El orden mundial tiembla en Africa del Norte y Medio Oriente. La voracidad por las ganancias causa una catástrofe nuclear en Japón. La Revolución Socialista es imprescindible en todas partes.

      Comentarios desactivados en El orden mundial tiembla en Africa del Norte y Medio Oriente. La voracidad por las ganancias causa una catástrofe nuclear en Japón. La Revolución Socialista es imprescindible en todas partes.

1 de mayo 2011

La marcha del capitalismo en declive hacia la barbarie

Los últimos años han confirmado una serie de análisis socialistas científicos formulados por Marx, Engels, Luxemburgo, Lenin y Trotsky.

La crisis bancaria de 2007-2008 en los Estados Unidos y en Europa Occidental, la crisis económica mundial del 2009, la reciente crisis de la deuda pública de varios países europeos y de los Estados Unidos, ilustran que el capitalismo genera inevitablemente crisis y desempleo.

El regreso de las medidas proteccionistas, la competencia entre potencias imperialistas por las materias primas, las tierras cultivables y el agua dulce, se exacerba. La continuación de las operaciones militares en Afganistán, en Irak y ahora en Libia, la ocupación de Haití, los bloqueos a Cuba e Irán, las amenazas recurrentes contra Irán y Corea del Norte, la intervención militar directa de Francia en Costa de Marfil, la invasión de la Franja de Gaza el 2008 por Israel, ponen de manifiesto que el capitalismo en declive genera la opresión y la guerra.

El recalentamiento climático, las devastaciones de la contaminación, la deforestación, la desertización, la catástrofe petrolífera causada por la ineptitud de la transnacional BP en Estados Unidos el 2010, la catástrofe nuclear causada en 2011 por la negligencia de Tepco y la complicidad del Estado japonés que la ha beneficiado, ponen de manifiesto que la ruta de la ganancia capitalista amenaza al medio ambiente. El scenso del militarismo, la xenofobia, el clericalismo, el racismo, la hipertrofia de los aparatos represivos, los ataques a las libertades democráticas, la persecución a las minorías religiosas, la caza a los emigrantes, ilustran que el capitalismo se volvió antidemocrático y reaccionario.

Después del hundimiento de la URSS y de la restauración del capitalismo en China, la instauración de una dinastía y el hambre en Corea del Norte, así como el desmembramiento de la economía colectivizada en Cuba, confirman que el socialismo es imposible en un único país, sobre todo en manos de una burocracia oficial privilegiada. Sólo el derribo de esta casta procapitalista por los trabajadores podría salvar las conquistas de la revolución y abrir la vía al socialismo.

La regulación del capitalismo y de las finanzas es un mito. El rescate a los bancos de una parte, la austeridad para los trabajadores del otro, confirman que el Estado no es neutral, sino que está al servicio de la burguesía. La política de los nuevos partidos burgueses ecologistas y de los viejos partidos obreros («laboristas», «socialistas» y «comunistas») cuando administran lealmente el Estado burgués (en algunos países de América, de Europa o de Oceanía) o cuando sus miembros están a la cabeza de las organizaciones internacionales del capital (como el FMI y la OMC), ha probado que el capitalismo no puede reformarse. Así pues, la huelga de los controladores aéreos de España fue prohibida por el Gobierno del PSOE que militarizó los aeropuertos, a la manera de Reagan y Thatcher.

En los centros imperialistas las masas resisten, pero las direcciones reformistas las sabotean

En todas partes del mundo existe una resistencia a las tentativas de la burguesía imperialista de cargar el fardo de la crisis sobre los hombros del proletariado, los campesinos y la juventud. Los centros imperialistas no ha sido la excepción.

En Estados Unidos, los trabajadores, sobre todo de origen latino, otra vez se manifestaron contra las nuevas leyes antiinmigrantes y los trabajadores públicos de Wisconsin se manifestaron para defender sus empleos y los derechos sindicales. En Grecia los trabajadores asalariados fueron a la huelga, se movilizaron y a veces se enfrentaron a la policía antidisturbios; en Francia los asalariados resistieron en masa los ataques contra las jubilaciones; en Portugal hubo huelgas en el sector público; en España tuvieron lugar gigantescas manifestaciones. En Gran Bretaña los estudiantes y luego los trabajadores se manifestaron. En China, las protestas contra los promotores inmobiliarios y las huelgas de obreros por aumentos de salarios se multiplicaron.

Todas las luchas defensivas de la clase obrera y la juventud chocaron con la resistencia feroz de la clase explotadora, su Estado y su Gobierno. Generalmente, las direcciones de la clase obrera, las burocracias sindicales ayudadas por los partidos reformistas y sus suplentes centristas, alegaron el interés nacional, pretendieron negociar con el Gobierno burgués, capitularon ante sus amenazas, ante sus policías y sus tribunales, se negaron a llamar a la huelga general y a la autodefensa, dispersaron la energía en «días de acción» simbólicos o incluso en hipotéticas elecciones.

