¡Ni islamistas ni generales! ¡Gobierno Obrero y Campesino!

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Después de días de manifestaciones gigantescas, de una amplitud nunca vista en el país y que reunieron más de 20 millones de personas, el Estado Mayor decidió destituir al Presidente Morsi antes de que el propio pueblo lo haga. “El conflicto entre las fuerzas políticas corre el riesgo de conducir al hundimiento del Estado», había prevenido el Ministro egipcio de Defensa Abdelfattah al-Sissi.

El ejército, pilar del Estado burgués

El Ejército egipcio es abiertamente el eje del Estado burgués desde Nasser. Cuando las masas lanzan su combate para expulsar a Moubarak, a finales de 2010, el Ejército participó en todas las maniobras para intentar protegerlo, como el sangriento episodio llamado «la batalla de los camellos», contra los manifestantes de la plaza Tahrir. Como todas estas tentativas seguían siendo inútiles ante el ascenso revolucionario de las masas, el Ejército debió entonces, probablemente bajo la orden del imperialismo norteamericano, decidirse a detener a Moubarak para preservar el Estado burgués e intentar calmar a las masas. Después de 17 meses de poder asegurado por el «Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas» y caracterizado por la represión y las detenciones, en las elecciones que los generales organizaron, su candidato, el antiguo Ministro de Aviación y último Primer Ministro de Moubarak, fue derrotado. Esto obligó al Ejército a ceder el lugar a Morsi, candidato del partido de los Hermanos Musulmanes, elegido el 17 de junio de 2012 bajo la etiqueta de PLJ con un 51,7% con los votos, pero con más del 50% de abstenciones.

Morsi, una solución de recambio para la burguesía

Como Khomeiny en 1979 en Irán, Morsi había recibido el apoyo de la casi totalidad de las organizaciones que se reclamaban de la democracia, o incluso de la revolución, en nombre de un supuesto antiimperialismo o del voto útil contra la vuelta de Moubarak. Fue calificado incluso de “ala derecha de la revolución» por los supuestos trotskistas Socialistas Revolucionarios, ¡cuando los Hermanos Musulmanes habían sido los últimos en unirse al movimiento contra Moubarak, en la intención de impedir toda tentativa de proseguir con la revolución, para aplastar a la clase obrera y juventud!

Con las felicitaciones y estímulos de Washington, Morsi inmediatamente se apresuró a ofrecer las universidades a los clericales, perseguir a los coptos, reprimir las huelgas, detener a los militantes obreros. Disolvió el Parlamento, luego hizo redactar una Constitución reforzando la dominación de los burgueses islamistas, haciendo de la sharia la fuente del derecho, garantizando al mismo tiempo al Ejército su enorme presupuesto y su lugar significativo en la economía capitalista.

La oposición burguesa se reagrupó en el Frente de Salud Nacional (FSN), un conglomerado que va de antiguos Ministros de Moubarak a organizaciones que se dicen revolucionarias (M6A) pasando por nacionalistas nasseristas y «demócratas» pro-imperialistas. El FSN busca entonces un terreno de acuerdo con Morsi y los Hermanos Musulmanes, reclamando compartir el poder con ellos en un «Gobierno de Salud Nacional», firmando el 31 de enero de 2013 un acuerdo «contra las violencias» con el partido de los Hermanos Musulmanes, el PLJ, es decir, ¡con aquéllos mismos que organizan y pagan a las bandas islamo-fascistas!

Lejos emancipar a Egipto del imperialismo, Morsi se encontró suspendido de préstamos del FMI, que exigía amargos recortes en las subvenciones a los productos y los servicios básicos que permiten a una mayoría de la población escapar al hambre. Ante la persistencia de la crisis económica, el desempleo (15% oficialmente, en realidad bastante más), la inflación, que se abaten sobre las masas campesinas y obreras, Morsi quiso reducir a la mitad las subvenciones a la energía y a los productos alimentarios, aumentando al mismo tiempo los impuestos sobre otras mercancías (bebidas, acero, cemento…).

Un golpe militar preventivo contra la revolución social

Ante las manifestaciones y las huelgas obreras masivas del otoño pasado, Morsi había debido retirar el decreto que le confería plenos poderes, pero llegó a hacer adoptar en diciembre de 2012 su Constitución por referéndum, con menos de un 33% de participación y cantidad de fraudes.

A principios de 2013, numerosas revueltas espontáneas en Port-Saïd y Alejandría tomaron gobernadores, la policía e incluso a sedes de los Hermanos Musulmanes. Los trabajadores del transporte ferroviario entraron en huelga el 7 de abril. El Ejército militarizó a los ferroviarios a partir del 2do. día. Éstos rechazaron la militarización. El Ejército encarceló a 96 cuadros de la huelga al 3er. día y recurrió a los pensionistas y a los trabajadores del Metro de El Cairo, los cuales se negaron a romper la huelga. El 4to. día, los huelguistas fueron liberados y el trabajo se reanudó, con la promesa de aumentar, en julio, los salarios.

Apenas más de un año después de la elección de Morsi, las masas egipcias, en un formidable impulso revolucionario, se congregaron para expulsarlo. Es contra este impulso revolucionario, para preservar al Estado burgués, que los generales egipcios organizaron su golpe de estado y detuvieron al Presidente. Este putsch de los generales de Moubarak tiene el apoyo tácito del Gobierno norteamericano y abierto del FSN.

A lo que Egipto asiste actualmente no es para nada un golpe de Estado militar. Era una decisión necesaria que la dirección de las Fuerzas Armadas ha tomado para proteger la democracia, preservar la unidad y la integridad del país y restaurar la estabilidad. (FSN, Comunicado, 4 de julio)

Por el armamento del pueblo, por el Gobierno Obrero y Campesino

Las potencias imperialistas y los Estados vecinos, a comenzar por el Gobierno burgués islamista de Túnez, tiemblan ante la potencia de las masas egipcias. Pero sin dirección revolucionaria, a pesar de su formidable movilización, éstas siguen siendo prisioneras de las fuerzas vinculadas al mantenimiento del orden burgués. A pesar de todos los que les aconsejan volver a poner su suerte en manos de los militares o de los islamistas, las propias masas deben organizar sus sindicatos, sus Consejos, sus Comités, sus Milicias de auto-defensa en las fábricas, las universidades, los barrios, los pueblos…

Es necesario construir un partido obrero revolucionario que permita a los trabajadores profundizar la revolución y extraer sus frutos, que combata abiertamente por el Gobierno de los Consejos Obreros y Populares, que solo podrá satisfacer las reivindicaciones económicas y políticas expropiando a las grandes empresas capitalistas, sustituyendo las grandes propiedades de la tierra por cooperativas agrícolas y desarmando a los cuerpos represivos de la burguesía (Ejército, Policía, milicias islamistas).


7 de julio 2013

Buró Internacional del Colectivo Revolución Permanente