Una unidad económica un tanto completa de Europa, que se realizara desde arriba, como resultado de un acuerdo entre gobiernos capitalistas, es utópica. Por ese camino el asunto no puede ir más allá de compromisos parciales y medias tintas. De la misma manera, la unión económica de Europa, que probablemente traerá enormes beneficios para el productor y el consumidor y, en general, para todo el desarrollo cultural, se convierte en la tarea revolucionaria del proletariado europeo en su lucha contra el proteccionismo. El imperialismo y su instrumento, el militarismo. (León Trotsky, El Programa de Paz, mayo de 1917)
La Unión Europea, un compromiso inestable
La Unión Europea nació de un compromiso inestable entre un cierto número de burguesías de Europa occidental conscientes de la estrechez insoportable de sus fronteras.
El estado nacional, después de dar un vigoroso impulso al desarrollo capitalista, se ha vuelto demasiado estrecho para la expansión de las fuerzas productivas. (Manifiesto de la Internacional Comunista, marzo de 1919)
Tras la Segunda Guerra Mundial, estos gobiernos quedaron traumatizados por la catástrofe provocada por los intentos de superar el arcaísmo de sus fronteras mediante la violencia imperialista. De hecho, en el curso de dos conflictos mundiales, que tuvieron lugar principalmente en suelo europeo, los verdaderos ganadores fueron los Estados Unidos capitalistas de América, que tenían un mercado nacional de tamaño continental. La burguesía alemana, después del fracaso del 3er Reich, pudo avanzar sus peones solo bajo la máscara de un reagrupamiento; La burguesía francesa, con el derrumbe de su imperio colonial, ya no tenía mucho peso en las relaciones internacionales, a pesar de las fanfarronadas del general De Gaulle.
La Unión Europea ha demostrado ser un vano intento de evitar el declive del capitalismo europeo. Para triunfar plenamente, habría tenido que unir pacíficamente a Europa. Es cierto que la necesidad imperiosa de intercambio de bienes, capital y trabajo entre las economías capitalistas ha llevado a 22 estados a unirse a los seis fundadores de 1958. Incluso, en 1999-2001,18 de ellos lograron unificar la moneda para facilitar estos intercambios económicos y sociales y tener más peso mundial.
Sin embargo, su pretendida Unión apareció demasiado tarde, en la época de la decadencia histórica del capitalismo. Las burguesías europeas son incapaces de fusionarse entre sí y de eliminar las fronteras arcaicas porque cada una de ellas es inseparable de su estado nacional. Este les es indispensable para garantizar la explotación de su proletariado (que en todas partes tiene una parte de origen extranjero) y para defender sus intereses frente a las otras burguesías (incluidos sus vecinos del continente). Como resultado, estas potencias imperialistas permanecen divididas e impotentes ante la guerra económica desencadenada por el imperialismo estadounidense o frente a las maniobras del imperialismo chino, las fronteras se multiplican en un continente ya muy fraccionado y la guerra se repite de manera recurrente.
Tras el estallido de Yugoslavia, el de Ucrania
Cuando la burocracia estalinista checoslovaca decidió restaurar el capitalismo en 1991, el país se dividió en 1992 en dos estados, integrados en la Unión Europea (en la práctica, bajo la influencia alemana) y la OTAN (dirigida, de hecho, por EE.UU).
Cuando la burocracia yugoslava decidió restaurar el capitalismo, la rivalidad entre la burguesía alemana y la burguesía francesa alimentaron la guerra civil de 1991 a 1999 y dio lugar a la desintegración en seis estados. La OTAN, por decisión de los Estados Unidos y con la participación del ejército belga y el ejército francés, bombardeó Serbia para poner fin al conflicto. Los sueños nacionalistas condujeron a que los fragmentos quedaran sometidos bien a Rusia, bien la Unión Europea, a costa de la destrucción de las infraestructuras, de un millón de desplazados y de 300.000 muertos.
