Colombia vive estos días un auténtico levantamiento obrero y campesino reprimido con una violencia inusitada por el gobierno de Iván Duque, heredero político del ex-presidente, latifundista, narcotraficante y organizador de milicias paramilitares, Álvaro Uribe.
Desde el 28 de abril, centenares de miles de trabajadores de las ciudades, de jóvenes estudiantes y de campesinos pobres, muchos de ellos de pueblos indígenas, han abandonado el trabajo, paralizan las ciudades, cortan las carreteras principales, se enfrentan a las fuerzas policiales militarizadas, asaltan comisarías para liberar a los detenidos. A fecha de hoy, el gobierno reconoce 42 manifestantes muertos, los heridos se cuentan por miles y las organizaciones denuncian más de 70 desaparecidos. El gobierno ya ha retirado el proyecto de reforma tributaria que pretendía implantar un impuesto sobre los alimentos, bienes y servicios de primera necesidad e incrementaba la presión fiscal sobre las clases trabajadoras. Pero ni la represión ni esa retirada han paralizado las huelgas y movilizaciones.
La señal de partida ha sido un «paro nacional» de un día (el enésimo) convocado el 28 de abril por el Comando Nacional de Paro, un organismo formado por las direcciones de las tres grandes centrales obreras sindicales (CUT, CTC y CGT), del sindicato de docentes (FECODE) y de las organizaciones de defensa de los pueblos indígenas. La huelga fue generalizada, las manifestaciones turbulentas. Pero no se acabaron al final del día, como exigían los dirigentes sindicales, sino que continuaron, incluso cuando el día 1 de mayo el Presidente ordenó la militarización de las ciudades de Colombia. Siguieron también el día 2 de mayo, a pesar de la retirada del proyecto de reforma tributaria y continúan quince días después, haciendo caso omiso de las «negociaciones» del Comando Nacional de Paro con Duque y de las llamadas a la vuelta a la «normalidad».
La explicación es sencilla. No es cierto que la movilización responda solo al proyecto de reforma tributaria. Ni que se trate de un estallido social provocado solo por la actual crisis sanitaria y el agravamiento del paro y la pobreza. Las movilizaciones actuales son la continuación de las de finales de 2019, paralizadas por la pandemia y el confinamiento. Como entonces, los objetivos responden a la lucha contra el proyecto del gobierno de:
Además de estas reivindicaciones, la crisis pandémica ha puesto al orden del día las relacionadas con la asistencia sanitaria. En 2008, Uribe privatizó al completo el Instituto de la Seguridad Social, el organismo público que gestionaba la sanidad pública. Ahora, gestiona la «sanidad social» un entramado complejísimo de empresas, de las que la parte del león son de capital norteamericano. El sistema colapsó en 2013, con impagos generalizados y las empresas negándose a proveer servicios sanitarios a la población sin recursos. El sistema sanitario nunca se ha recuperado de aquél colapso (las deudas y las disputas con las empresas continúan) y ha entrado en la pandemia sin voluntad ni capacidad para hacer frente a las necesidades urgentes de personal, instalaciones y suministros farmacológicos. En 2020-21, decenas de miles de muertes evitables – por Covid-19 y muchas otras enfermedades – jalonan la privatización de la sanidad colombiana.
Por su parte, la crisis económica combinada con la pandemia ha elevado el paro al mayor nivel de los registrados en los últimos 20 años, multiplicándose el trabajo informal y la inseguridad alimentaria. Los últimos datos del Departamento Nacional de Estadística de Colombia calculan que en el año 2020 la población que está por debajo del umbral de la pobreza se ha incrementado en 3,6 millones de personas, hasta el 42,5% de la población. Además, el mismo organismo contabiliza que 1,7 millones de familias colombianas no tienen acceso a 3 comidas diarias.
A pesar de ello, a los burócratas que dirigen el Comando Nacional de Paro no les parece que haya suficientes razones para derribar al presidente y su gobierno. Como en 2019, mantienen la política de convocar jornadas de paro (28 de abril, 5 de mayo, 12 de mayo) exclusivamente como medida de presión para iniciar negociaciones que nunca llegan a ninguna parte, pero que desmovilizan por agotamiento a las masas. He aquí el balance de algunos de los protagonistas de la reunión negociadora el día 10 de mayo de 2020:
Mientras las masas en toda Colombia, con Cali a la cabeza, están decididas a acabar con Duque y sus proyectos de hambre y privatizaciones, mientras cada día se suceden enfrentamientos con la policía que producen un muerto tras otro, los dirigentes sindicales lloriquean porque el gobierno ¡¡¡no tiene empatía!!! ¡Como si no fuera el gobierno quien pretende hacer cargar sobre los trabajadores el peso de la crisis y quien ha militarizado las ciudades y envía a las fuerzas especiales de la policía a asesinar manifestantes!
