En defensa del pueblo palestino ¡Por un programa y una organización revolucionaria en Palestina!

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Cada día se demuestra que el sionismo es incapaz de resolver la cuestión judía. El conflicto entre judíos y árabes en Palestina está tomando un cariz cada vez más trágico y amenazador (Trotsky, 18 de enero de 1937).

El sábado 7 de octubre, la barbarie dio un paso más en Palestina: primero con el atentado de Hamás en el suroeste de Israel, en el que fueron masacradas deliberadamente unas 1.400 personas, la gran mayoría civiles, mujeres, niños, jóvenes y ancianos ; más de 4.100 resultaron heridas y entre 150 y 200 personas fueron secuestradas. A esto hay que añadir los incesantes bombardeos del ejército israelí contra los 2 millones de palestinos atrapados en la Franja de Gaza (41 km de largo y entre 6 y 12 km de ancho), que han causado a fecha 16 de octubre más de 2.800 muertos y más de 9.700 heridos. La Franja está sometida a un bloqueo total, incluidos suministros vitales como el agua, el fuel necesario para producir electricidad y los medicamentos. Los hospitales, desbordados por el número de heridos, son atacados deliberadamente por el ejército irraelí. Una probable intervención militar israelí sobre el terreno en la estrecha y superpoblada Franja de Gaza provocará inevitablemente miles de muertos y heridos adicionales, así como innumerables actos de destrucción.

El origen de esta violencia en Palestina, que nunca ha cesado, se encuentra en la colonización de Palestina a partir de 1882 por el nacionalismo burgués judío (sionismo), que afirmaba que el lugar de los judíos no estaba ni en Europa ni en América, sino sólo en Palestina, donde había una minoría judía en paz con los árabes musulmanes y cristianos. El proyecto colonial no consistía en explotar la mano de obra árabe, sino en expulsarla y sustituirla por un proletariado judío, sometido por la ideología nacional a la nueva burguesía.

El imperialismo británico fue el primero en apoyar el sionismo con la Declaración Balfour de 1917 para reforzar sus propias posiciones en Oriente Próximo, tras la Primera Guerra Mundial. Cuando Hitler tomó el poder en Alemania en 1933, el Estado norteamericano cerró sus fronteras a los judíos de Europa. El movimiento sionista intentó colaborar con el régimen nazi para enviar a los judíos alemanes a Palestina. En vano. Con la complicidad del Estado británico, el nacionalismo judío creó en 1920 organizaciones terroristas en Palestina (Haganah, Irgun) para intimidar, asesinar y bombardear a cualquiera que se les resistiera.

Tras la Segunda Guerra Mundial y el genocidio de los judíos europeos por el imperialismo alemán, el sionismo pasó a ser preponderante en la diáspora judía, aunque la mayoría de los judíos de Europa Occidental y Norteamérica no se establecieron en Palestina. Sólo los comunistas internacionalistas de la Liga Comunista Revolucionaria de Palestina y de la IV Internacional se opusieron a la colonización.

Con respecto a Palestina, la IV Internacional declara que el repudio total del sionismo es un requisito previo para la fusión de las luchas de los trabajadores judíos con las luchas emancipadoras, sociales y nacionales de los trabajadores árabes. Declara que es profundamente reaccionario exigir una inmigración judía hacia Palestina, como es reaccionario, en general, llamar a la inmigración de los opresores hacia los países coloniales. (Congreso de la IV Internacional, mayo de 1948)

En 1948 se fundó el Estado de Israel sobre la base de expulsar de sus tierras, ciudades y pueblos a 700.000 árabes palestinos, y ello con el apoyo del imperialismo estadounidense y de la burocracia estalinista del Kremlin. La mayoría del movimiento obrero judío (el partido laborista Mapai, el partido proestalinista Mapam, el aparato sindical Histadrut) del nuevo estado era sionista. El sindicato excluyó a los trabajadores árabes y Mapai fundó Israel. El Partido Comunista Israelí (Maki), bajo la influencia del Kremlin, aceptó Israel.