Cuando la burocracia rusa decidió restaurar el capitalismo en 1991, estalló la URSS. Desde entonces, la burguesía rusa ha estado luchando contra la burguesía estadounidense, alemana y francesa, por los nuevos estados capitalistas formalmente independientes que están en manos de oligarcas que no pueden desarrollar el país ni, por lo tanto, garantizar su autonomía. Este es el caso de Ucrania, donde las exigencias de la Unión Europea significaron el empeoramiento de la difícil situación de los trabajadores, mientras que el poderoso vecino ruso chantajeaba el suministro de gas natural. Las aspiraciones a vivir mejor y a vivir libremente fueron desviadas, tanto en 2004 como en 2013, por camarillas capitalistas vendidas a los imperialistas alemanes o rusos.
La burguesía de todos los países, así como todos los partidos pequeñoburgueses que aceptan la alianza con la burguesía en contra de los obreros, ante todo se esfuerzan por dividir a los trabajadores de las diferentes nacionalidades, por crear desconfianza, por destruir la estrecha unión internacional y la fraternidad internacional de los obreros. Si la burguesía tiene éxito, la causa de los obreros está perdida. (Vladimir Lenin, Carta a los obreros y campesinos de Ucrania, diciembre de 1919)
A principios de 2014, la Unión Europea y los Estados Unidos cubrieron la participación de partidos fascistas en el nuevo gobierno ucraniano. Confiando en la ausencia de un ejército de la UE y vistos los fracasos del ejército americano en Irak y Afganistán, el ejército ruso ya ocupaba parte de Moldavia y Georgia, después de forzar violentamente a Chechenia a mantenerse como parte del territorio ruso, en 1994-96 y 1999-2000. Putin incorporó Crimea a Rusia en abril de 2014, a pesar de la hostilidad de una minoría ucraniana y una minoría tártara. Una guerra civil larvada continúa en Ucrania, entre camarillas capitalistas vendidas a las burguesías vecinas. La CIA asesora al gobierno de Kiev que encubre masacres, como en Odesa. Las tropas de choque del ejército ruso, enmascaradas, entraron en territorio ucraniano. Después de ocupar Crimea en marzo, las «fuerzas especiales» ayudaron a las milicias pro-rusas, que también incluyen elementos fascistas, a tomar el control de varias ciudades en el este de Ucrania, donde los opositores a veces son eliminados físicamente. El 25 de noviembre de 2018, la armada rusa abordó tres barcos ucranianos en el estrecho entre el Mar Negro y el Mar de Azov, acusados de entrar en aguas territoriales sin autorización.
La revolución proletaria es la única que puede garantizar a los pueblos pequeños una existencia libre, ya que liberará las fuerzas productivas de todos los países de las apretadas tenazas de los estados nacionales al unir a los pueblos en una estrecha colaboración económica, de acuerdo con un plan económico común. Solo ella dará a los pueblos más débiles y menos numerosos la posibilidad de administrar, con absoluta libertad e independencia, su cultura nacional sin dañar la vida económica unificada y centralizada de Europa y el mundo. (Manifiesto de la Internacional Comunista, marzo de 1919)
La Unión Europea está actualmente entre la espada y la pared
La ofensiva económica desencadenada por el imperialismo estadounidense exacerba las tensiones entre todos los imperialismos. Apunta no solo a China, sino a muchos países del mundo y también a Europa, que se encuentra atrapada entre la agresividad americana y el ascenso del imperialismo chino. Los Estados Unidos amenazan a la Unión Europea con múltiples impuestos sobre sus exportaciones, tanto sobre el acero como sobre los automóviles o la aeronáutica.
Al mismo tiempo, las compañías y los bancos europeos han recibido la orden de cesar todas las transacciones con Irán, bajo pena de sanciones y exclusión del mercado estadounidense. Y la presión del imperialismo estadounidense aún se ejerce de muchas otras maneras, como por ejemplo, con la amenaza directa de sanciones contra las empresas europeas involucradas en la construcción de l duplicado del gasoducto entre Rusia y Alemania.
Además, la presión estadounidense sobre China está precipitando una desaceleración en el crecimiento, lo que lleva a una desaceleración en las exportaciones europeas a China, especialmente las alemanas. Por su parte, el imperialismo chino multiplica las iniciativas para reforzar sus posiciones en los países europeos.
