Ruido de sables en Europa
En abril de 2021, el presidente ruso Putin concentró 100.000 soldados en la frontera con Ucrania y luego los retiró. En noviembre, lo volvió a hacer. El 17 de enero de 2022, los ejércitos bielorruso y ruso comenzaron unos ejercicios militares conjuntos. Ese mismo día, el primer ministro británico Johnson empezó a entregar equipo militar a Ucrania. El 19 de enero, el presidente estadounidense Biden declaró que Putin quería invadir Ucrania. El 21 de enero, el gobierno estadounidense proporcionaba armas sofisticadas al ejército ucraniano, a través de Polonia y Lituania, entre ellas misiles antitanque Javelin. El 2 de febrero, Biden aumentaba en 3.000 el efectivo de las tropas estadounidenses en Europa (8.500 ya estaban en alerta) en virtud del tratado militar de la OTAN. Los gobiernos francés y turco (ambos miembros de la OTAN) actuaban mientras tanto como mediadores, para evitar la confrontación.
Digan lo que digan los medios de comunicación rusos y chinos, Ucrania no representa actualmente ningún peligro para Rusia. Aunque el ejército estadounidense sea superior, Biden no desea hoy una guerra contra Rusia en Europa porque, como Trump antes que él, está centrado contra China. Apoyado por un consenso entre los dos grandes partidos burgueses, se contenta con amenazar con sanciones económicas. Pero Rusia ha tomado precauciones.
Desde 2014, las autoridades rusas han aumentado considerablemente la capacidad de su economía para resistir un choque severo, especialmente para el sector bancario y financiero. (Le Monde diplomatique, febrero de 2022)
Una víctima colateral de las sanciones económicas recíprocas sería Europa Occidental, que sufriría el cierre del sistema internacional de pagos Switch, y en particular la economía alemana, cuyo indispensable acceso al gas ruso podría verse comprometido. Digan lo que digan los medios estadounidenses y británicos, Rusia no tiene intención de invadir y conquistar lo que queda de Ucrania. Pero como con los movimientos militares en el Mar de China, Europa Central se ha convertido en una zona de peligro. La situación puede cambiar bruscamente, principalmente en detrimento de la población de Ucrania y del Donbass. Johnson, Biden y Putin tratan de compensar su impopularidad interna con muestras de fuerza nacional. Las rivalidades entre las potencias capitalistas provocan inestabilidad y tensiones crecientes y amenazan más que nunca a la humanidad.
El intento del imperialismo estadounidense de cercar a Rusia
El estado norteamericano defiende los intereses de su burguesía, no la democracia, tanto en el interior como en el exterior. No sólo sus aliados son a menudo déspotas, como los actuales monarcas del Golfo, sino que más de una vez ha intervenido en otros estados para derrocar a los gobiernos que de una manera u otra le estorbaban.
Cuando, tras el colapso de sus rivales japoneses y alemanes, se volvió contra el degenerado estado obrero de la URSS, en un intento de restablecer el capitalismo allí e impedir la propagación de la revolución en Asia, creó bloques militares: el Pacto de Bagdad en Asia Occidental, la ASEAN en Asia Oriental y la OTAN, fundada en 1949, que debía proteger a Europa Occidental de la amenaza de la URSS. En realidad, el ejército «soviético» intervenía más bien para aplastar el peligro revolucionario (Alemania, 1953; Hungría, 1956; Checoslovaquia, 1968).
Con las disensiones entre las burocracias estatales y nacionalistas, Estados Unidos pudo incluso jugar la carta de Yugoslavia en 1949 y luego la de China en 1971 para intentar aislar a la URSS. Como el socialismo en un solo país es imposible y los trabajadores no sólo fueron desprovistos del poder sino que fueron aplastados por la burocracia estalinista, la economía dirigida terminó decayendo en todas partes. Bajo la presión militar de Estados Unidos, con Gorbachov, la casta privilegiada que usurpaba el poder en la URSS, perdida su base popular, claudicó ante el imperialismo alemán (al aceptar la absorción de la RDA en la RFA en 1989) y estadounidense (para evitar la revolución en Sudáfrica y Nicaragua en 1990). Finalmente optó por el capitalismo con Yeltsin en 1992, al igual que la burocracia china, hechos que han estimulado al capitalismo mundial durante un tiempo. Pero el declive estadounidense, ya perceptible cuando Nixon puso fin al sistema monetario internacional de Bretton-Woods en 1971, se ha acelerado con la aparición del imperialismo chino.