La clase obrera, los campesinos pobres, los jóvenes provenientes de las clases trabajadoras, no pueden esperar de esos dirigentes nada nuevo ni diferente de la traición sistemática a los intereses de las masas. Deben organizar asambleas generales y elegir comités en las empresas y las administraciones, crear consejos en los barrios, en las aldeas, centralizar los órganos básicos regionales y nacionales para constituir la dirección política de los obreros, los empleados, los campesinos, los estudiantes y los pueblos indígenas. Deben crear sus propias milicias de autodefensa contra los ataques de la policía y los paramilitares.
Para vencer y acabar definitivamente con tanta miseria y opresión han de organizarse en un partido obrero revolucionario, derribar el gobierno burgués y sustituirlo por su propio gobierno.12 de mayo de 2021
Colectivo Revolución Permanente – CoReP (Alemania, Austria, Estado Español, Francia, Turquía)
Desde el 28 de abril, centenares de miles de trabajadores de las ciudades, de jóvenes estudiantes y de campesinos pobres, muchos de ellos de pueblos indígenas, han abandonado el trabajo, paralizan las ciudades, cortan las carreteras principales, se enfrentan a las fuerzas policiales militarizadas, asaltan comisarías para liberar a los detenidos. A fecha de hoy, el gobierno reconoce 42 manifestantes muertos, los heridos se cuentan por miles y las organizaciones denuncian más de 70 desaparecidos. El gobierno ya ha retirado el proyecto de reforma tributaria que pretendía implantar un impuesto sobre los alimentos, bienes y servicios de primera necesidad e incrementaba la presión fiscal sobre las clases trabajadoras. Pero ni la represión ni esa retirada han paralizado las huelgas y movilizaciones.
La señal de partida ha sido un «paro nacional» de un día (el enésimo) convocado el 28 de abril por el Comando Nacional de Paro, un organismo formado por las direcciones de las tres grandes centrales obreras sindicales (CUT, CTC y CGT), del sindicato de docentes (FECODE) y de las organizaciones de defensa de los pueblos indígenas. La huelga fue generalizada, las manifestaciones turbulentas. Pero no se acabaron al final del día, como exigían los dirigentes sindicales, sino que continuaron, incluso cuando el día 1 de mayo el Presidente ordenó la militarización de las ciudades de Colombia. Siguieron también el día 2 de mayo, a pesar de la retirada del proyecto de reforma tributaria y continúan quince días después, haciendo caso omiso de las «negociaciones» del Comando Nacional de Paro con Duque y de las llamadas a la vuelta a la «normalidad».
La explicación es sencilla. No es cierto que la movilización responda solo al proyecto de reforma tributaria. Ni que se trate de un estallido social provocado solo por la actual crisis sanitaria y el agravamiento del paro y la pobreza. Las movilizaciones actuales son la continuación de las de finales de 2019, paralizadas por la pandemia y el confinamiento. Como entonces, los objetivos responden a la lucha contra el proyecto del gobierno de:
- eliminar las pensiones como un derecho de los trabajadores y privatizarlas por completo,
- eliminar el salario mínimo único para todo el territorio nacional (regionalizando su cuantía) y para todos los trabajadores (los jóvenes solo cobrarían el 75%),
- privatizar numerosas empresas públicas,
- reforzar la legislación represiva y el armamento de la policía militarizada.
Además de estas reivindicaciones, la crisis pandémica ha puesto al orden del día las relacionadas con la asistencia sanitaria. En 2008, Uribe privatizó al completo el Instituto de la Seguridad Social, el organismo público que gestionaba la sanidad pública. Ahora, gestiona la «sanidad social» un entramado complejísimo de empresas, de las que la parte del león son de capital norteamericano. El sistema colapsó en 2013, con impagos generalizados y las empresas negándose a proveer servicios sanitarios a la población sin recursos. El sistema sanitario nunca se ha recuperado de aquél colapso (las deudas y las disputas con las empresas continúan) y ha entrado en la pandemia sin voluntad ni capacidad para hacer frente a las necesidades urgentes de personal, instalaciones y suministros farmacológicos. En 2020-21, decenas de miles de muertes evitables – por Covid-19 y muchas otras enfermedades – jalonan la privatización de la sanidad colombiana.
Por su parte, la crisis económica combinada con la pandemia ha elevado el paro al mayor nivel de los registrados en los últimos 20 años, multiplicándose el trabajo informal y la inseguridad alimentaria. Los últimos datos del Departamento Nacional de Estadística de Colombia calculan que en el año 2020 la población que está por debajo del umbral de la pobreza se ha incrementado en 3,6 millones de personas, hasta el 42,5% de la población. Además, el mismo organismo contabiliza que 1,7 millones de familias colombianas no tienen acceso a 3 comidas diarias.