Las grandes empresas chinas están incrementando sus inversiones directas al comprar total o parcialmente compañías o infraestructuras en Europa (puerto de El Pireo en Grecia, el fabricante de robots industriales Kuka en Alemania, el fabricante de neumáticos Pirelli en Italia, el Aeropuerto de Toulouse en Francia, Noatum, el primer operador de terminales portuarios en España, la minera Río Tinto en el Reino Unido, el productor de semillas y pesticidas Sygenta en Suiza…)
China favorece los acuerdos bilaterales con importantes inversiones y préstamos, tanto en el contexto de las «nuevas rutas de la seda» como en las reuniones «16 + 1» que ha iniciado con los países del este de Europa, entre los cuales 11 son miembros de la Unión Europea. De este modo, ha cerrado directamente acuerdos de inversión tanto con Italia, como con Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria …
El callejón sin salida del Brexit
En Gran Bretaña, un conglomerado de partidos o fracciones de partidos burgueses que representan los intereses de una parte de la burguesía británica, más conectada con el resto del mundo que con Europa, más subordinada a los Estados Unidos o víctima de la competencia europea, impulsó el Brexit y ganó el referéndum de 2016. La campaña que llevaron a cabo rompió todos los récords del chovinismo y la demagogia al hacer creer a los trabajadores que por deshacerse de los extranjeros, europeos o no, y de las normas de la Unión Europea, recuperarían la prosperidad y la grandeza del antiguo Imperio Británico.
Pero han pasado tres años y, a medida que se iba acercando la fecha límite, ¡se ha amplificado la desbandada y el caos! Incapaz de salir, con o sin acuerdo, o de permanecer, la burguesía británica marcha con los ojos abiertos hacia la catástrofe económica. Todo indica que la salida de la Unión Europea conllevará una caída significativa en el comercio y la producción. Las empresas ya están cerrando o trasladándose a otros países europeos para mantener los beneficios del mercado europeo.
Los Estados Unidos se regocijan con el Brexit porque podrán imponer sus condiciones a la burguesía británica en las negociaciones bilaterales. ¡Al final, serán los trabajadores y los jóvenes quienes pagarán las consecuencias de la ruptura.
Paralizado, reducido a mendigar una ampliación de plazo tras otra, para ganar tiempo, el gobierno británico de los conservadores se muestra incapaz de conseguir organizar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Por su parte, el Partido Laborista se muestra completamente ambiguo, nadie sabe si está a favor o en contra de Brexit. Por esa razón, son los partidos fascistoides UKIP y del Partido Brexit los que tienen el viento en popa.
Para los demás países europeos, la retirada de Gran Bretaña significa sobre todo la reducción del comercio intracomunitario con consecuencias desiguales y más o menos perjudiciales. Pero para la Unión Europea en su conjunto, es un debilitamiento considerable que un país de la importancia del Reino Unido rompa los amarres.
Las quimeras del reforzamiento de la Unión Europea
En esta difícil situación, la mayoría de los representantes de la burguesía de toda Europa explican a sus explotados que su salvación radica en el fortalecimiento de la Unión Europea. Fortalecerla la convertiría finalmente en una potencia económica capaz de competir con EEUU y China, capaz de discutir como iguales en las negociaciones internacionales. Fortalecerla la convertiría en un continente entero donde se preservaría el medio ambiente, lo que aumentaría su influencia para imponer estándares ecológicos internacionales. Su fortalecimiento permitiría el crecimiento, el progreso social, la cooperación entre los pueblos europeos y el mantenimiento de la paz. Todas estas afirmaciones son tan quiméricas como falsas.
Con las tensiones comerciales globales y la desaceleración del crecimiento, los intereses de la burguesía europea son cada vez más divergentes y a duras penas puedan presentar una apariencia pública de unidad. La burguesía alemana y francesa, que son las más poderosas – respectivamente el 20% y el 14% del PIB de la UE – están tratando de avanzar juntas frente a China, pero se enfrentan respecto a la posición que la UE debe defender frente al Brexit, o en las negociaciones con los EEUU y se enfrentan respecto a las entregas de armas de Francia a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos en la guerra contra Yemen.
La UE también está atravesada por bloques de alianzas entre diferentes países que lideran sus propios barcos y que son otras tantas fuentes de división, como el grupo de Visegrado que incluye Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia o el grupo de los 3 mares iniciado por Polonia y que reúne a 12 países de Europa Central entre el Báltico, el Mediterráneo y el Mar Negro. Los EEUU utilizan la pertenencia a la OTAN de países de Europa del Este, como Albania, Croacia, Montenegro o las solicitudes de entrada de Bosnia y Herzegovina, Georgia, la República de Macedonia del Norte y Ucrania para promover sus propios intereses. No es el movimiento hacia la integración lo que predomina hoy en Europa, sino las fuerzas centrífugas.