Desde entonces, en Palestina hay un Estado colonial, Israel, y un pueblo colonizado, los palestinos, cientos de miles de los cuales han sido estacionados en campos, entre ellos más de 1,5 millones en Gaza. Además, parte de la población árabe de Palestina ha tenido que exiliarse, la mayoría de las veces hacia campos miserables en Líbano, Jordania y Siria. Según la ONU, son 4,7 millones los que sobreviven en ellos. El sionismo se convirtió en terrorismo de Estado, utilizando sistemáticamente la violencia militar contra los árabes.

El pueblo palestino nunca ha dejado de levantarse contra esta opresión. Pero nunca han tenido una dirección política proletaria y revolucionaria. Tras la fundación de Israel y su equipamiento con armas atómicas con la ayuda del Estado francés, la resistencia pasó de manos de clérigos musulmanes a nacionalistas panárabes con una retórica vagamente socialista agrupados en la OLP (Fatah, FPLP, FDLP…), pero de hecho vinculados a uno u otro régimen nacionalista de los Estados burgueses de la región y a la burocracia de la URSS.

Uno de estos regímenes, Siria, convergió con Israel, con la monarquía de Jordania instaurada por el Estado británico y con el ala cristiana de la burguesía del Líbano – apoyada por el Estado francés – para aplastar a la resistencia palestina agrupada en la OLP. En 1993, con la restauración del capitalismo en la URSS en 1992, la OLP negoció los Acuerdos de Oslo bajo la égida del Estado noreamericano. Estos acuerdos ratificaron la partición de Palestina en dos Estados: de hecho, significaron el reconocimiento de un Estado colonial armado hasta los dientes y la creación de dos bantustanes sin ejército real.

Fue a partor de entonces cuando el islamismo (Hamás, Yihad) se hizo popular entre los oprimidos centrándose en la religión y el antisemitismo. Al Fatah, que optó por convertirse en un títere de Estados Unidos e Israel, conserva el gobierno formal de Cisjordania («la Autoridad Palestina»), negándose ahora a celebrar elecciones; Hamás, favorecido inicialmente por Israel, tomó el control de la Franja de Gaza con el apoyo dde la dictadura de los mulás de Irán (que persiguen a las minorías kurda, árabe y azerí), de los emires de Qatar (que sobreexplotan ferozmente a los proletarios palestinos dentro de sus fronteras) y de una parte de la burguesía musulmana del Líbano, reprimiendo a todos los que hacen referencia al socialismo.

Paralelamente, el carácter colonialista, teocrático y racista del Estado de Israel se hacía cada vez más evidente, al mismo tiempo que se desarrollaban todos sus medios militares, de vigilancia y de represión contra los palestinos. En 1977, por primera vez, el Mapai (Partido Laborista) – que inicialmente tenía mayoría en el Estado colonial- no formaba gobierno,. La organización Matzpen, que en 1962 reunía a militantes árabes y judíos contra el sionismo y que en los años 70 se acercó al FDLP y al FPLP, fue disuelta por la represión.

En 1995, tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, Cisjordania fue desmembrada en 3 zonas, lo que dio a Israel el control total del 60% del territorio. El número de colonos no ha dejado de aumentar en ningún momento y Cisjordania se ha transformado en un mosaico de implantaciones de asentamientos, ahogando poco a poco cualquier posibilidad para los palestinos. Desde 2002, el Estado de Israel ha construido un muro de más de 700 km de longitud, invadiendo las tierras de los palestinos de Cisjordania y sometiéndolos a incesantes controles y acosos para dificultar su desplazamieno. La creación ilegal de asentamientos, que comenzó en 1967, se ha acelerado en Cisjordania, y más tarde alrededor de Jerusalén Este y en los Altos del Golán, apropiándose ilegalmente de tierras y recursos hídricos, con la protección del ejército. Por ejemplo, la Ley Fundamental aprobada el 19 de julio de 2018 establece como principio con valor constitucional la superioridad de los derechos de los judíos sobre los de los árabes palestinos residentes en Israel.

