Llamamiento del Colectivo Revolución Permanente

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Reunir a los bolcheviques de todos los países para avanzar hacia la construcción de una Internacional obrera revolucionaria

El capitalismo es el resultado de la explotación de los trabajadores asalariados por la burguesía. La suerte de la clase obrera, que produce lo esencial de las riquezas, es la pobreza, la precariedad del empleo y la disminución de sus derechos.

La ley según la cual, gracias a los progresos hechos por la productividad del trabajo social, puede ponerse en movimiento una masa cada vez mayor de medios de producción con un desgaste cada vez menor de fuerza humana es una ley que, dentro del régimen capitalista, en que los obreros no emplean los instrumentos de trabajo, sino que son éstos los que emplean a los obreros, se trueca en esta otra: la de que cuanto mayor es la fuerza productiva del trabajo y mayor, por tanto, la presión ejercida por el obrero sobre los instrumentos que maneja, más precaria es su condición de vida: la venta de la propia fuerza para incrementar la riqueza de otro o alimentar el incremento del capital.” (C. Marx, El Capital, 1867, Libro I, capítulo XXIII.- 4)

En manos de los patronos y de los estados a su servicio, el progreso técnico lleva al aumento de la explotación, el mantenimiento de toda clase de parásitos, la dilapidación de los recursos naturales, la destrucción del hábitat y la continua generación de carnicería bélica. El valor de uso del armamento producido es la destrucción de las fuerzas productivas de la humanidad, como lo ilustra, una vez más, la invasión y ocupación de Irak por el país económica y científicamente más avanzado del mundo.

La guerra llevada a cabo en Irak por la soldadesca de los imperialismos norteamericano, inglés, australiano y de las semicolonias bajo su dominio; la ocupación de Palestina por el ejército sionista; la intervención militar de Francia en Costa de Marfil; todo ello son ilustraciones de la barbarie a la que conduce la pervivencia del capitalismo.

Las raíces de la actual impotencia de la clase obrera

Estas agresiones se ven facilitadas por las derrotas precedentes inflingidas al proletariado mundial y a los países dominados: restauración del capitalismo en Rusia y en la mayor parte de los antiguos estados obreros burocratizados, intervenciones militares anteriores del imperialismo contra Irak, Kosovo, Servia, Afganistán. Estas intervenciones son posibles gracias a la complicidad de las organizaciones de la clase obrera que se confabulan con los explotadores, sus políticos y sus estados.

Los trabajadores son una tan aplastante mayoría y su fuerza se ve tan multiplicada en la medida de su posición estratégica en la producción que, si se unen para actuar de acuerdo a sus propios intereses, un capón aseguraría su victoria sobre la burguesía. Pero no están unidos, están desprovistos de la conciencia de clase. La explicación es la influencia de la ideología burguesa sobre los trabajadores. Esta influencia se propaga entre las filas obreras de diferentes maneras pero la principal es la burocracia obrera.” (J. Cannon, Speeches to the party, 1953)

Por eso el golpe de estado de Pinochet en 1973, la derrota de los mineros en Gran Bretaña en 1985, la guerra imperialista contra Irak en 1991 y en el 2003, no eran inevitables: fueron el resultado de la política de las cúpulas del movimiento obrero, de los aparatos de los partidos tradicionales y de los sindicatos.

La raíz material de la servidumbre de las actuales direcciones de la clase obrera es la corrupción que la clase dominante ha producido en los aparatos de las organizaciones construidas por la clase obrera.

La burguesía imperialista atrae y premia a los representantes y adeptos de los “partidos obreros burgueses” con lucrativos y tranquilos cargos en el gobierno o en el comité de la Industria de Guerra, en el Parlamento y en diversas comisiones, en las redacciones de periódicos legales “serios” o en la dirección de sindicatos obreros no menos serios y “obedientes a la burguesía.”” (V. I. Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo, 1916).

La compra de los jefes y la integración de los aparatos han progresado mucho en un siglo. El resultado es que, hoy en día, los agentes de la burguesía en la clase obrera se niegan a defender la lucha nacional palestina, iraquí o chechena; dejan aislados a los parados e inmigrantes; gestionan lealmente el capitalismo (solos en el gobierno como en Gran Bretaña y el Estado español, o junto a partidos de la burguesía como en Alemania o Brasil); por medio de treguas y remiendos institucionales protegen a los estados burgueses amenazados por levantamientos; cogestionan las empresas y participan en la aplicación de los planes de despidos o de destrucción de las conquistas sociales; sabotean las huelgas generales (por medio de la división y de las “jornadas de lucha”); apoyan a su burguesía, su gobierno y la ONU; multiplican las desviaciones de las luchas (defensa del interés nacional, vía electoral y parlamentaria, pacifismo, “Foro Social Mundial”…).

El abandono, por el movimiento obrero de los países imperialistas, de la referencia al socialismo y de todo internacionalismo proletario, la desaparición de la URSS y los retrocesos de la clase obrera mundial, han reforzado, además, la influencia de las direcciones nacionalistas pequeño burguesas y burguesas y, en su seno, al ala más reaccionaria, al fanatismo clerical.

El islamismo ha suministrado, en más de una ocasión, las fuerzas cipayas para los golpes de estado y las guerras reaccionarias fomentadas por el imperialismo norteamericano: en Irán en 1953, en Indonesia en 1965, en Afganistán en 1979, en Argelia en 1992…. Defensores encarnizados de la propiedad privada y del patriarcado; opresores de los trabajadores, mujeres y juventud y degolladores de los militantes obreros; las redes políticas de los mulás, pagadas por las burguesías de Arabia Saudí e Irán; sólo tienen como estrategia la presión sobre las potencias imperialistas. La ejercen sobretodo por medio de atentados suicidas, llevados a cabo no por los curas sino por jóvenes combativos a quienes temen por su potencial revolucionario. Estos actos terroristas se dirigen a menudo contra los trabajadores, en conformidad con la naturaleza social (capitalista con fuertes rasgos feudales) de esta corriente clerical.

La clase obrera necesita un nuevo partido, revolucionario y mundial

La segunda guerra contra Irak mostró bien a las claras las rivalidades entre los imperialismos, cuyo objetivo es (y será cada vez más) un nuevo reparto del mundo, la servidumbre de los países de la exURSS, el pillaje de los recursos del planeta y del producto del trabajo social de todos los explotados. La restauración del capitalismo en Rusia y la victoria militar del imperialismo norteamericano sobre el ejército de Sadam Hussein no han asegurado, en absoluto, ni el orden mundial ni la supremacía absoluta de los Estados Unidos sobre los imperialismos europeos y el japonés.

En efecto, múltiples crisis económicas locales o regionales, recesiones económicas regionales o mundiales, atestiguan la profundización de las contradicciones del modo de producción capitalista. Todos los remedios empleados para prolongarlo, tanto los keynesianos como los liberales, sólo preparan una nueva crisis económica mundial, consecuencia inevitable de la podredumbre del conjunto del modo de producción capitalista.

Cada burguesía intenta diferir la llegada de esta crisis y de escapar a sus consecuencias en detrimento de sus rivales y, sobretodo, de su propia clase obrera. En estas condiciones, la lucha por la emancipación de los trabajadores exige enfrentarse a la burguesía del propio país, incluyendo el combate por la ruptura de las organizaciones obreras (pero también de las organizaciones estudiantiles y campesinas) con el gobierno burgués, incluya éste o no a partidos reformistas.

Para acabar con las guerras y para que la humanidad pueda alcanzar su pleno desarrollo, para que la explotación, la opresión nacional y el racismo desaparezcan, el imperialismo debe morir. Sólo la clase obrera es capaz, tomando la dirección de la movilización de todos los oprimidos, de derrocar a la burguesía y de realizar la revolución socialista mundial.

La lucha de clases en el interior de los estados burgueses contra las clases dominantes y la solidaridad internacional de los proletarios de todos los países son dos reglas vitales inseparables de la clase obrera en su lucha de liberación histórico-mundial.” (Rosa Luxemburgo, Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia internacional, apéndice a La crisis de la socialdemocracia, 1915).

El proletariado, en lugar de aprovechar las divergencias en el seno de su propia burguesía y las divisiones de la burguesía mundial, se ve subordinado a una u otra fracción de la clase capitalista, por los partidos reformistas de origen estalinista o socialdemócrata, por las burocracias sindicales y su guardaflancos de izquierdas: los epígonos degenerados de la difunta IV Internacional.

La denuncia de las traiciones de las viejas direcciones ha de acompañarse con el combate por la movilización de las masas, por su autoorganización. Únicamente el movimiento revolucionario derrocará a la burguesía, destruirá su estado y abrirá el camino hacia el socialismo. Pero para que la lucha de la clase llegué a buen puerto, es decir a la insurrección y la toma del poder, el proletariado debe dotarse de una nueva dirección. Es necesario reagrupar a la vanguardia de los trabajadores conscientes, edificar un partido de tipo bolchevique. El partido obrero revolucionario sólo puede ser mundial debido al carácter internacional de la lucha de clases desde que el capitalismo domina el planeta:

La emancipación del proletariado sólo puede ser un acto internacional.” (F. Engels, Carta a Paul Lafargue, 1893).