Hoy en día, frente a las amenazas del imperialismo americano de imponer aranceles a las exportaciones europeas de acero, automóviles, aeronáutica, etc., ante a la ofensiva económica del imperialismo chino, la mayoría de los líderes capitalistas europeos consideran esencial que la UE refuerce las reglas proteccionistas en sus fronteras para protegerla de la competencia, obviamente considerada desleal. Esto solo amplificará la guerra económica, conllevará a la reducción del comercio y acelerará la crisis. El proteccionismo siempre precipita la depresión económica y conduce a la guerra.
Bajo el régimen capitalista, el desarrollo igualitario de las diferentes economías y estados es imposible. El único medio posible para restablecer el equilibrio comprometido de vez en cuando son, en el régimen capitalista, las crisis en la industria y las guerras en la política. (Vladimir Lenin, Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa, agosto de 1915)
El calentamiento global, la contaminación de los océanos y de las capas freáticas o la destrucción de especies animales y vegetales se están acelerando en todo el mundo. Los ecologistas culpabilizan a los individuos predicando las virtudes de un comportamiento eco-responsable en su consumo. Muchos dirigentes europeos posturean a gusto su sensibilidad ecológica.
Pero el consumo de los trabajadores no tiene nada que ver con los campos de golf, los jets privados y los yates de los capitalistas. La principal causa de estos peligros mortales para la humanidad no hay que buscarla más lejos que en la dominación del capitalismo por todo el planeta. La producción, el comercio, el consumo, el crédito, todo está determinado por las reglas del beneficio capitalista, sin ninguna preocupación por el medio ambiente, excepto cuando ciertas medidas de protección se convierten en una fuente de beneficio por si mismas, lo que las convierte en su contrario.
La Unión Europea de burguesías capitalistas e imperialistas no escapa a esta lógica. Después de los fraudes de los fabricantes de automóviles para sortear las normas de contaminación de los motores diesel o sobre el consumo real de los motores de gasolina, los principales grupos capitalistas automovilísticos europeos confían en el automóvil eléctrico como un nuevo El Dorado. Pero, ¿cómo será producida la energía eléctrica necesaria para su funcionamiento? ¿cómo se controlarán los costos y los daños ambientales, en Europa y en el mundo, causados por la fabricación de baterías y su deconstrucción al final de su vida útil? ¡Eso no entra en sus cálculos! Y todo funciona igual, desde el uso a gran escala de pesticidas hasta el desarrollo anárquico de las ciudades con la acumulación de problemas que sufren las poblaciones más pobres. A pesar de todas las profesiones de fe, la naturaleza capitalista de la Unión Europea de las burguesías no puede ser un motor en la lucha contra la destrucción del planeta.
La UE no ha protegido a los trabajadores y jóvenes de la crisis capitalista mundial de 2008 o de la crisis europea de la deuda y sus consecuencias. Ciertamente los principales grupos industriales y los bancos han sido salvados de la quiebra al coste de miles de millones, pero los trabajadores y los jóvenes han pagado el precio, especialmente en Grecia, España y Portugal. Desde entonces, cada país capitalista europeo ha aumentado la presión sobre su propia clase obrera para mantener o aumentar la tasa de ganancia mediante la reducción de los salarios, el aumento de las horas de trabajo, la intensificación del trabajo, la reducción de las pensiones, el abaratamiento del despido, la restricción del acceso a la salud o a la formación.
El mito chovinista de la Comisión de Bruselas por encima de los estados burgueses nacionales
Evidentemente, ningún gobierno deja de atribuir a la Unión Europea la responsabilidad de las medidas impopulares que toma a favor de su burguesía. El Partido Conservador británico, la Liga italiana y muchos otros utilizan regularmente este truco. Los partidos fascistas y fascistoides, lo mismo que una parte del movimiento obrero (especialmente los antiguos partidos estalinistas y algunas variedades del reformismo y el centrismo), denuncian una supuesta «Europa» todopoderosa que dictaría su conducta a los estados nacionales despojados de su soberanía. Este veneno nacionalista es una engañifa.
El Parlamento Europeo no tiene poderes reales, ya que las decisiones de la UE son tomadas por el «Consejo Europeo» (y, en menor medida, por el «Consejo de Ministros»), es decir, por acuerdo entre los 27 gobiernos ejecutivos nacionales. Son aplicados por la «Comisión Europea», cuyos comisionados son nombrados por los gobiernos nacionales. Del mismo modo, el presidente y los gobernadores del Banco Central Europeo son nombrados por los 18 gobiernos de la zona del euro.
La Unión Europea se basa en compromisos entre los estados que la conforman y, en particular, en las negociaciones entre los más poderosos (Alemania, Francia, Italia y hasta ahora Gran Bretaña). Las «cumbres franco-alemanas» no aparecen en los tratados comunitarios, pero desde 1957 han estado preparando reuniones del Consejo Europeo y pasando por alto a los mandatarios de la Comisión y del Parlamento. Por lo tanto, ninguna decisión importante de la UE se ha tomado sin el acuerdo de los poderes ejecutivos alemán y francés: creación del mercado común en 1957, adopción de una política agrícola común en 1962, ampliación de 1973, adopción de paridades fijas entre monedas en 1979, decisión de una moneda única en 1992, lanzamiento del euro en 1999, ampliación de 2004, adopción de nuevas reglas de funcionamiento en 2009, ayuda a Grecia en 2010, condiciones establecidas para el Brexit en 2018 …
El presupuesto de la Unión Europea demuestra que está lejos de constituir un estado. Primero, no tiene derecho a imponer impuestos y se financia principalmente mediante contribuciones de los Estados miembros. En segundo lugar, estos recursos representan poco más del 1% del PIB de la zona.
La Unión Europea tiene poca política internacional común y no tiene medios militares para hacerla cumplir. La intervención imperialista estadounidense, británica, italiana y española de 2003 en Irak se hizo contra la opinión de Rusia, Alemania y Francia. La intervención imperialista estadounidense, francesa, británica, italiana y española en 2011 en Libia tuvo lugar a pesar del gobierno alemán. Las intervenciones imperialistas francesas de 2013 en Mali y en la República Centroafricana, seguidas de la Operación Barkhane, se decidieron sin consultar a la UE ni a los otros gobiernos. Hoy en Libia, los nuevos enfrentamientos oponen a dos facciones, una de las cuales es apoyada por Italia y la otra por Francia.
Detrás de una fachada democrática, la Unión Europea encubre a una jerarquía de estados, encabezada por un puñado de grandes países imperialistas, a una periferia de países dominados que atraen la codicia de otros imperialismos, los Estados Unidos, China, Rusia … y, entre unos y otros, a imperialismos de reducido tamaño.
Durante la crisis capitalista mundial de 2008-2009, cada cual se buscó la vida en Europa: cada estado financió abundantemente a sus grupos financieros y sus empresas automovilísticas, sin ningún respeto por el «liberalismo» ni las reglas de déficit público y deuda pública de la UE. La Comisión Europea no adoptó nunca ninguna sanción por exceder los límites presupuestarios establecidos por los tratados (déficit público inferior al 3% del PIB, deuda pública inferior al 60%, déficit «estructural» inferior al 0,5% del PIB).
Los gobiernos europeos reprimen y rechazan a los migrantes
En Europa, los principales países imperialistas (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, España …) son culpables de saquear a los países dominados de su continente y del mundo entero. Sacando jugosos beneficios de esta miserable explotación, sus gobiernos organizan la división entre sus propios trabajadores (sexo, raza, origen, edad, condición legal, orientación sexual, condiciones de trabajo, desempleo …) usando miles de medios sociales, políticos y mediáticos. Para mantener esta dominación en sus propios países, las burguesías también se oponen a la apertura de las fronteras que necesitan millones de seres humanos. Precisemos que cruzar estas fronteras no es un problema si los exiliados son millonarios.
Desde 2014, la Unión Europea ve cómo cientos de miles de migrantes buscan ayuda y acogida cada año. Los países mediterráneos constituyen el punto de entrada en Europa. En todos los casos, la recepción ha estado sujeta a condiciones drásticas y una vigilancia inmunda, y muy pocos se han beneficiado de un verdadero asilo o un derecho de residencia. Del 1.240.000 de solicitudes de asilo en la UE en 2017, solo 538.000 fueron aceptadas en condiciones miserables, una «tasa de protección» de alrededor del 45%.
Mientras que Alemania ha elegido albergar a una parte de los migrantes (890.000 en 2015), los otros países rápidamente adoptaron una acogida restringida y represión creciente: suspensión de los acuerdos de Schengen, control en las fronteras, limitación del número de migrantes recibidos, negación de asilo después de meses de espera en la pobreza, detención, desmantelamiento de los campamentos construidos por los migrantes, deportación a la frontera europea del país por donde ingresaron a la UE (Reglamento de Dublín), …
A finales de 2015, el gobierno de Merkel dio marcha atrás y decidió detener a los migrantes fuera de las fronteras de la UE y del espacio policial que depende de ella (Schengen). En marzo de 2016 se les impuso un acuerdo a Turquía y Grecia, ambas sometidas a los dictados de París y Berlín, que son los gobiernos dominantes de la UE. A cambio de unos pocos miles de millones, Erdogan tiene que mantener a millones de refugiados del Mashrek en campamentos. La Grecia del gobierno del Frente Popular Syriza-ANE de Tsipras debe clasificar a los migrantes en unas islas y enviarlos en masa de vuelta a Turquía. Para fines de 2018, más de 60,000 de ellos todavía estaban bloqueados en campamentos griegos en condiciones sanitarias desastrosas. Cientos de miles han sido ya expulsados en base al acuerdo forzado por Merkel, Macron, May, Renzi …
La otra ruta de migración pasa por Libia. Los sucesores de Gaddafi están sometidos a las órdenes de las principales capitales europeas, París y Roma a la cabeza.
Desde que se cerró la ruta por Grecia y Libia, la UE está ayudando a Marruecos a «equipar a sus guardacostas» con 148 millones de euros pagados en 2018 para luchar contra los contrabandistas. En 2018, casi 100,000 migrantes fueron arrestados en Marruecos, luego expulsados a su país o encerrados en campos.
En España, los partidos burgueses PP y Ciudadanos hacen frente común con el nuevo partido fascistoide Vox, que quiere devolver a todos los refugiados. En Francia, los partidos LR, RN y DF alientan al gobierno de Macron, que quiere introducir «cuotas anuales» para la recepción de refugiados, y aprobó en septiembre de 2018 una ley más restrictiva de «Asilo e Inmigración» contra los inmigrantes. En Alemania, la AfD fascistoide e islamófoba está ayudando al partido CDU-CSU de Merkel y al SPD a difundir el miedo al extranjero. En Italia, el gobierno nacionalista de la Liga Norte-Movimiento 5 estrellas desmantela las ayudas estatales a los migrantes y autoriza a sus guardacostas a rechazarlos y empujarlos hacia Libia. El reciente Decreto-Ley de Salvini abolió los permisos de residencia humanitarios otorgados al 25% de los solicitantes de asilo durante dos años.
Los barcos de las ONG ya no tienen derecho a salvar a los migrantes en el Mediterráneo (30.000 vidas salvadas desde 2014). El gobierno de Macron ha bloqueado el barco el Aquarius 2 de la ONG francesa SOS Méditerranée y le ha negado la posibilidad de registrase bajo pabellón francés. En enero de 2019, los barcos de las ONG alemanas Sea Watch 3 y Sea Eye se vieron obligados a permanecer en aguas internacionales con migrantes naufragados porque ningún país de la UE accedió a desembarcarlos. La ONU ha registrado casi 17.000 migrantes ahogados desde 2014, incluyendo más de 1.800 en 2018. Miles de personas mueren cada año, a manos de la policía, de hambre y de sed, en los campamentos de refugiados controlados por mafiosos o en el desierto cuando las policías marroquí, libia y argelina los deja a varios kilómetros de sus fronteras.