A pesar de ello, a los burócratas que dirigen el Comando Nacional de Paro no les parece que haya suficientes razones para derribar al presidente y su gobierno. Como en 2019, mantienen la política de convocar jornadas de paro (28 de abril, 5 de mayo, 12 de mayo) exclusivamente como medida de presión para iniciar negociaciones que nunca llegan a ninguna parte, pero que desmovilizan por agotamiento a las masas. He aquí el balance de algunos de los protagonistas de la reunión negociadora el día 10 de mayo de 2020:
“No hubo empatía del Gobierno con las razones, las peticiones que nos han llevado a este paro nacional, no se ha mostrado una empatía con las víctimas de la violencia que se ha ejercido de forma desproporcionada contra los manifestantes que lo han hecho pacíficamente”, agregó Francisco Maltés, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Por su parte y tras la reunión, el Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, dijo que “hay coincidencia en el rechazo a la violencia y en la cero tolerancia a cualquier conducta de la fuerza pública que vaya contra la Constitución y la ley”. […] “En ese contexto de exploración solicitamos a los miembros del Comité Nacional de Paro si estaban en acuerdo con el Gobierno de crear un futuro espacio con la futura presencia y garantía de las Naciones Unidas y la Iglesia Católica, a lo cual respondieron afirmativamente y eso lo valoramos”, precisó el funcionario. (CNN en español, 10 de mayo de 2021)En el terreno político, todos los herederos del estalinismo versión Moscú, Pequíno La Habana (Colombia Humana, Polo Democrático Alternativo, FARC-Comunes) se doblegan ante el capitalismo y el estado burgués. Ninguno de ellos se pronuncia por la ruptura de las negociaciones y la autodefensa de las masas.
Mientras las masas en toda Colombia, con Cali a la cabeza, están decididas a acabar con Duque y sus proyectos de hambre y privatizaciones, mientras cada día se suceden enfrentamientos con la policía que producen un muerto tras otro, los dirigentes sindicales lloriquean porque el gobierno ¡¡¡no tiene empatía!!! ¡Como si no fuera el gobierno quien pretende hacer cargar sobre los trabajadores el peso de la crisis y quien ha militarizado las ciudades y envía a las fuerzas especiales de la policía a asesinar manifestantes!
La clase obrera, los campesinos pobres, los jóvenes provenientes de las clases trabajadoras, no pueden esperar de esos dirigentes nada nuevo ni diferente de la traición sistemática a los intereses de las masas. Deben organizar asambleas generales y elegir comités en las empresas y las administraciones, crear consejos en los barrios, en las aldeas, centralizar los órganos básicos regionales y nacionales para constituir la dirección política de los obreros, los empleados, los campesinos, los estudiantes y los pueblos indígenas. Deben crear sus propias milicias de autodefensa contra los ataques de la policía y los paramilitares.
Para vencer y acabar definitivamente con tanta miseria y opresión han de organizarse en un partido obrero revolucionario, derribar el gobierno burgués y sustituirlo por su propio gobierno.
- ¡Abajo Iván Duque y todos sus proyectos de hambre y miseria!
- No a las negociaciones del Comité Nacional de Paro con el gobierno. ¡Huelga Genera!
- Ruptura de todas las organizaciones de trabajadores y oprimidos con Duque y el estado burgués.
- Por una sola confederación sindical democrática y de lucha de clases.
- ¡Liberación de los detenidos y desparecidos!
- Desarme y disolución de las policías, milicias paramilitares y el ejército. Milicias obreras y campesinas para substituirlos.
- Por las asambleas y consejos en las empresas, las administraciones, las universidades y los barrios para constituir la dirección política de los obreros, los empleados, los campesinos, los estudiantes y los pueblos indígenas.
- ¡Vacunas gratuitas para todos! Reversión sin indemnización de todas las privatizaciones, empezando por la sanidad pública. Sanidad pública universal, gratuita y de calidad.
- Educación pública universal, laica y gratuita a todos los niveles.
- Reducción del tiempo de trabajo sin reducción de salario, hasta acabar con el paro.
- Expropiación de las bancos, de los grandes grupos energéticos, mineros, industriales, agroalimentarios, de transporte, comunicación, etc, bajo control obrero.
- Expropiación de los latifundios sin indemnización. Socialización de la tierra y su entrega a los campesinos.
- Respeto de los pueblos indígenas y de las minorías nacionales.
- ¡Fuera las bases norteamericanas de toda América Latina!
- ¡Por un gobierno de los trabajadores en Colombia!
- ¡Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina!