¡Proletaios y proletarias de todos los países, uníos en una internacional revolucionaria!

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Desde inicios de 2020, con la extensión mundial de la pandemia COVID-19 y la nueva crisis económica, todas las calamidades que el capitalismo está provocando a la humanidad y a su entorno ecológico han quedado más al descubierto que nunca. 137 millones de enfermos, 3 millones de muertos y una nueva oleada que extiende nuevos confinamientos por todos los continentes, prueban la mala gestión de la pandemia por todos los estados burgueses, incapaces de haberla prevenido y más todavía de enfrentarla desde los intereses del conjunto de la sociedad.

En esta pandemia, y otras por venir, las clases trabajadoras (proletariado, pequeña burguesía autónoma, pequeña burguesía independiente) son las que más sufren las consecuencias, mientras que los grandes capitalistas las aprovechan para multiplicar sus fuentes de beneficios a costa de las necesidades sociales perentorias (vacunas, medicinas y material sanitario, protección personal y laboral, dispositivos para el teletrabajo… ).

A los trabajadores y trabajadoras, que aseguramos la producción, el comercio, los servicios, nos corresponde la mayor probabilidad de contagio y muerte y las peores consecuencias de la enfermedad, a causa del desbordamiento de los sistemas sanitarios. Nos corresponde también el paro y la amenaza creciente del hambre, los confinamientos en viviendas hacinadas, los desahucios por impago de alquileres, los cierres de las escuelas de nuestros niños.

A la clase capitalista, en cambio, la situación se le plantea como una «oportunidad» para renovarse explotando nuevos «nichos de mercado» alrededor del gasto sanitario y de la supuestamente industria «verde». Esa clase se reparte el dinero público en cantidades que alcanzan niveles históricos en cada país, en parte para intentar salvar sus grandes empresas más afectadas por la parálisis económica (turismo, transporte aéreo, industria de la aviación), pero también, muchas veces, para compensar las pérdidas o los menores beneficios de las menos afectadas, siempre sin peligro de perder su propiedad ni su control. Por su parte, los bancos y los fondos de inversión, en su calidad de acreedores o de gestores de la deuda pública adicional generada por los desorbitados gastos de la pandemia, se benefician de los intereses.

Los trabajadores, asalariados, autónomos o informales, en el mejor de los casos reciben de los gobiernos miserables y tardíos subsidios que solo mitigan un poco la gravedad de la situación: lo mínimo posible que consideran que evitará explosiones sociales o motines de hambre.

Las grandes beneficiadas a costa de las necesidades médicas mundiales son las firmas farmacéuticas. Estas empresas han desarrollado sus productos básicamente gracias al dinero público o a la investigación científica pública, dominan la negociación de los precios y la distribución de sus productos, porque ningún estado o alianza de estados (como la UE) pone en cuestión la propiedad de sus patentes ni su «sagrada libertad» para tomar sus decisiones en función de los requerimientos del mejor postor. En medio de la tragedia mundial multiplican sus beneficios y lideran la especulación en bolsa.

En consecuencia, la disponibilidad de vacunas está extraordinariamente limitada no por la capacidad de producción mundial, sino por los intereses financieros de las farmacéuticas. Además, la distribución de dichos medicamentos entre los diferentes países sigue las mismas reglas de jerarquía y dominación del conjunto de la economía: más y mejores para los estados más ricos, independientemente de su necesidad en cada momento. El respeto de la propiedad privada, la búsqueda del beneficio empresarial, las respuestas nacionalistas y descoordinadas de los estados son incompatibles con una lucha efectiva, rápida y socialmente justa contra la enfermedad.

El resultado es que la pandemia se eterniza, que la deuda pública mundial ha llegado al máximo histórico jamás medido (99% del PIB mundial en 2021, de acuerdo con el FMI), que después del hundimiento de la economía en 2020, la recuperación económica es lenta y que el empleo mundial tardará en volver a los niveles de 2019, sobre todo en los sectores con múltiples contactos interpersonales. De hecho, después de la pérdida del equivalente a 255 millones de empleos a jornada completa en 2020 (cuatro veces la registrada durante la crisis de 2009), la previsión de la OIT para 2021 es que en el conjunto de los países solo se recupere la mitad de los empleos destruidos y que el paro continúe afectando con mayor intensidad a las mujeres trabajadoras y los jóvenes.

Inevitablemente, esta combinación de crisis sanitaria y económica, dentro del marco general de una crisis ecológica, tiene y tendrá consecuencias políticas y sociales de gran alcance. La situación refuerza las contradicciones entre los grandes países imperialistas, principalmente entre una China en expansión y los EEUU en declive, pero todavía dominantes, implicando también a las potencias secundarias (Rusia, Alemania, Japón, Francia…). Las tensiones aumentan entre los miembros de la Unión Europea (cuya manifestación más grave es la salida del Reino Inido) y entre las potencias regionales de Oriente Medio (Israel, Irán, Turquía, Arabia Saudita). Todo ello genera la amenaza constante de nuevas guerras comerciales, pero también militares, localizadas especialmente en África y Asia.