El resistible ascenso del racismo y el fascismo
En cada país miembro, una fracción del capital no había podido afrontar la apertura de fronteras y la competencia de otras empresas europeas. El ascenso irresistible de Alemania, desde que absorbió la RDA en 1990, y la apertura de Europa Central a sus mercancías y capitales, preocupa a las otras burguesías de la UE. La crisis capitalista mundial de 2008-2009 amplió la brecha entre el capitalismo alemán y su rival francés.
Una parte de la burguesía alemana, holandesa, danesa, finlandesa … se resiste a hacerse cargo de las burguesías del sur.
Los partidos racistas y fascistas usan a los extranjeros como chivos expiatorios. Los gobiernos más «democráticos» acosan a los trabajadores migrantes e incluso a los rumanos a pesar de ser ciudadanos de países miembros.
El desempleo masivo, combinado con la impotencia, la cobardía y las repetidas traiciones de los partidos «reformistas» y las direcciones sindicales, impulsan el auge de los partidos xenófobos que llegan hasta el neonazismo. En el espacio de 10 años, de 2008 a 2018, el crecimiento de estas organizaciones en Europa es espectacular. Los grupos y partidos fascistas ya están atacando a activistas obreros, minorías nacionales y extranjeros con la complicidad de la policía en Grecia, Alemania, Hungría, Francia … En Austria y en Finlandia, los partidos fascistas participan en los gobiernos, en Dinamarca el partido fascistoide apoya al gobierno sin participar en él. En Italia, la Liga aliada al movimiento populista M5 estrellas dirige el gobierno. En Hungría y Polonia, los partidos burgueses gobernantes compiten con los partidos fascistas en xenofobia y nacionalismo. En los Países Bajos, los partidos islamófobos mantienen un alto peso electoral. En España, el partido fascistoide VOX está ganando terreno. En Gran Bretaña, el nuevo partido del Brexit, violentamente xenófobo, fundado por el antiguo dirigente del UKIP, Farage, se alimenta del impasse del gobierno …
La clase obrera podría poner fin a todo ello rápidamente, pero eso implica no prestar ninguna confianza al estado burgués, a sus leyes, a sus jueces y a sus policías para contrarrestar a la «extrema derecha». Justo lo contrario de lo que preconizan desde hace mucho tiempo las organizaciones de masas de la clase obrera. Implica, además, la movilización resuelta de la clase obrera con sus propios métodos de organización y lucha, en el terreno de la independencia de clase, imponiendo el frente único, para librar al territorio de los resurgimientos de las organizaciones fascistas y otros aprendices de nazis. Para segar la hierba bajo los pies de los partidos racistas y fascistas, se necesitaría que las organizaciones procedentes de clase trabajadora rompieran con toda su burguesía, con la facción pro-UE y con la facción anti-UE, con el llamado «interés nacional», que divide a la clase obrera y la somete a sus explotadores, que se comprometieran en la vía del gobierno de los trabajadores.
Por la revolución social en toda Europa, desde Turquía a Islandia, desde Portugal a Rusia
Los proletarios, para emanciparse y liberar a la sociedad de la obstrucción y amenaza que implica desde hace tiempo el modo de producción capitalista, deben enfrentar a toda la burguesía y marchar hacia el socialismo mundial.
Los partidos social-patriotas («laboristas», «socialdemócratas», «socialistas», «comunistas») subordinan el proletariado a su burguesía. Flanqueados por organizaciones centristas (los falsos «trotskistas» que reniegan de la insurrección y de la dictadura del proletariado, los restos del maoísmo, etc.), pretenden mejorar la Unión Europea o, incluso más estúpidamente, que aseguran que el capitalismo en un solo país es viable y preferible. Los partidos «reformistas» que gobiernan lo hacen a cuenta de su burguesía y contra la clase obrera. Las direcciones sindicales también son burocracias que ya únicamente «negocian» los ataques de los patronos y del gobierno. Para defenderse, los trabajadores deben hacer valer su independencia respecto a todos los capitalistas, tomar el poder y unificar el continente.
Cien años después de la primera guerra mundial, para evitar que Europa se hunda nuevamente en el nacionalismo y la guerra, para abrir un futuro progresista, el proletariado necesita una nueva dirección, una internacional obrera y, en cada estado, un partido bolchevique. Internacionalista y revolucionario.
