Las elecciones al Parlamento Europeo tuvieron lugar en los 27 países de la UE entre el 6 y el 9 de junio. Ursula von der Leyen (“Partido Popular Europeo”, PPE), presidenta de la Comisión Europea, ha subrayado que el centro “aguanta”. Pero si bien los resultados de los partidos burgueses conservadores tradicionales del PPE se han mantenido globalmente estables, mientras los Verdes y los liberales han bajado, el resultado muestra un aumento significativo de los votos para los partidos fascistoides, especialmente en Alemania, Francia, Italia, Austria y los Países Bajos.
Elecciones estado por estado que sólo conciernen a una parte de Europa
Debido al método de votación, las elecciones europeas se consideran “tests” para las elecciones parlamentarias nacionales.
Mientras la clase oprimida — en nuestro caso el proletariado– no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. : F. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/cap9.htm)
Sin embargo, los resultados de las “ elecciones europeas ” no son muy significativos. El continente está dividido en 56 estados, dos de los cuales incluyen territorios de Asia (Rusia, Turquía). Los cientos de miles de refugiados ucranianos, bielorrusos y rusos y los millones de trabajadores turcos no tienen derecho a votar. A esto se suman los trabajadores y estudiantes migrantes, a quienes a menudo se les niegan los derechos más básicos, incluido el derecho al voto. Como comunistas internacionalistas, exigimos la plena igualdad de nuestros hermanos y hermanas de clase extranjeros también en esta cuestión.
Y contrariamente a la afirmación de que se trata de una representación parlamentaria democrática “paneuropea”, los grupos políticos de Estrasburgo son el resultado de acuerdos entre diputados elegidos en listas puramente nacionales en los estados miembros. Por lo tanto, un trabajador húngaro no puede votar por el grupo “Izquierda/Verdes” del Parlamento Europeo en las elecciones, sino sólo por un partido húngaro que se una a este grupo.
Una unificación pacífica de Europa bajo los auspicios del capitalismo no es posible. La UE es históricamente un intento de enmascarar las contradicciones entre los imperialismos europeos y de tratar de mejorar su posición competitiva frente a los imperialismos estadounidense, chino y ruso. Pero esto no significa que, en caso de crisis, cada gobierno no hará todo lo que esté a su alcance para proteger mejor “su” capitalismo nacional o mejorar su posición.
Los grupos parlamentarios del PE son todo menos políticamente homogéneos. El PPE es un ejemplo. El FIDESZ húngaro fue miembro de pleno derecho durante mucho tiempo, a pesar de que el partido de Viktor Orbàn en Hungría ya había adoptado una posición claramente autoritaria y era hostil a muchas decisiones tomadas por los organismos de la UE. Por otra parte, la mayor parte de los partidos obreros burgueses tradicionales de los países europeos, la » Alianza Progresista de Socialista y Demócratas» incluye partidos de los viejos estados obreros deformados, que tienen sus raíces en el estalinismo o en la antigua oposición burguesa. Esto puede llevar a que hasta tres partidos (Rumania) del mismo país estén representados en el grupo parlamentario del SD.
El movimiento obrero reformista en el Parlamento Europeo
El colapso de la Unión Soviética en 1991, la restauración capitalista en la URSS y los estados obreros deformados y la restauración capitalista en China no sólo condujeron al surgimiento de nuevos imperialismos: dieron a la burguesía mundial un arma ideológica para frustrar, sobre todo, a la juventud proletaria, proclamando triunfalmente la victoria del capitalismo y la derrota del “comunismo”.
Las direcciones socialdemócratas estaban encantadas de unirse a esta celebración. Siempre se habían mantenido lealmente del lado de su imperialismo y, mediante su participación en las instituciones de consenso social y otras formas de cooperación de clases, gracias a su control sobre los sindicatos y los comités de empresa, creían haber ganado un lugar seguro en la mesa de los vencedores.
Una parte de los burócratas estalinistas de los antiguos estados obreros deformados y degenerados fueron transformados en capitalistas por los dirigentes de sectores económicos anteriormente estatales, en colaboración con el imperialismo. Su nueva existencia social determinó su conciencia; se convirtieron en brutales partidarios de la acumulación capitalista. (¡Viktor Orbàn también comenzó su carrera política como presidente del ala juvenil del partido estalinista húngaro!). Algunos de los partidos “comunistas” ocuparon el espacio libre dejado por la socialdemocracia y se convirtieron en partidos “reformistas” lealmente integrados al capitalismo.
El resultado del SPD alemán, que tradicionalmente desempeña un papel importante en el grupo parlamentario, es probablemente significativo: con un porcentaje de votos del 13,9%, logra el peor resultado en toda la historia de su partido y se sitúa incluso por detrás de la neofascista AfD ( 15,9%) y muy por detrás de los partidos Unión Conservadora Cristiana (30%). El SPD, en el poder con partidos burgueses, gestiona el Estado alemán como el PSOE al frente del estado capitalista español. Este grupo parlamentario también acoge a partidos burgueses como el PP francés y el PD italiano.
El grupo de la “La Izquierda” en el Parlamento Europeo ha perdido diputados porque los “partidos modelo” como PODEMOS, Die Linke y SYRIZA han defraudado las ilusiones de sus partidarios en un proceso de reformismo parlamentario y social, mediante su integración en el sistema capitalista. El ascenso del PTB/PAB belga, fundado por ex mao-estalinistas, no ha sido suficiente para compensar el descenso de los demás. En Francia, LFI y el PCF se opusieron a la huelga general destinada que debería haber impedido la contrarreforma de las pensiones de Macron y actuaron como un ala socialpatriótica en la Asamblea Nacional.
Las representaciones políticas de la burguesía
Los logros electorales de los partidos pertenecientes al espectro neofascista en Francia, Italia y Alemania –los imperialismos más importantes de la UE– constituyen una llamada de atención más allá de la UE para todos los trabajadores de Europa.
En Austria, el FPÖ se impuso por primera vez en las elecciones nacionales (25,4% de los votos), por delante del conservador ÖVP (24,5%) y los socialdemócratas (23,2%). En Francia, la alianza RN (Le Pen) reivindica la preponderancia en el campo burgués con un 31,4%.
El hecho de que los partidos del espectro neofascista estén actualmente divididos en dos facciones en el Parlamento Europeo (los grupos «Identidad y Democracia» y » Conservadores y Reformadores Europeos») muestra que alcanzar un acuerdo entre partidos incondicionalmente nacionalistas es una tarea difícil. El grupo de “Patriotas por Europa” anunciado a principios de julio por el FPÖ austríaco, el FIDESZ húngaro y la ANO checa difícilmente conducirá a un proceso de unificación de este movimiento.
Tanto los Verdes como los Liberales han sufrido grandes pérdidas. Para los Verdes de toda Europa, esto se debe a que incluso en los países donde están en el gobierno (Alemania, Austria, Irlanda, Bélgica), las «cuestiones fundamentales» que dicen encarnar: la protección del medio ambiente, la política energética o el transporte público, no son tratadas de manera diferente que en otros estados de la UE.
Ultimamente los principales partidos de la burguesía se movilizan contra cualquier acentuación de la política medioambiental. Las cuestiones abordadas por la mayoría de los partidos ecologistas, como los derechos humanos, la “política de asilo” y el pacifismo, también son objeto de constante polémica reaccionaria. Los Verdes de las coaliciones capitulan más o menos rápidamente ante sus socios más fuertes.
Las causas del ascenso de los partidos fascistas
El fascismo visto objetivamente no es la venganza de la burguesía en respuesta a las conquistas de proletariado, aunque sí sea una consecuencia ante la imposibilidad de éste de continuar e impulsar la revolución iniciada en Rusia. Los líderes fascistas no son una casta pequeña y exclusiva; ellos están profundamente extendidos en amplios sectores del pueblo. Tenemos que derrotar al fascismo no solo militarmente, sino también política e ideológicamente. (Clara Zetkin, Fascismo,1923 https://www.marxists.org/espanol/zetkin/1923/agosto/fascismo.htm )
La crisis de dirección del proletariado nació con la capitulación de la mayoría de la socialdemocracia internacional ante su “propio” imperialismo al comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914). La Internacional Comunista se creó en 1919 para compensar esto. Pero la degeneración de la Internacional Comunista a partir de 1924, su política catastrófica frente a la amenaza fascista en Alemania, su negativa a aprender la lección de la derrota de 1933, el punto de inflexión de los «frentes populares» (las “alianzas orgánicas con la burguesía democrática”) en 1935, la traición en Francia (1936) y en España (1936-1937) demostró que la IC se había vuelto contrarrevolucionaria.
La Cuarta Internacional, fundada en 1938 para reemplazarla, no encontró su camino hacia las masas, en parte debido a la persecución y exterminio de cuadros bolcheviques-leninistas por parte del estalinismo y el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. La búsqueda de atajos, el escepticismo sobre las capacidades de la clase obrera, la adaptación de su dirección al estalinismo y al nacionalismo burgués, desarrollados en el periodo 1949-1951, destruyeron irreversiblemente la IV Internacional de 1952 a 1963. Desde entonces, una multitud de corrientes centristas han corrido tras feministas burguesas, partidos ambientalistas e incluso reaccionarios islamistas, mientras se integran en aparatos sindicales corruptos.
Debido al descrédito del “trotskismo”, los grupos mao-estalinistas han conservado o ganado audiencia. Pero, sobre todo, esto ha permitido que los burócratas sindicales y los líderes “laboristas”, “socialistas” y “comunistas” continúen su labor de traición.
Las crisis revolucionarias en Argentina en 2001, Túnez en 2010, Egipto en 2011, Siria en 2011, Chile en 2019, Bielorrusia en 2020, Kirguistán en 2020, Sri Lanka en 2022 no condujeron a una revolución proletaria porque quedaron en manos de una fracción de la burguesía o fueron engañados para formar una asamblea constituyente. La obstrucción para impedir las huelgas generales, por parte de los partidos obreros burgueses, las burocracias sindicales y sus asistentes centristas en Francia, Alemania, Gran Bretaña, etc, ha aumentado la desmoralización del proletariado.
No dispuestas a luchar contra el capitalismo, las viejas direcciones también son incapaces de ofrecer una perspectiva, particularmente a los jóvenes que se rebelan contra la destrucción del medio ambiente y contra la barbarie sionista, así como contra la complicidad del imperialismo occidental. Estos partidos y aparatos burocráticos hace tiempo que abandonaron una de las ideas fundamentales del movimiento obrero revolucionario: el internacionalismo y la solidaridad. Por lo tanto, no pueden contrarrestar las cínicas maniobras divisoras de la burguesía contra los inmigrantes y solicitantes de asilo, salvo mediante llamamientos moralizantes.
La clase explotadora está dispuesta a todo
La servidumbre de las burocracias de las organizaciones obreras socava su utilidad para la clase dominante a largo plazo. En toda Europa, desde la década de 1990, los partidos laboristas y socialdemócratas –solos o en gobiernos de coalición con partidos burgueses– han decidido adoptar “planes de austeridad ” y han apoyado el deterioro social (el primer plan de austeridad en Austria en 1997, Hartz IV en Alemania). , etc.). En Austria, Italia, Bélgica, Francia y Gran Bretaña, las burocracias sindicales hicieron posibles esos ataques renunciando a medidas de combate eficaces, incluida una huelga general.
Cada revés, cada derrota, de los partidos reformistas o de los sindicatos que controlan, fortalece la confianza en sí misma de la clase dominante. A medida que se afloja el control de la antigua dirección sobre las masas y disminuye el nivel de organización de clase, el papel de los partidos obreros burgueses como correa de transmisión de la burguesía en el interior de la clase trabajadora se vuelve cada vez más superfluo para la burguesía.
Para incrementar la explotación del proletariado, los ataques “económicos” (aumento de las horas de trabajo, precarización laboral, reducción de las contribuciones patronales a la seguridad social, aumento de los alquileres) no son suficientes para la clase dominante.
El desarme político del proletariado (y de todas las clases asalariadas, de la juventud, etc.) también forma parte del arsenal de la burguesía para asegurar su poder.
Puede decirse aún más: la burguesía alcanza el máximo de su potencia, de concentración de sus fuerzas y medios, medios políticos y militares, de mentira, de violencia y de provocación -es decir, el máximo del desarrollo de su estrategia de clase – en el momento en que más amenazada está de caída social. (L. Trotsky. Nueva etapa, 1921. https://grupgerminal.org/?q=system/files/1921-NuevaEtapa-Porta-2-Trotsky_0.pdf)
El debilitamiento sindical, político e ideológico de la mayoría de las clases trabajadoras europeas durante décadas incita ahora a las burguesías a apretar los tornillos políticos y atacar las libertades democráticas fundamentales y las protecciones sociales, porque podemos esperar poca o ninguna resistencia efectiva por parte de la dirección tradicional de la clase. Las principales herramientas de esta ofensiva son la religión, el chovinismo, la xenofobia y el racismo.
La burguesía intenta imponer sus políticas con medios cada vez más autoritarios.
Por un lado, la mayoría de la clase dominante refuerza el espionaje a la población, restringe las libertades y fortalece el aparato represivo del Estado. Por otra parte, una minoría creciente empuja a los viejos partidos “democráticos” hacia la xenofobia y el autoritarismo o facilita la aparición de partidos racistas y/o neofascistas que señalan a los extranjeros, a menudo musulmanes, como responsables de todas las disfunciones del capitalismo en decadencia.
Por el momento, estos últimos permanecen dentro del marco “parlamentario” y, cuando obtienen acceso al gobierno, utilizan los instrumentos coercitivos del Estado burgués a su disposición contra la clase trabajadora. Pero al mismo tiempo intentan debilitar y socavar el propio sistema parlamentario, el pluralismo y la libertad de expresión. Pretenden darle un giro plebiscitario a la dominación de la burguesía. Buscan extender su control a los medios de comunicación e Internet, al sistema educativo, para intensificar su propaganda antiobrera, xenófoba, patriarcal, homofóbica.
Sus éxitos electorales alientan a los matones fascistas. La decepción que causan los partidos fascistas al llegar al poder (Italia, Hungría, Austria, Países Bajos, Finlandia, Croacia, República Checa, Eslovaquia) o al no llegar al poder (Francia, Alemania, Suecia, etc.) también puede llevar a la aparición de organizaciones más abiertamente fascistas, violentas, hostiles a todas las conquistas democráticas, que tuvieran, por primera vez desde los años 1920-30, una audiencia masiva.
La reacción apunta a los trabajadores inmigrantes y sus descendientes.
La migración es parte de toda la historia de la humanidad. Los desastres naturales, las hambrunas, los conflictos armados y los cambios en las fuerzas productivas siempre han provocado flujos de personas. Esta migración permitió a la especie humana sobrevivir.
El capitalismo, el colonialismo y el imperialismo han provocado un aumento masivo de la migración desde el siglo XIX. La hambruna irlandesa de 1843 y la consiguiente huida de 1,5 millones de personas o la emigración masiva de Italia (¡25 millones de italianos emigraron entre 1861 y 1960!) son sólo dos ejemplos. Entonces, como hoy, los capitalistas intentaron sacar provecho de la difícil situación de los inmigrantes. Se los utilizó para deprimir los salarios, se les negaron contratos laborales regulares y se exacerbaron las cuestiones religiosas o étnicas para impedir la solidaridad entre los explotados. Friedrich Engels criticó repetidamente a los dirigentes sindicales nacionalistas y reaccionarios de Inglaterra que rechazaban la solidaridad con los trabajadores irlandeses; Lenin criticó a los » socialistas » de Estados Unidos que se oponían a la entrada de trabajadores extranjeros.
Después de la Segunda Guerra Mundial y la “descolonización”, las burguesías de antiguas potencias coloniales como Francia o Gran Bretaña pudieron depender de la fuerza laboral de sus antiguas colonias o de sus vecinos. A partir de 1960, los capitalistas holandeses, alemanes y austriacos reclutaron “trabajadores invitados” de Turquía y Yugoslavia.
En estos últimos países, así como en los estados escandinavos, no sólo existían barreras lingüísticas, sino también otras líneas divisorias entre trabajadores nacionales y extranjeros (por ejemplo, mediante la creación de sus propias urbanizaciones). Sin embargo, lo crucial es que durante mucho tiempo los sindicatos (reformistas) no demostraron solidaridad con los » trabajadores invitados «, sino más bien un comportamiento paternalista. Los trabajadores extranjeros eran vistos instintivamente como competidores, con pleno empleo o no. La falta de contactos sociales (por ejemplo, actividades de ocio con trabajadores indígenas organizadas por sindicatos, formación, educación política) exacerbó la separación y facilitó la agitación de fuerzas reaccionarias contra los inmigrantes.
La injerencia occidental en Medio Oriente (Irak, Libia, Siria, etc.), en Asia Central (Afganistán) y los conflictos en África alimentados por las pot encias imperialistas, incluida Rusia, junto a los efectos de la destrucción global de la naturaleza causada por el modo de producción capitalista, fueron los detonantes de nuevos movimientos de refugiados en el siglo XX.
La llamada «Nueva Derecha», que oficialmente se distanció de los peores crímenes del nacionalsocialismo alemán, para difundir aún más descaradamente los conceptos fascistas, ha propagado la xenofobia y el racismo bajo la etiqueta de «etnopluralismo». Los identitarios, que están conectados en toda Europa y en conexión con el fascismo estadounidense, desempeñan aquí un importante papel de puente. A través de una mezcla de ilusiones de supremacía blanca y vínculos con sentimientos religiosos reaccionarios (“Occidente cristiano”), estos fascistas influyen o constituyen el eje de los partidos fascistas de masas.
En la mayoría de los países, el movimiento obrero está indefenso ante esta ofensiva porque sus partidos tradicionales llevan años aplicando de forma oportunista políticas más o menos xenófobas y divisorias.
Después de las elecciones “europeas”, a los medios burgueses les ha gustado señalar que uno de los pocos países donde el partido socialdemócrata no había registrado pérdidas sino más bien ganancias era Dinamarca. El PS danés, en particular, sigue una política migratoria muy restrictiva (abolición del “asilo espontáneo”, a favor del establecimiento de campos en las fronteras exteriores de la UE, restricciones extremas a la inmigración familiar, trabajo obligatorio para “ganar” prestaciones sociales más tarde (!)., etc.). El éxito de la Alianza Sarah Wagenknecht (BSW, escindida de Die Linke) en Alemania también muestra que el nacionalismo y la xenofobia no son prerrogativa de partidos fascistas como la AfD. La posición socialmente demagógica y nacionalista del BSW obtuvo el 6,2% de los votos en las elecciones europeas, mientras que el Die Linke cayó al 2,7%.
Las reconfiguraciones en el campo burgués están en pleno apogeo y anuncian nuevos ataques intensificados contra los asalariados, inmigrantes, mujeres, jóvenes en formación, homosexuales…
Los comunistas internacionalistas enfrentan la tarea de llevar a las masas hacia la conciencia de clase socialista, es decir, hacia el reconocimiento de la necesidad de derrocar la sociedad capitalista.
Además de defendernos de los ataques de la burguesía a las condiciones materiales de vida de las clases trabajadoras en Europa, es importante defender los logros democráticos del movimiento obrero. Para lograrlo, es esencial mantener la solidaridad internacional. Ninguna concesión al nacionalismo, al proteccionismo, a la xenofobia.
Internacionalismo y estrategia revolucionaria
La respuesta a esta regresión no consiste en la vana búsqueda de aliados «democráticos» dentro de la burguesía o de la » democratización » de las fuerzas de represión, sino en el retorno a la estrategia de la lucha de clases contra la división de los explotados y oprimidos entre ellos mismos, por la solidaridad proletaria, para que el proletariado tome la iniciativa en la lucha contra la explotación y contra toda opresión. Esto requiere la construcción de partidos obreros revolucionarios que no se centren en el éxito electoral a corto plazo, sino en movilizaciones destinadas a derrocar el sistema capitalista, abriendo el camino al socialismo.
Nada se logrará sin la lucha de las masas, pero la suma de luchas no será suficiente para derrotar definitivamente a la clase explotadora. Necesitamos una clase que lidere las luchas, que sepa dar un paso atrás para retomar mejor la ofensiva, que tenga un objetivo claro y que tenga un partido entregado y decidido.
Esto incluye el frente único de trabajadores contra cualquier medida importante que golpee a la clase trabajadora, a las mujeres, a los trabajadores indocumentados, a los estudiantes, etc. .. Es igualmente importante apoyar la organización de las masas, por un lado en las organizaciones de clase existentes (sobre todo en los sindicatos de masas) contra las burocracias integradas en el Estado burgués, por una auténtica democracia obrera y por la independencia de la patronal y su Estado. Pero, por otra parte, debemos ayudar a construir en cada gran lucha nuevos órganos de tipo consejo obrero, más amplios que los sindicatos . Debemos ganar para la revolución a las capas más amplias posibles de la población trabajadora, a los jóvenes que estudian, a los trabajadores autónomos empobrecidos, etc.
La propagación de la autodefensa obrera se vuelve fundamental. El avance de partidos reaccionarios, chovinistas y racistas alienta a las bandas fascistas de matones, rompehuelgas y lumpen a llevar a cabo ataques violentos contra inmigrantes, solicitantes de asilo y activistas políticos del movimiento obrero. Cuanto más fuerte se vuelve el control de las fuerzas fascistas sobre el aparato estatal, más peligrosas son las ilusiones según las cuales los órganos estatales (la policía, la justicia) protegerían a las víctimas.
Pero hoy no existe ningún partido con la tradición, autoridad y establecimiento del Partido Bolchevique de 1917. El Colectivo Revolución Permanente lanza un llamamiento urgente para el reagrupamiento programático de todos los militantes, fracciones y organizaciones nacionales (incluido, en Europa, el NPA-R /Francia, el PCdL/Italia, KoZ/Turquía, RSO/Alemania, RSO-Austria, etc.), internacionales (en particular la L5I) para la construcción del partido obrero revolucionario en cada país, de la internacional obrera revolucionaria en todo el mundo. Implementar un programa de acción (defensa de los refugiados y de los trabajadores extranjeros, lucha contra el militarismo imperialista y burgués, milicia de los explotados y oprimidos, escala móvil de salarios, expropiación de los grandes grupos capitalistas, gobierno de los trabajadores, disolución de la OTAN, Estados Unidos Socialistas de Europa) es más urgente que nunca. Ya es hora de resolver la crisis de dirección del proletariado.
7 de julio
Colectivo Revolución Permanente