Pero las contradicciones no solo se desarrollan entre los estados. La situación económica mundial afecta de manera diferente a las capas y sectores de cada burguesía. Las contradicciones, que siempre existen en esta clase muy estratificada y jerarquizada, se exacerban cuando el pastel a repartir se hace más pequeño y frágil. En el interior de los países, las tensiones en las clases dominantes se manifiestan a través de luchas políticas enconadas por el control del estado nacional, para obtener de éste un soporte privilegiado jurídico, económico o incluso militar (en el exterior). La crisis política norteamericana de 2020 expresa la envergadura actual de estas contradicciones, que también erosionan gravemente los actuales sistemas políticos en Brasil, Inglaterra, Estado Español, Italia, Israel…

No obstante, la clase dominante siempre está de acuerdo en hacer pagar a los trabajadores las consecuencias de las crisis y la deuda generada para salvar su sistema económico. La factura actual ya es enorme y no dejará de crecer, al menos, mientras dure la crisis sanitaria. En cada país, a la catástrofe pandémica le seguirán ataques descarnados a las condiciones de vida y adquisiciones sociales de la clase obrera, como los que ya se preparan en el Estado Español con nuevas reformas contra los derechos laborales y el sistema de pensiones.

Los estados, incluso en los países de mayor tradición democrática, ya llevan muchos años reforzando los poderes de la policía y el ejército, reduciendo las libertades civiles, criminalizando la protesta social. Pero el inicio de la pandemia ha dado nuevos vuelos a esta tendencia reaccionaria, que irá reforzándose en la misma medida en que crezca inevitablemente la rabia social.

Esta es la situación ante la que se encuentra hoy la clase obrera mundial. Cada día que pasa sin ser destruido, el capitalismo profundiza la destrucción del planeta, favoreciendo los desastres ecológicos, climáticos, pandémicos, humanitarios. Cada día que pasa sin ser derrocada, la clase dominante sume a la humanidad en un nivel superior de barbarie, saliendo de una crisis para entrar en otra peor.

En todos los países, de una manera u otra, la población explotada y la juventud sin futuro resisten y luchan. A veces bajo la forma de inmensas movilizaciones como en Argelia, Polonia, Bielorrusia, los EEUU y la India en 2020 o en Birmania y Argelia a principios de 2021.

Pero no tienen un programa claro que unifique a todos los explotados y oprimidos tras la clase productora, para construir una nueva sociedad sin clases que gestione democráticamente la economía para la satisfacción de las necesidades sociales actuales y futuras.

No tienen un partido revolucionario que evite que la conciencia y la acción de las masas sean envenenadas y desviadas por los dirigentes de los partidos reformistas y las burocracias sindicales hacia ilusiones parlamentarias, el chovinismo y las componendas con fracciones de la burguesía, hasta hacerlas fracasar.

No tienen todavía una internacional obrera revolucionaria que dirija a los trabajadores del mundo hacia la resolución definitiva de los principales problemas de la economía, del medio ambiente, de la salud pública o de la putrefacción social, que no son nacionales y no pueden resolverse dentro de los límites de un estado.

Por eso llamamos a todos los trabajadores y trabajadoras más conscientes a construir con nosotros esos instrumentos revolucionarios, para ponerlos al servicio de la autoorganización de las masas y de sus futuras victorias.

¡Gratuidad de todos los cuidados sanitarios!

¡Confiscación sin indemnización de las clínicas privadas, grupos farmacéuticos, empresas que pueden producir mascarillas, ropa de protección, respiradores, tests, medicamentos antivirales …! ¡Control por los trabajadores de estas producciones! ¡Anulación de todas las patentes de equipos médicos y tratamientos !

¡Satisfacción inmediata de las reivindicaciones del personal sanitario! Financiación de medidas urgentes de salud y de protección social mediante un impuesto muy progresivo sobre la renta y con el dinero de la cancelación de las subvenciones al capital, los gastos militares y las subvenciones a las religiones.

¡Coordinación de la producción de equipos médicos y distribución internacional al ritmo del progreso de la epidemia! ¡Colaboración internacional para la distribución de recursos médicos y la investigación sobre vacunas y tratamientos seguros! Autoorganización de los trabajadores y vecinos en comités para el control del cumplimiento de las medidas necesarias para detener la pandemia.

¡Prohibición de todos los despidos, mantenimiento de todos los empleos! ¡Permiso financiado por el Estado para las personas que necesitan cuidar de sus hijos!

Prohibición de los desahucios de viviendas. Confiscación de hoteles y alojamientos desocupados (para enfermos leves, personas sin hogar, mujeres maltratadas, familias en viviendas hacinadas o en mal estado, etc.). Suspensión de alquileres de viviendas y pagos a bancos por créditos inmobiliarios o de consumo, garantía de vivienda digna, alimentación suficiente, suministro de agua, energía y comunicación para toda la población.

Fin de las intervenciones militares y cierre de las bases extranjeras. Emancipación de los pueblos oprimidos (Palestinos, kurdos.,…)

¡Legalización inmediata de todos los migrantes! ¡Fuera los cuerpos represivos y el ejército de las poblaciones! ¡Control de los trabajadores sobre la actividad de los servicios y las empresas esenciales y sobre el cierre de los no esenciales! ¡Expropiación de los grandes grupos capitalistas!

¡Gobierno obrero basado en los consejos obreros, la destrucción del Estado burgués y la disolución del ejército profesional, los cuerpos represivos policiales y las bandas fascistas por los trabajadores en armas!

¡Plan de producción decidido por la población para satisfacer las necesidades sociales preservando el medio ambiente y el futuro de la humanidad!

Por una Federación Socialista Mundial!

¡Socialismo o barbarie!

COLECTIVO REVOLUCIÓN PERMANENTE – CoReP
Internacional: www.revolucionpermanente.com
Austria: www.klassenkampf.net
Estado Español: www.ikcirklo.org
Francia: www.groupemarxiste.info/
Turquia: www.patronsuzdunya.com