Bajo la égida de Trump en 2020, los llamados Acuerdos de Abraham establecieron un acercamiento entre Israel y Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, seguidos de Marruecos y Sudán, mientras se mantían conversaciones con Arabia Saudí. La dictadura militar egipcia no oculta su estrecha cooperación con Israel y participa en el bloqueo de Gaza en colaboración con el Estado sionista.

Así pues, los Acuerdos de Oslo, aprobados por la OLP, apoyados por todas las potencias imperialistas y elogiados por los agentes de la burguesía en la clase obrera (partidos «reformistas», burocracias sindicales), no resultaron ser más que un engaño contra los palestinos. Como habían predicho los comunistas internacionalistas, el mito de la creación de dos Estados que coexisten pacíficamente ha quedado totalmente destrozado por la realidad de los hechos.

Envalentonada por los avances que se producen día tras día contra los derechos de los palestinos a la sombra de los Acuerdos de Oslo, la facción más decidida de la burguesía israelí ha decidido pasar a una velocidad superior. El sexto gobierno de Netanyahu, que tomó posesión el 21 de diciembre de 2022, es una coalición entre el Likud y los partidos ultrarreligiosos y fascistas que están a la vanguardia de la conquista sionista y tienen una fuerte presencia entre los colonos de Cisjordania. Del total de 120 diputados, las elecciones de noviembre de 2022 dieron 32 escaños al Likud y 32 a los partidos ultrarreligiosos y fascistas. Los nombres de estos partidos hablan por sí solos: Shas (Sefardíes Ortodoxos por la Torá), el Partido Sionista Religioso, Judaísmo Unido por la Torá, Otzma Yehudit (Fuerza Judía, el nuevo nombre del partido Kach clasificado como organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea) y Noam (Placer – ¡sic! – basado en el aborrecimiento de las personas LGBT y otras minorías sexuales). Además, de 40 ministros y viceministros, los partidos ultrarreligiosos y fascistas ocupan 20 puestos, y no son los menos, que van desde viceprimer ministro a seguridad nacional, desde interior a finanzas, pasando por sanidad, construcción y vivienda, con un viceministro de educación para defender la «identidad nacional judía» en los planes de estudio, y un puesto especialmente creado para el desarrollo de los asentamientos en la zona C. La zona C, tal como se define en los Acuerdos de Oslo de 1995, representa de hecho los territorios ocupados, es decir, el 60% de Cisjordania.

Una de las principales figuras de estos partidos fascistas, Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso, no ocultó sus intenciones cuando anunció en un documento programático que había que imponer un «Gran Israel», poniendo fin a la ficción de los dos Estados y acabando con cualquier esperanza de los palestinos de formar su propio Estado. En primer lugar, intensificando la colonización:

La primera y más importante etapa del decisivo plan «Una sola esperanza» será la colonización. En esta etapa, estableceremos el hecho básico más importante: estamos aquí para quedarnos. Dejaremos claro que nuestra ambición nacional de un Estado judío de río a mar es un hecho consumado, un hecho que no puede discutirse ni negociarse. Esta etapa se logrará mediante un acto político y jurídico de imposición de la soberanía sobre la totalidad de Judea y Samaria, y mediante actos concomitantes de colonización: el establecimiento de ciudades y pueblos, la provisión de infraestructuras como es habitual en el «pequeño» Israel y el estímulo a decenas y cientos de miles de habitantes para que vengan a vivir a Judea-Samaria. De este modo, podremos crear una realidad clara e irreversible sobre el terreno (Una sola esperanza, 2017)

