Adicionalmente, las mujeres continúan sufriendo los efectos de la opresión social específica del sistema patriarcal, reforzado por los sacerdotes de todas religiones. En muchos territorios siguen existiendo la desigualdad jurídica respecto a los hombres, la mutilación genital, la prohibición de la anticoncepción o el aborto. Por todos lados, el machismo hace recaer sobre ellas jornadas adicionales de trabajos domésticos y cuidados de menores, enfermos y dependientes. Las mujeres son víctimas sexuales de las migraciones y de las numerosas guerras civiles (Birmania, Yemen, Siria…) o de las invasiones (Yemen, Ucrania…). Los malos tratos y los asesinatos sexistas se perpetúan incluso en los países que se consideran «más avanzados socialmente».
En algunos países (entre los que se encuentran los EEUU) existen empresas que gestionan «granjas» de mujeres pobres dedicadas a parir hijos para el mejor postor internacional. Las redes mundiales de trata de personas para prostitución y trabajo esclavo tienen como víctimas preferidas a mujeres y niñas (65% del total detectado, según el Reporte Global sobre Trata de Personas 2020 de la ONU). El horror capitalista no encuentra límites en la mercantilización de todo, incluidos los seres humanos, especialmente las mujeres.
El machismo es un buen negocio para la sociedad dominada por el capital: divide a la clase obrera, presiona a la baja los salarios, deriva la rabia personal hacia un chivo expiatorio débil, en vez de hacia el poder de los explotadores. Todas las religiones lo justifican, dedicando grandes esfuerzos a educar a las mujeres en la doble sumisión, al patrón y a los hombres.
Por esa razón las mejoras que han ido alcanzándose a lo largo de más de un siglo no han caído del cielo ni provienen de la generosidad de los gobernantes. Han sido el producto de importantes combates incorporados a la lucha de clases del proletariado consciente y organizado. La Comuna de París (1871) y la Revolución Rusa (1917) convirtieron a las mujeres trabajadoras en sujeto histórico de su completa liberación y marcaron para el futuro las grandes conquistas que solo mucho después han sido logradas, con gran esfuerzo y parcialmente, en algunos países: igualdad jurídica, derechos políticos, unión libre, igualdad de los hijos dentro y fuera del matrimonio, derecho al aborto, custodia y protección de las niñas y niños.
De hecho, mientras que el primer país del mundo en legalizar el aborto y establecerlo en manos de la sanidad pública fue la Rusia revolucionaria de 1917, alcanzarlo en España, Argentina o Colombia ha necesitado grandes movilizaciones en los últimos años. Y en todos los países donde es legal, el aborto, como muchas otras adquisiciones sociales, está puesto en cuestión permanentemente por las fuerzas burguesas más reaccionarias (EEUU, Polonia…). La situación de las mujeres se ha degradado especialmente en las ciudades de Afganistán.
Sin embargo, el actual feminismo burgués y pequeño-burgués, como el de hace un siglo, se cree ajeno a las diferencias de clase y reivindica la «unidad» de todas las mujeres. Eso les permite convivir cómodamente con la explotación capitalista y soñar que las posibles reformas no estarán en peligro al primer viraje de la relación de fuerzas entre las clases.
Nosotros, con Eleanor Marx, Clara Zetkin, Aleksandra Kolontái, Rosa Luxemburg, Inessa Armand y tantas otras revolucionarias, lo decimos con claridad:
¿Qué quieren las feministas? Los mismos privilegios, el mismo poder, los mismos derechos dentro de la sociedad capitalista que los que ahora poseen sus esposos, padres y hermanos.
¿Qué quieren las trabajadoras? Abolir todos los privilegios derivados del nacimiento o la riqueza. A la trabajadora no le importa quién es el “amo”, un hombre o una mujer. Junto con toda su clase, puede aliviar su posición como trabajadora. (El Día de la Mujer. Aleksandra Kolontái. 1913. Marxist Internet Archive.)
Acabar para siempre con la opresión de la mujer requiere ejercer la lucha de clases contra el capital, combatir por una sociedad cuyos fundamentos económicos no sean la propiedad privada de los medios de producción y la explotación de una clase por otra. Y para ello las mujeres trabajadoras han de organizarse, incorporarse a la construcción del partido obrero que dirija la revolución y entierre todos los privilegios derivados del nacimiento o la riqueza.
Por la igualdad jurídica total de las mujeres en todos los países.
Distribución del trabajo entre todas y todos, mediante la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios, hasta eliminar el desempleo. Contra el trabajo precario. Igualdad salarial real entre hombres y mujeres.
Recuperación automática del poder adquisitivo perdido por la inflación. Salarios, prestaciones y pensiones que permitan vivir decentemente a todas las trabajadoras y trabajadores.
Servicios públicos suficientes, gratuitos y de calidad, prestados a los trabajadores de ambos sexos para los desplazamientos, el cuidado de las niñas y niños y de las personas enfermas y dependientes.
Viviendas dignas para todas las trabajadoras y trabajadores.
Eliminación inmediata de toda religión en las escuelas. Por un sistema escolar único, público, laico, gratuito y de enseñanza mixta. Por una educación sexual científica basada en el amor y el respeto a la propia libertad sexual y a la de los demás, independientemente de la orientación de cada cual.
Contra toda financiación directa o indirecta de las diferentes religiones.
Contra todo tipo de mutilación genital. Anticoncepción y aborto libres y gratuitos a cargo de la sanidad pública. Por una sanidad pública, universal, gratuita y laica. Respeto y tratamiento médico adecuado de las patologías y enfermedades específicamente femeninas. Gratuidad de los productos de protección periódica.
Prohibición y penalización del proxenetismo. Prohibición de la maternidad subrogada (vientres de alquiler).
Por el derecho a cruzar las fronteras de forma libre y segura para todas las trabajadoras y trabajadores, así como para las refugiadas y los refugiados, los jóvenes en formación.
Contra la justicia machista y los linchamientos mediáticos de todo tipo. Depuración de todos los jueces reaccionarios. Por una auténtica justicia democrática no sexista en la que los jueces puedan ser elegidos y destituidos por los consejos de trabajadoras y trabajadores. Por la autodefensa de las mujeres contra la violencia machista.
Por un gobierno de las trabajadoras y trabajadores hacia una sociedad sin clases, sin explotación ni opresión. Por el socialismo internacional.
Colectivo Revolución Permanente
(Austria, Estado Español, Francia, Turquía)