Lógicamente, la OTAN debería haberse disuelto cuando se desintegró la URSS (1989-1991). En todo caso, en 1990-1991, Bush prometió a Gorbachov que la OTAN no se expandiría hacia el este. Sin embargo, en 1999 incorporó a Hungría, Polonia y la República Checa e intervino militarmente contra Serbia, aliada de Rusia. Entonces, el gobierno estadounidense anunció su intención de instalar su escudo antimisiles en Europa del Este. En 2002, con el pretexto de un ataque terrorista en su suelo, envió tropas a Asia Central con permiso de Putin (Tayikistán, Kirguistán, Uzbekistán). En 2008, Bush abre la OTAN a Georgia y Ucrania, sin despertar el entusiasmo de este último país. En 2014, Suecia y Finlandia, oficialmente neutrales, colaboran intensamente con la OTAN. El 8 de enero de 2022, el Secretario de Estado estadounidense Blinken confirma su apoyo al ingreso de Ucrania en la OTAN.
La respuesta del imperialismo ruso
El Estado ruso defiende los intereses de su burguesía. El gobierno que encabeza, debido a su debilidad económica, es cada vez más nacionalista y clerical, cada vez menos democrático. Acaba de prohibir la asociación Memorial. No defiende en absoluto a las minorías nacionales, como lo demuestra su silencio sobre la opresión nacional en China o la persecución de los musulmanes en la India, el sacrificio de la causa kurda en Siria en cuanto fue necesario para tranquilizar al gobierno islamista turco, la anexión de Crimea en detrimento de los tártaros y los ucranianos, la suerte de los chechenos dentro de sus fronteras.
La burguesía rusa (formada por oligarcas que saquean la propiedad pública y mafiosos de éxito) fue inicialmente víctima, bajo Yeltsin, de la superioridad de sus rivales norteamericanos y europeos, que se apoderaron rápidamente de las economías centroeuropeas, de nuevo capitalistas. Sin embargo, apoyándose en el tamaño del país, en sus riquezas naturales, en su nivel tecnológico y de formación, en su potencial militar, la clase explotadora consiguió preservar, bajo la égida de Putin (producto del FSB y protegido de Yeltsin), su independencia de los Estados de la OTAN y también de China.
Ya en 1991, Rusia pudo contar con Transnistria, cuya burocracia se separó de la ahora independiente Moldavia antes de restablecer el capitalismo. El referéndum de 2006 se decantó por la vuelta a Rusia. Transnistria, en la frontera occidental de Ucrania, alberga actualmente miles de soldados rusos.
Para contrarrestar el tirón de Occidente, el naciente Estado ruso intentó crear una Comunidad de Estados Independientes en 1991. Ante su fracasó, Putin lanzó en 1995 la Unión Económica Euroasiática (UEE), una unión aduanera y mercado común que ahora incluye a Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia.
Junto con China, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, India, Pakistán, Irán y Uzbekistán, Rusia creó en 2001 la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), y en 2002 formó una alianza militar con Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán: la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En Kazajstán, un Estado que mantiene su autonomía entre Estados Unidos, Rusia y China, la OTSC acaba de ayudar al gobierno de Tokayev a reprimir una revuelta obrera en enero. Ahora está más estrechamente vinculada a Rusia.
Aprovechando la incapacidad militar de la Unión Europea (la UE no tiene ejército propio y la mayoría de sus Estados siguen siendo miembros de la OTAN dirigida por Estados Unidos) y las dificultades del imperialismo estadounidense (Venezuela, Irak, Afganistán…), el Estado ruso ha conseguido aflojar la presión de Estados Unidos. En la práctica, ya no hay bases militares estadounidenses en Asia Central. También ha bloqueado la entrada de Georgia y Ucrania en la OTAN. El ejército ruso intervino en Georgia en 2008, separando dos zonas (Osetia del Sur y Abjasia), lo que impidió el ingreso en la OTAN. Rusia trató de reimplantar el gobierno ucraniano de Yanukóvich en 2013, pero un movimiento popular contra la subordinación a Rusia y contra la represión obstaculizó la operación. Desafiando el Memorándum de Budapest firmado con Ucrania en 1994, Putin invadió entonces Crimea (poblada por rusos desde que Stalin deportó a los tártaros) y fomentó la separación del Donbass (predominantemente rusoparlante).