Este proceso, en marcha desde hace varios años, se ha reforzado aún más desde la instauración del último gobierno del Likud aliado con los fascistas y los fanáticos religiosos. Las aldeas palestinas son atacadas regularmente por colonos y las incursiones asesinas del ejército israelí van en aumento. El objetivo final declarado es aplastar militarmente cualquier intento de resistencia, hacer emigrar a los palestinos recalcitrantes y privar a los que acepten quedarse de casi todos sus derechos políticos, como el derecho a elegir diputados a la Knesset. No es muy democrático, ¿verdad? No importa, Smotrich tiene otros valores:

El Estado de Israel se fundó por la fuerza de la creencia en la justicia de la historia bíblica, y por la fuerza del acuerdo de las naciones del mundo -en un momento histórico poco común- para hacer realidad la visión y devolver la Tierra de Israel al pueblo de Israel […] Esta creencia en la justicia de nuestra causa es vital, y quienes carezcan de ella encontrarán ciertamente difícil defender la exigencia de que los árabes de Judea y Samaria abandonen sus ambiciones nacionales en favor de las nuestras. (Una sola esperanza, 2017)

Lo que ha cambiado desde entonces es que el autor y sus acólitos están ahora en el gobierno de igual a igual, de la mano del Likud, y que Smotrich es ministro de Finanzas y vicepresidente de la Knesset… El motivo de Netanyahu para limitar los poderes del Tribunal Supremo era, por supuesto, evitar que él y sus compinches corruptos fueran procesados por diversos delitos de corrupción. Pero también para tener vía libre en su empresa contra los palestinos y evitar el riesgo de ser censurado por las opiniones de algunos jueces un poco menos sometidos a la «justicia bíblica» que su gobierno y que podrían considerar sus medidas «poco razonables».

Los organizadores del Hofshim be Artzenou (Libres en Nuestra Patria) de las manifestaciones masivas contra la reforma del Tribunal Supremo (300.000 personas en total el 25 de febrero) se han limitado a defender la democracia del Estado colonial y ondean la bandera israelí, excluyendo deliberadamente toda participación de las organizaciones de defensa de los derechos de los palestinos, y sin cuestionar en ningún momento la política colonial del Estado de Israel. Sin embargo, aprovechando las manifestaciones, algunas asociaciones atacan la colonización y ondean la bandera palestina en Tel Aviv y Jerusalén. Además, la huelga de reservistas estaba debilitando el principal instrumento del colonialismo, el ejército israelí, especialmente en la fuerza aérea.

La política ya adoptada por las guerrillas panárabes de los años setenta contra los civiles judíos, retomada por Hamás en los últimos años y que acaba de llevar aún más lejos, es impotente para destruir Israel. Al contrario, refuerza el chovinismo y el racismo de la población judía. Sin dudarlo un instante, el Havoda (ex Partido Laborista Mai), el Meretz (ex Mapam) y la dirección de la central sindical Histadrut se alinean ahora detrás de Netanyahu. Acaba de formarse un gabinete de guerra de unidad nacional entre el Likud y el Partido de Unidad Nacional; los ministros fascistas religiosos no forman parte de él, pero eso no tiene importancia porque es su política la que se está aplicando. La diáspora judía, que se había distanciado del 6º gobierno de Netanyahu que incorporaba a los fascistas, cierra filas ahora en torno al Estado colonial.

Hoy, una parte del pueblo palestino vuelve a ser víctima del terrorismo de Estado a gran escala con el bloqueo de Gaza, los incesantes bombardeos y la amenaza de una invasión militar asesina en Gaza. Es una vez más la población civil palestina, mucho más que los dirigentes de Hamás, la que va a pagar el precio de la sangre bajo los bombardeos, con la octava operación militar israelí sobre Gaza en diez años. Para la resistencia palestina, que se ha levantado en armas, la situación está en punto muerto. Las fuerzas militares israelíes son mucho más poderosas que los combatientes palestinos, con todo un arsenal de material militar que va desde aviones a vehículos blindados, etc.