Así, los obreros, los empleados, los técnicos, etc. podrán unirse y reunir en torno a ellos a los desempleados y las capas semi-explotadas (trabajadores independientes, autónomos) y a los jóvenes en formación, para derrocar la dominación de la minoría burguesa, conquistar el poder político, abolir las viejas relaciones de producción y extender la revolución europea; para colaborar con los otros gobiernos obreros resultantes de la revolución socialista en los países que constituyen la UE y los demás (incluida Turquía, que la «Europa» capitalista rechaza).
A las consignas de desesperación nacional y de locura nacional, debemos oponer las consignas que proponen una solución internacional. (Léon Trotsky, El giro de la IC y la situación en Alemania, septiembre 1930)
- ¡Igualación de la legislación laboral de todos los países en base a las normativas más ventajosas de toda Europa! ¡Prohibición de los despidos! ¡Escala móvil de salarios y horas de trabajo! ¡Distribución del trabajo entre todos los trabajadores! ¡Control de los trabajadores sobre la contratación y producción!
- ¡Derogación de todas las legislaciones que limitan los derechos democráticos! ¡Libertad de expresión, reunión, organización, huelga y manifestación en todos los países! ¡Liberación inmediata de los “chalecos amarillos”, de los militantes obreros turcos…! ¡Anulación de todos los procedimientos judiciales contra militantes obreros y sociales!
- ¡Respeto a las minorías nacionales! ¡Derecho de separación de las minorías nacionales! ¡Liberación inmediata de todos los presos políticos kurdos, tártaros, vascos, …! ¡Anulación de todos los procedimientos judiciales contra los militantes catalanes!
- ¡Libre circulación de trabajadores de todos los países en Europa! ¡igualdad de derechos para todos los trabajadores! ¡Apertura de fronteras para migrantes, derecho de instalación y circulación, papeles para todos!
- ¡Enseñanza y sanidad universales, laicas, de calidad y gratuitas! ¡Cancelación de todos los ataques contra los salarios indirectos! ¡Expropiación sin compensación de bancos y compañías de seguros! ¡Anulación de todas las deudas públicas!
- ¡Vivienda digna y barata para todos los trabajadores y trabajadoras! ¡Municipalización de todo el suelo urbano!¡Expropiación sin indemnización de todas las viviendas en manos de grandes propietarios (capitalistas inmobiliarios, bancos, compañías de seguros, sociedades inmobiliarias..)! ¡Ni un deshaucio más! ¡Limitación inmediata de los precios de los alquileres de viviendas!
- ¡Completa separación del estado respecto a todas las religiones! ¡Ninguna subvención a ningún culto! ¡Derogación de las leyes contra la ”blasfemia” o la “ofensa a las convicciones religiosas! ¡Prohibición de toda propaganda religiosa en los centros de formación! ¡Libre acceso en toda Europa a la anticoncepción y el aborto!
- ¡Abolición de las monarquías! ¡Disolución de las cámaras parlamentarias no electas por sufragio universal (Cámara de los Lores británica, Senado francés …)! ¡Remuneración de los cargos electos al nivel del salario de una trabajadora calificada! ¡Revocabilidad de los elegidos!
- ¡Fuera de la OTAN todos los países de Europa! ¡Abajo todos los tratados militares y económicos burgueses! ¡Fin de las intervenciones militares exteriores europeas y cierre de las bases militares en el extranjero!
- ¡Autodefensa de las luchas y de las organizaciones obreras contra todas las bandas de capital! ¡Disolución de los ejércitos profesionales, los cuerpos de represión y el armamento de los trabajadores!
- ¡Derrocamiento de todos los gobiernos burgueses! ¡Creación de consejos obreros! ¡Gobiernos sin ministros burgueses basados en los consejos! ¡Supresión de las fronteras! ¡Estados Unidos Socialistas de Europa!
El enemigo principal está en nuestro propio país. La unidad de Europa y el socialismo mundial solo pueden ser el fruto de una revolución social dirigida por una clase que no es ni poseedora ni explotadora, que es internacional y no nacional.
El triunfo de la revolución socialista en el continente dará impulso a la revolución en el norte de África, Próximo Oriente y el mundo, lo que permitirá asegurar las condiciones del socialismo mundial.
Construyamos la internacional cuyas banderas rojas proclamarán: ¡viva la unión de los gobiernos obreros y campesinos del mundo!