Rusia salvó al déspota Assad en 2015, ya apoyado por el régimen islamista de Irán. A cambio, amplió y modernizó su base militar en Tartus. El Estado ruso también se afianzó en 2020 en Libia apoyando, a través de la milicia privada Wagner, al ELN del mariscal Haftar contra el GAN apoyado por el ejército turco y sus tropas auxiliares yihadistas exportadas desde Siria. En Bielorrusia, en 2020, ante las protestas populares, el déspota Lukashenko, que hasta entonces había mantenido un cierto equilibrio entre el imperialismo occidental y el ruso, tuvo que recurrir a su vecino. Bielorrusia es ahora un satélite de Rusia. El imperialismo ruso intenta suplantar al imperialismo francés en la República Centroafricana y en Malí, gracias a los mercenarios de la empresa Wagner.
Sin embargo, dada la debilidad de su base económica y a pesar de sus diferencias, el Estado ruso se ve obligado a apoyarse en el imperialismo chino para resistir al imperialismo estadounidense. De ahí la declaración de Pekín del 4 de febrero, en la que Putin y Xi manifestaron que encarna la «auténtica democracia» (sic) y que quieren un «mundo multipolar» (es decir, una redivisión del mundo que sólo se puede lograr a costa de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, etc.).
El demembramiento del Estado burgués ucraniano
El restablecimiento del capitalismo en Ucrania siguió un curso similar al de Rusia (una burguesía de oligarcas y gángsters en un país que es uno de los más corruptos del mundo desde entonces). Pero se mezcló con un nacionalismo local que, a lo largo del siglo XX, siempre hizo el juego al imperialismo alemán (contra el poder de los soviets primero y luego contra la URSS burocratizada) y a menudo adquirió un carácter antisemita y fascista.
El naciente estado burgués, al igual que los de Bielorrusia y Lituania, en 1991, se benefició de la renuncia del resucitado estado burgués polaco a sus territorios orientales anteriores a la Segunda Guerra Mundial. La independencia dentro de las fronteras heredadas de la URSS (incluyendo el Donbass y Crimea) fue reconocida por Rusia en 1994 a cambio de renunciar a las armas nucleares (también heredadas de la URSS). La mayoría de los ciudadanos ucranianos eran bilingües (hablaban ucraniano y ruso).
Atendiendo a sus vínculos económicos con Occidente y Oriente, y al igual que Bielorrusia, Kazajistán y muchos otros, el estado burgués ucraniano intentó maniobrar en sus primeros años entre los distintos imperialismos (en su caso, principalmente el estadounidense, el ruso y el alemán). Por eso, cuando el capitalismo ucraniano se vio sacudido por la crisis capitalista mundial de 2008 -su PIB cayó un 15% en 2009-, los imperialismos europeo occidental y ruso acudieron a su rescate a lo grande, salvando a sus bancos y proporcionando energía barata.
Este equilibrio inestable se vio alterado en 2013, no por la cuestión de la OTAN, sino por la competencia entre dos proyectos ostensiblemente económicos, la Unión Europea (UE) y la Unión Económica Euroasiática (UEEA). La UE, fundada en 1957, es el acuerdo regional más avanzado del mundo. Codirigida por el imperialismo alemán (económicamente el más fuerte) y el francés (económicamente el segundo, pero militarmente superior), la UE comprendía entonces 28 Estados, entre los que se encontraban muchos antiguos socios económicos de la URSS (Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía, Eslovaquia, República Checa), e incluso repúblicas anteriormente vinculadas a la URSS (Estonia, Letonia, Lituania) o a Yugoslavia (Croacia, Eslovenia).