Los trabajadores conscientes de todo el mundo están al lado de cualquier pueblo oprimido, sea cuales sean sus dirigentes actuales, pero eso nunca es suficiente. Para abrir una perspectiva al pueblo palestino, se necesita ante todo un programa político revolucionario.

  • Frente a la mayoría de los reformistas (y también de las organizaciones «trotskistas» como LO/Francia, el PS/Gran Bretaña, el PO/Argentina, la AWL/Gran Bretaña, el POI/Francia…), hay que acabar con el mito de la constitución de un Estado palestino en los pocos jirones de territorio fragmentado que Israel aún no se ha anexionado, porque es totalmente inviable y consagra la colonización de Palestina. Cualquier solución democrática pasa por el desmantelamiento previo del Estado sionista, un Estado de apartheid, belicista e instrumento de las potencias imperialistas occidentales en Asia Occidental.
  • Frente a lo que defienden algunos restos del estalinismo (y también muchas corrientes centristas como la pablista QI, la FT-QI y LIT-QI, la healista QI-WSWS…), hay que acabar con el llamado frente único antiimperialista junto a los islamistas de Hamas y los regímenes burgueses reaccionarios árabes, persas o turcos. Estos regímenes maniobran en función de sus intereses y de las presiones de las distintas potencias imperialistas. Por el contrario, la clase obrera de todo el mundo debe apoyar las luchas de los trabajadores, las mujeres y las minorías nacionales de la región contra sus gobiernos corruptos, como en Líbano, contra la dictadura, como en Siria e Irán, contra los príncipes y las monarquías de Arabia Saudí y Jordania… Hay que acabar con la sumisión a la burguesía palestina, ya se trate de su ala clerical, misógina y antisemita financiada por los ayatolás y los emires, o de su ala compradora dependiente de Israel.

Se necesita un partido obrero revolucionario para unir al proletariado y arrancárselo al sionismo y al islamismo. Los trabajadores palestinos deben forjar lazos fraternales con los elementos conscientes del proletariado israelí. El proletariado israelí sólo puede existir como clase y librar una lucha contra su burguesía reconociendo los derechos democráticos y nacionales de los árabes palestinos, el primero de los cuales es el derecho al retorno. Las consignas del proletariado consciente son, por tanto:

  • liberación de todos los combatientes árabes, unidad de Palestina,
  • igualdad de todos los palestinos (judíos y árabes; hombres y mujeres; musulmanes, judíos, cristianos, ateos), separación del Estado y las religiones,
  • derecho de los trabajadores hebreos a vivir en Palestina bajo estas condiciones,
  • gobierno de los trabajadores, expropiación de los grupos capitalistas.

La única fuerza social capaz de establecer una Palestina unificada, democrática y laica donde todos los que quieran puedan vivir con igualdad de derechos, es la clase obrera árabe, judía, turca, kurda y persa de la región, que abolirá las fronteras heredadas de la colonización y establecerá la federación socialista de Oriente Medio.

Todas las potencias imperialistas han reafirmado su apoyo a Israel y su «derecho a defenderse». Pero el derecho del pueblo palestino a defenderse contra el destino que le espera desde 1948 es totalmente ignorado, ¡incluso por aquellos que defendieron el derecho de Ucrania a existir contra el Estado ruso que quería anexionársela!

Más que nunca, el antisionismo es deliberadamente equiparado con el antisemitismo por los gobiernos burgueses, y con esa excusa en algunos lugares se prohíben las manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino. Hay que desarrollar a nivel internacional una campaña de frente único que reúna a todas las organizaciones obreras, sindicatos y partidos en defensa de todos los militantes y organizaciones antisionistas, contra todo envío de armas a Israel y en solidaridad con el pueblo palestino.

16 de octubre de 2023


Colectivo Revolución Permanente (Argentina, Austria, Estado Español, Francia, Turquía)