De ello se deduce que la construcción del socialismo en un solo país es una utopía reaccionaria, especialmente en países económicamente atrasados donde se expropió a la burguesía, como Rusia, China, Albania y Cuba:

El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y al utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial.” (L. Trotsky, La revolución permanente. Tesis, 1928)

La destrucción de la IV Internacional es irreversible

La construcción de una nueva dirección, de una internacional obrera revolucionaria, es el objetivo del Colectivo que publica Revolución Permanente. La nueva internacional reanudará los esfuerzos internacionalistas precedentes del proletariado: la Liga de los Comunistas, La Asociación Internacional de Trabajadores, La Internacional Obrera, la Internacional Comunista, la IV Internacional. Sea cual se el nombre que tome, será la quinta internacional obrera.

La Internacional Obrera quebró en 1914: sus principales secciones se pusieron del lado de su burguesía en la carnicería interimperialista. La Internacional Comunista se hundió definitivamente en 1933, cuando se convirtió en instrumento de la burocracia usurpadora de la URSS contra la revolución mundial (como luego lo demostró el papel jugado por el estalinismo en la derrota de la revolución española). Fue entonces cuando Trotsky y un puñado de cuadros comunistas se orientaron hacia una nueva internacional, proclamada en 1938.

Nunca una organización revolucionaria ha llegado a vivir 70 años. La IV Internacional no ha sido una excepción, por mucho que numerosas corrientes proclamen fraudulentamente que la encarnan, y que, decenas de otras, pretendan abusivamente poder “reconstruirla”, “regenerarla”, “volver a fundarla”, “recrearla”, etc. Esta última perspectiva ha caducado, pasado ya medio siglo de la destrucción de la IV Internacional por su propia dirección. A partir de 1948, Pablo y Mandel, desorientados por el crecimiento capitalista y la expropiación del capital por los partidos estalinistas y decepcionados por la incapacidad de la IV Internacional para dirigir las luchas de masas, comenzaron a adaptarse a otras fuerzas sociales, a buscar sustitutos en la lucha del proletariado y en la construcción de partidos obreros revolucionarios.

El Tercer “Congreso Mundial” de 1951 revisó el programa acerca de la burocracia del Kremlin, de forma que proclamó que era necesario reformarla y no derrocarla (con desastrosas consecuencias para la revolución política en Alemania del Este en 1953 y en Hungría en 1956). En este Congreso, Pablo también desempolvó el “Frente Único Antiimperialista”, para ocultar su sumisión a los movimientos nacionalistas burgueses (con catastróficos efectos en el momento de la revolución boliviana en 1952).

La organización trotskysta mundial no superó esta crisis: a pesar de que determinadas secciones de la IV Internacional intentaron resistir, desde 1951 hasta 1953, todas cayeron finalmente en el oportunismo y resultaron liquidadas como organizaciones revolucionarias.

Para acabar: no hay lugar entre el socialpatriotismo y el marxismo. En los países imperialistas, las corrientes denominadas trotskystas se han convertido en reformistas de izquierdas actuando fuera o en el interior de los partidos estalinistas, laboristas o socialdemócratas; en los países dominados, constituyen muchas veces un apéndice de izquierda del nacionalismo pequeñoburgués.
La bandera de la IV Internacional ha sido mil veces destrozada y pisoteada: por el rechazo a defender a los estados obreros contra el imperialismo; por la aprobación de la represión de las burocracias en el poder ejercida contra el proletariado; por la aceptación de la intervención imperialista y del colonialismo sionista; por el apoyo a las reivindicaciones de la policía; por llamamientos a votar a favor de candidatos burgueses; por mistificaciones que presentaron como socialistas o revolucionarios a partidos contrarrevolucionarios (estalinistas, socialdemócratas o nacionalistas); por la aprobación de coaliciones con representantes de la burguesía; por la cogestión y la participación directa en gobiernos burgueses (Argelia, Sri Lanka, Brasil), la subordinación a la marisma de la “antimundialización” o “altermundismo”, la colusión con los islamistas…

¡Comunistas revolucionarios de todos los países, uníos!

Publicamos Revolución Permanente para sacar las lecciones de estas traiciones y desenmascarar a estos usurpadores.

Nuestro Colectivo internacional nació de un encuentro internacional en Buenos Aires, en diciembre de 2002, un año después de la crisis revolucionaria que vio a las masas argentinas derrocar al gobierno burgués elegido. El puñado de organizaciones revolucionarias que se reunieron allí provenían de tradiciones diferentes: del SU y la LIT (en cuanto al GOI de Chile y la LOI-DO de Argentina), de la LICR y del CEMICOR (en cuanto al CWG de Nueva Zelanda y LM de Perú), del CI y el CORCI (en cuanto al GB de Francia). Pero estas organizaciones afirmaron rechazar el “Frente Único Antiimperialista”, querer reanudar la estrategia de la revolución permanente y construir un centro revolucionario común.

El Colectivo pudo, así, elaborar una declaración contra la preparación de la intervención imperialista en Irak, un Llamamiento de 21 puntos a una Conferencia Internacional, una declaración sobre la revolución boliviana. Gracias a esta actividad, el Colectivo comenzó a atraer a otras organizaciones o corrientes de Brasil, Bolivia, Chile, Estado Español, Francia, Perú, Australia, Colombia… La dinámica de la discusión establecida entre los grupos, tanto sobre el contenido de las declaraciones como también sobre los 21 puntos, abrió, pues, la perspectiva de construcción de un marco internacional, por más modesto que éste fuera, de discusión e intervención sobre bases principistas y alejado del sectarismo auto- proclamatorio.

Pero la dirección de la LOI-FTI argentina se reveló incapaz de superar el caudillismo, las maniobras y el nacionalismo heredados del pablismo vertiente Moreno, un aventurero sin principios que capituló sucesivamente ante el peronismo y el castrismo.

Queriendo convertirse en un «partido guía», en la tradición del MAS argentino, la dirección morenista de la LOI fue incapaz de soportar la dialéctica del desarrollo de los debates leales y francos sobre cuestiones candentes (la confusión entre frente popular y frente único obrero, la confusión entre aristocracia y burocracia obreras, la adaptación al nacionalismo en América Latina, el apoyo a los paros de los aparatos sindicales, el oportunismo frente al islamismo…) cerrándolos en falso y ocultando a sus militantes las posiciones en liza. Intentó destruir al grupo peruano del Colectivo utilizando a un militante de Lima, tratando a Lucha Marxista de «estalinista» y de «polpotiano».

Después, ante la resistencia a sus procedimientos, intentó en la primavera del 2004 liquidar al Colectivo Internacional, empleando toda suerte de pretextos, chantajes y mentiras. Con ello, la dirección de la LOI asestaba un duro golpe al proceso puesto en marcha en su mismo Congreso de diciembre de 2002, puesto que la LOI era la organización más grande del Colectivo. La razón real de su escisión apareció enseguida: renegaba de los 21 puntos del Llamamiento levantando un “Comité de Enlace” sin programa y sin futuro.

Este episodio demuestra que el proceso de reafirmación del bolchevismo, en un contexto de reflujo de la clase obrera mundial, no será un camino tranquilo. Pero los revolucionarios consecuentes no pueden renunciar a tejer pacientemente lazos internacionales. La tarea es la construcción de su partido mundial, de la Internacional Obrera Revolucionaria.

En nuestra época, que es la época del imperialismo, es decir, la de la economía y la política mundiales dirigidas por el capital financiero, no hay un solo partido comunista que pueda establecer su programa tomando sólo o principalmente como punto de partida las condiciones o las tendencias de la evolución de su país.” (L. Trotsky, La Internacional Comunista después de Lenin, 1928, Crítica del programa de la IC)

Los núcleos bolcheviques son débiles numéricamente y la tarea es gigantesca. Pero cuentan con la espontaneidad del proletariado, con su propia intervención a partir de la experiencia anterior de la lucha de clases, sintetizada en los documentos programáticos de la Liga de los Comunistas elaborados por Marx y Engels, de la Internacional Comunista mientras vivió Lenin, de la IV Internacional en tiempos de Trotsky. Los 21 puntos pretenden concretar dialécticamente ésta continuidad en el momento actual. Fueron un instrumento para delimitarnos del oportunismo y del centrismo. Por tanto los elementos programáticos contenidos en estos 21 puntos necesitan y deben ser discutidos. En particular, es necesario:

  • precisar que la 4.o Internacional está muerta hace mucho tiempo;
  • denunciar toda capitulación actual ante el islamismo.

Hacemos un llamamiento a los obreros y a la juventud de la vanguardia internacional, a las fracciones y organizaciones revolucionarias internacionalistas, a responder a nuestra invitación de entrar en el camino de la discusión y convergencia internacionales y principistas.

Tal es la función de Revolución Permanente: permitir la discusión, el trabajo en común y la fusión entre internacionalistas, ayudar a la intervención en la lucha de clases para hacer vivir el programa y la construcción de organizaciones en cada país, inseparables de la delimitación del reformismo y del centrismo.

Cimentar estos elementos marxistas, por poco numerosos que sean al principio, recordar en su nombre las palabras del socialismo auténtico, hoy en día olvidadas, invitar a los obreros de todos los países a romper con el chovinismo y a alinearse bajo la vieja bandera del marxismo: tal es la tarea del momento.” (V. Lenin, El socialismo y la guerra, 1915)

7 de noviembre de 2004

Colectivo Revolución Permanente