El presidente Yanukóvich, elegido en 2010 contra Timoshenko, giró cada vez más hacia el autoritarismo y en 2013 suspendió la cooperación con la UE, especialmente desventajosa para la economía del Donbass, en favor de un acuerdo con la UEEA, más favorable a corto plazo.
Ucrania amputada por Rusia y satelizada por los imperialismos occidentales
Pero mientras una minoría de la población, especialmente en el sureste, estaba de acuerdo, la mayoría de la población, especialmente en el oeste, prefería la primera solución. Esto llevó a manifestaciones violentamente reprimidas en Kiev, cada vez más enmarcadas por grupos fascistas: PS (Pravy Sektor, Sector de Derecha, una federación de grupos fascistas) y OUN (Organización de Nacionalistas Ucranianos, la antigua organización de Stepan Bandera que colaboró con el régimen nazi). 75 personas fueron asesinadas por hombres armados no identificados el jueves 20 de febrero de 2014. Yanukóvich fue destituido por la Rada (el Parlamento ucraniano) el 22 de febrero y huyó a Rusia.
El 23 de febrero de 2014, la Rada despojaba al ruso (y a varias otras lenguas regionales, incluido el rumano) del estatus de lengua oficial en 13 de las 27 regiones. Ratificaba un gobierno provisional que incluía a varios fascistas. Y cerraba un acuerdo con la UE.
El imperialismo ruso tomó represalias anexionando Crimea el 27 de febrero y apoyando por todos los medios el levantamiento de los separatistas prorrusos (entre los que se encuentran mafiosos y fascistas) en el este de Ucrania, la región más poblada después de Kiev, que comprende una minoría étnica rusa y una mayoría de rusoparlantes. Partes de las regiones de Donetsk y Luhansk fueron proclamadas repúblicas independientes (DNR y LNR) en mayo de 2014, tras sendos referendos impugnados.
Como el ejército ucraniano es poco apto para enfrentarse a sus propios ciudadanos, el gobierno creó una guardia nacional contra los separatistas. La guardia nacional cuenta con el apoyo de «unidades de voluntarios», como el Batallón Donbass, el Batallón Dnipro (compuesto por mercenarios estadounidenses y fascistas del SP), el Batallón Aidar (una mezcla de bandidos y fascistas) el batallón Djokhar Doudaïev (compuesto por islamistas chechenos), la Legión Georgiana (nombre tomado de los auxiliares georgianos del ejército alemán de 1941), el batallón Azov (compuesto por nazis de varios países), el batallón OUN, el batallón PS…
El 5 de septiembre de 2014, bajo la presión de Francia y Alemania, los representantes de Ucrania, Rusia, la DNR (Donetsk) y la LNR (Lugansk) firmaron el Protocolo de Minsk, que preveía el fin de las hostilidades, el establecimiento del federalismo, la liberación de todos los prisioneros y una amnistía. El conflicto ha disminuido en intensidad, pero no ha cesado. La anexión de Crimea y la guerra civil han desplazado 1,5 millones de personas. El conflicto ha causado casi 8.000 muertos.
Por su parte, el estado ruso eliminó a los fundadores de las «repúblicas populares»: Bolotov (LNR) dimitió en agosto de 2014 y Zakhartchenko (DNR) fue víctima de un atentado en agosto de 2018. 230 personas (entre ellas, unos 160 tártaros) han sido encarceladas por razones políticas en Crimea desde 2014. El estado ruso ha prohibido el Medjli, la asamblea de los tártaros. Se ha prohibido el acceso a los representantes de la comunidad. Desde la anexión, los tártaros ya no están autorizados a organizar el 18 de mayo su concentración para conmemorar la deportación de sus antepasados por Stalin. El Estado ruso está armando y asesorando a las tropas separatistas en Donbass y llevando a cabo una guerra de guerrillas cibernética permanente contra Ucrania.
En octubre de 2014, en las elecciones legislativas (sin Crimea ni la mayor parte de Donbass) los tres partidos fascistas obtuvieron solo el 10 % de los votos. El gobierno de Kiev, en el que ya no hay ministros fascistas, no aceptó conceder la autonomía a Donbass. Purgó el aparato estatal de sus numerosos elementos prorrusos. Integró a los batallones de voluntarios en el ejército oficial, aunque ello supusiera conceder la ciudadanía ucraniana a los combatientes extranjeros. En febrero de 2017, el gobierno ucraniano se enfrentó a los batallones fascistas que habían decidido bloquear la frontera con las zonas separatistas.
