y por las tres primeras Conferencias de la 4ta. Internacional (1936-1940) siguen siendo válidos: el problema esencial de la revolución mundial proviene de la crisis de dirección de la clase obrera; la Internacional Comunista y sus partidos definitivamente pasaron al lado del orden burgués; los partidos estalinistas se convirtieron en las estrellas gemelas de los partidos socialdemócratas;  es necesario generalizar la estrategia de la revolución permanente;  el Frente Popular, es decir la alianza con la burguesía, prepara el fascismo;  la URSS seguía siendo un Estado Obrero, a pesar de su degeneración, que era necesario defender contra el imperialismo y contra su agente, la burocracia, derribándola con una revolución política; las reivindicaciones democráticas serias siguen siendo válidas, y solo tienen sentido, como la participación en las elecciones, la huelga general y las reivindicaciones transitorias, en la perspectiva de la toma del poder por la clase obrera y sus aliados.  El programa de la 4ta. Internacional no se limita al Programa de 1938, los comunistas se basan igualmente en el Manifiesto de 1940.

 

  1. Ningún proceso objetivo, incluso el más favorable, exime de la construcción consciente del partido mundial de la revolución. Desde hace más de 100 años, no hay partido común posible entre los internacionalistas y los chauvinistas, lo que invalida las tentativas de los lambertistas de rehacer la 1ra. Internacional o la intención de los neo-kautskistas (reconocidos como el CPGB o disimulados como el CIO y la TMI, la 4ta. Internacional pablista…) de rehacer la 2da. Internacional.  Las pretensiones de que debe construirse un partido amplio con los anarquistas, los socialdemócratas «anti-liberales», los estalinistas reciclados o los ecologistas, no son más que el camuflaje del paso al reformismo y al social-patriotismo.  La destrucción de la Internacional bolchevique-leninista hace más de 50 años, la desaparición de todo centro mundial bolchevique-leninista, la degeneración de las secciones que habían intentado defenderse y defenderlo, el descrédito lanzado después sobre del «trotskismo», prohíben “reunificar”, “reorganizar”, «reconstruir», «refundar», «regenerar» o “reconstruir” la 4ta. Internacional.

 

  1. El “reformismo” no desparecerá antes de la victoria de la revolución proletaria mundial, en sí misma condicionada a la construcción de la Internacional Obrera Revolucionaria, a la solución de la crisis de dirección del movimiento obrero. Sobre todo, los comunistas internacionalistas siguen siendo fieles a la estrategia del armamento del pueblo y la creación de formas soviéticas.  La estrategia de la unidad de la clase obrera, de la alianza con los demás trabajadores y los futuros trabajadores, deviene en tácticas para conquistar la confianza de los trabajadores de vanguardia y destruir a la autoridad de la burguesía, el reformismo y el centrismo sobre las masas:  trabajo en los sindicatos de masas tal como son; lucha por la independencia de todas las organizaciones obreras respecto a las clases dominantes y el Estado Burgués; frente único de todas las organizaciones obreras de masas contra los ataques económicos y políticos de la burguesía; entrismo (defendiendo todo el programa); candidaturas revolucionarias, cuando sea posible, contra todos los partidos burgueses (en su defecto, consigna de voto por los candidatos de los partidos reformistas de masas cuando se enfrentan a los candidatos de los partidos de la clase dominante).  Defienden lo que queda de la economía colectivizada en Cuba y Corea del Norte contra el imperialismo, tarea que no puede confiarse a la burocracia local, a la familia Castro ni a la dinastía Kim.  Los comunistas combaten todas las corrientes islamistas en Asia y África de manera neta y determinada, en una perspectiva de revolución permanente: derecho de huelga, organización independiente de los trabajadores, laicidad del Estado, prohibición de la poligamia, igualdad de hombres y mujeres, escuela mixta, libertad científica, artística y cultural, libertad sexual… Tales consignas son válidas también en muchos otros países, incluidos los más democráticos, frente a los puritanos y los fascistas.  Cientos de miles de trabajadores y militantes buscan cada año escapar a la miseria, la opresión y la represión que sufren en sus países.  Los comunistas reivindican incondicionalmente la libertad de circulación y establecimiento para los trabajadores y los estudiantes, y los mismos derechos para todos los trabajadores de un país; predican la autodefensa contra las persecuciones policiales y los ataques racistas, etc.  La opresión de las mujeres no ha desaparecido, aunque la igualdad entre los sexos haya progresado a escala mundial gracias a los progresos de la anticoncepción, a la extensión de la educación a las niñas, al derecho al divorcio, a la incorporación masiva de las mujeres al proletariado y al combate de las propias mujeres.  Las mujeres son especialmente víctimas de las restauraciones capitalistas y de la reacción islamista.  Las organizaciones comunistas deben movilizar el potencial revolucionario de las mujeres trabajadoras, unir las filas de la clase obrera, combatir las violencias masculinas, reclamar la igualdad en todos los niveles, el derecho a la contracepción y al aborto, las guarderías gratuitas y de calidad, etc.  Deben garantizar en su seno las mejores condiciones para reclutar y formar cuadros comunistas entre las mujeres.  La defensa del medio ambiente de la humanidad forma parte de las reivindicaciones transitorias ya que exige el derrocamiento del capitalismo, el desarrollo de la ciencia y la técnica en favor de los más pobres, la planificación racional por los propios productores.

 

  1. Los comunistas internacionalistas cuentan con decenas de miles de militantes, hombres y mujeres que pretenden derrocar a la burguesía, hacer frente a sus grupos armados y recuperar de nuevo la vía de la revolución de octubre. Sin rupturas en las organizaciones obreras tradicionales, el nacionalismo pequeño-burgués y el centrismo, no habrá nueva Internacional comunista, ni tampoco partidos obreros revolucionarios.  La construcción de estos no será un proceso espontáneo, sino el resultado de una lucha encarnizada y prolongada del núcleo comunista internacional en la lucha de las clases.  En el estado actual de confusión y dispersión, se trata, con paciencia, de reunir a escala internacional y en cada país, los elementos comunistas internacionalistas que proceden del pretendido «trotskismo» o de otras corrientes del movimiento obrero (incluido el estalinismo) o del nacionalismo de los oprimidos. En el estado actual de confusión y dispersión, se trata, con paciencia, de reunir a escala internacional y en cada país, los elementos comunistas internacionalistas, que proceden del pretendido «trotskismo» o de otras corrientes del movimiento obrero (incluido el estalinismo).  Las cuestiones de táctica nacional (lo que es necesario hacer en un sindicato, la consigna de voto cuando no existe posibilidad de presentar una candidatura revolucionaria, etc.)  no pueden abordarse correctamente y solucionarse más que sobre la base de un programa internacional.  La organización internacional que organiza el combate para la Internacional es centralizada y democrática.  Se esfuerza, con el debate y la acción, en separar lo que es revolucionario del oportunismo y el sectarismo en el movimiento obrero.  Sus secciones hacen así mismo en cada país.  Si es necesario, el grupo comunista internacionalista local entra en un partido obrero de masas o en una organización obrera que evoluciona hacia la revolución.  Los comunistas deben hacer su máximo esfuerzo para que la atmósfera de sus organizaciones sea libre, para que los trabajadores se formen y que los intelectuales estén bajo su control.  Del mismo modo, los comunistas combaten en todo el movimiento obrero por la democracia obrera, de la que no tienen nada que temer.  Sobre estas bases, las organizaciones comunistas trabajan juntas en la construcción de la Internacional Obrera Revolucionaria que dirigiría la victoria definitiva de la revolución socialista, liberando a la humanidad de la explotación, abriendo la vía al socialismo-comunismo, a una sociedad de abundancia que permitirá el desarrollo de todos.