Canadá, miembro de la OTAN, entrena y equipa al ejército ucraniano. Turquía, que se ha enfrentado a Rusia en Siria y Libia, vende a Ucrania los drones que demostraron su valía en la victoriosa guerra de Azerbaiyán contra Armenia en abril de 2020.
En abril de 2019, Zelensky fue elegido presidente con la promesa de acabar con la corrupción y de paz para la población. Aunque le gustaría recuperar el Donbass, también teme que el ejército ucraniano se vea arrastrado a una lucha desigual con el ejército ruso, mientras que Biden le deja tirado. Por ello, pide a Putin que «tome medidas» y a sus aliados que «no creen pánico».
La probabilidad de atentado existe, no ha desaparecido y no ha sido menos grave en 2021, pero no vemos una escalada mayor que el año pasado. No necesitamos este pánico. (Volodymyr Zelensky, conferencia de prensa, 28 de enero de 2022)
La tarea del movimiento obrero
Probablemente en 2014 había muchos trabajadores entre los manifestantes de Kiev y de Donbass, igual que entre los manifestantes y huelguistas de Bielorrusia en 2021, pero no tenían un instrumento con el que luchar, un partido propio. Estaban divididos, enfrentados entre sí, y se vieron instrumentalizados, unos y otros, por fuerzas burguesas locales, de sus propios explotadores, y en el marco de la lucha entre las potencias imperialistas que conducen el mundo a la ruina.
En otros lugares, en lugar de trazar un rumbo independiente, revolucionario e internacionalista, las organizaciones de la clase obrera se alinearon, y aún hoy se alinean, a veces con la burguesía rusa, a veces con las burguesías occidentales. El problema no es que Donbass sea militarmente más débil que Ucrania, ni que Ucrania sea más débil que Rusia, ni que Rusia sea más débil que Estados Unidos. La cuestión es el reparto del mundo entre las potencias imperialistas, que hace recaer el peso del militarismo sobre las espaldas de los productores y el enorme potencial de fuerzas contrarrevolucionarias y destructivas. El capitalismo podrido promueve permanentemente múltiples guerras locales y ya ha provocado dos guerras mundiales con el uso de todas las armas disponibles en su momento.
Los trabajadores de toda Ucrania deben unirse sin importar el idioma que hablen, sin importar su etnia, y deben tender la mano a los trabajadores de Polonia, Rusia, Moldavia, Bielorrusia, Rumania, Eslovaquia, Hungría y toda Europa. Sin una internacional obrera revolucionaria, los trabajadores de Europa del Este y del resto del mundo seguirán atrapados en la inextricable maraña de nacionalismos opuestos, los trabajadores del mundo seguirán divididos entre las diferentes camarillas de sus explotadores. En Ucrania, como en todas partes, debemos construir un partido inspirado en el marxismo, que retome la tradición internacionalista del bolchevismo.
- ¡Frente único de todas las organizaciones obreras contra los peligros de la guerra interimperialista en Europa y Asia Oriental!
- ¡Fuera de Europa todas las tropas estadounidenses! ¡Abajo la OTAN!
- ¡Retirada de las tropas rusas de la frontera de Ucrania y de Crimea! ¡Abajo la OTSC!
- ¡Retorno al pluralismo lingüístico en Crimea y en toda Ucrania! ¡Respeto a las minorías rusa, bielorrusa, moldava, gitana, judía, tártara, húngara, rumana…!
- ¡Anulación de todas las deudas de Ucrania! ¡Control obrero! ¡Expropiación de los grupos capitalistas de Ucrania, incluido el Donbass! ¡Disolución de los ejércitos ucranianos y secesionistas por el armamento de los trabajadores! ¡Gobierno obrero!
- Ni fragmentación nacional, ni Unión Europea, ni Unión Económica Euroasiática: ¡Estados Unidos Socialistas de Europa!