El orden mundial es sacudido en África del Norte y Asia del Oeste

En los países dominados, numerosas luchas trabajadoras se han desarrollado, como en Bolivia, en Sudáfrica y en Bengladesh. En particular, los acontecimientos de África septentrional tuvieron una dimensión mundial. La ola revolucionaria que comenzó a finales de 2010 en Túnez y se extendió a toda la región, fue anunciada por el movimiento kabyle en Argelia el 2001, la resistencia palestina el 2008, las manifestaciones en Irán el 2009. Las protestas estallaron contra las condiciones de vida insoportables causada por el desempleo, los incrementos de los precios de los alimentos, contra la incapacidad de las burguesas nacionales de esarrollar el país y contra el carácter despótico de los regímenes existentes, sean resultantes del nacionalismo panárabe (Túnez, Egipto, Libia, Siria, Cisjordania, Argelia, Yemen…), de las monarquías establecidas por los antiguos colonizadores franceses o británicos (Bahrein, Marruecos, Arabia Saudí…) o del nacionalismo clerical (Gaza). El estalinismo, la socialdemocracia y los liquidadores de la IV Internacional capitularon durante los años 1960 y 1970 ante la pretendida «revolución árabe» y sus dictadores burgueses. La burocracia de la URSS y los partidos sometidos a ella pretendieron impedir la revolución proletaria (que se habría extendido por el mundo y en consecuencia habría amenazado a la burocracia oficial de la URSS) defendiendo una supuesta revolución por etapas y, en la práctica, sometiendo el proletariado a la burguesía. Espontaneísmo y adaptación a las guerrillas y a las dictaduras caracterizaron tanto a la corriente pablista de SI-SU-LIT como la corriente healysta del CI: Pablo fue miembro del gobierno de Ben Bela, Healy recibió dinero de Hussein y Gadhafi. Todos los regímenes «socialistas» que pretendieron unificar al «mundo árabe» y modernizar su país, no solamente oprimieron a las minorías nacionales, sino que aceptaron las fronteras coloniales y capitularon cada vez más ante la religión. La historia acaba de dar su veredicto: en Túnez, en Egipto, en Libia, en Yemen y en Siria, las masas se lanzaron al asalto de las dictaduras mafiosas. Lo harán más pronto o más tarde en Argelia.

En Túnez, el sucesor de Bourguiba, Ben Ali (miembro de la pretendida «Internacional Socialista»), estaba vinculado al imperialismo francés. En Egipto, el sucesor del coronel Nasser, Moubarak, (igualmente miembro de la Internacional « socialista ») se sometía al imperialismo norteamericano y en consecuencia colaboraba con Israel. En Libia, Gadhafi ha colaborado abiertamente desde hace más de una década con el imperialismo: privatización de empresas, apertura a grupos capitalistas italianos y norteamericanos, persecusión a cuenta de la Unión Europea a los trabajadores negros que quieren emigrar a Europa. A partir de la instauración de su dictadura, aunque desafiaba al imperialismo, el coronel Gadhafi prohibió las organizaciones trabajadoras, incluidos los sindicatos, mantuvo el sistema tribal y suministó un numeroso proletariado immigrante (1 millón en una población de 6,6 millones) a la explotación salvaje de la burguesía local. En 1995 expulsó a 10.000 refugiados palestinos.

En Gaza y Cisjordania una parte de la juventud desafió a las dos caras de la burguesía palestina, Hamas y Fatah, a pesar de la represión, reclamando la unidad de acción contra la colonización sionista que continúa en Cisjordania y Jerusalén.

El Ejército burgués y los «gobiernos de transición» contra el movimiento de masas

Ante los ascensos revolucionarios que combinaban manifestaciones masivas y huelgas de los asalariados en Túnez y Egipto, el imperialismo norteamericano dio la señal al Estado Mayor del Ejército para destituir al déspota odiado y así bloquear la aparición de un gobierno obrero y campesino por medio de gobiernos de transición constituidos con antiguos dignatarios del régimen, opositores «democráticos» vinculados al imperialismo o incluso con islamistas rebautizados «moderados» para las circunstancias.

En Libia, cuando las masas se inspiraron en las rebeliones vecinas de Túnez y Egipto y se alzaron en todo el país, hasta en los barrios populares de Trípoli, los imperialistas franceses y británicos apostaron a un gobierno análogo. El «Consejo Nacional Transitorio» llamó en su ayuda a las potencias imperialistas.

En ausencia de organización independiente de las masas, incluso embrionaria, y en ausencia de un partido proletario arraigado en ellas, sectores de la burguesía y de la burocracia estatal han conducido el movimiento resultante de la crisis económica y del odio a la dictadura. Ninguna organización levantó el programa al que aspiran los trabajadores de las ciudades y del campo, así como una gran parte de la juventud: Asamblea Constituyente, separación de la religión y el Estado, derechos sindicales, entrega de las tierras a los campesinos, confiscación de las grandes empresas, igualdad de los inmigrantes, emancipación de las mujeres…, que habría cuestionado no solamente el régimen totalitario, sino las supervivencias tribales y la propiedad capitalista. La demanda de una Asamblea Constituyente plantea objetivamente la cuestión de la legitimidad del poder y conduce a asumir la necesidad imperiosa de una insurrección de masas para tomar el poder. Todas estas banderas corresponden a la concepción de la revolución como un proceso ininterrumpido, permanente, que supone el cumplimiento de tareas democráticas y socialistas desde un gobierno obrero y campesino.

Ante la intromisión de las principales fuerzas armadas de la OTAN, Gadhafi encontró un cierto apoyo popular. Tanto más que Arabia Saudí, monarquía absoluta, régimen islamista y socio de los Estados Unidos, restableció el orden en Bahrein, sin que los derechos del pueblo conmuevan a Cameron, Sarkozy y Obama. Del mismo modo, el Ejército iraquí acaba de destrozar a los refugiados iraníes del campo de Ashraf.

En Túnez, Egipto, Libia, se ha verificado la teoría de la revolución permanente: la burguesía es incapaz de desempeñar en nuestro tiempo un papel revolucionario. Las clases trabajadoras de las ciudades y el campo, los jóvenes que luchan por un futuro decente, son traicionados por los charlatanes burgueses y pequeño burgueses que intentan prohibirles el poder y hacerles abandonar la lucha. El aparato del Estado en general, y el Ejército en particular, no está situado por encima de las clases, sino que es siempre una herramienta de la clase dominante. Los soldados conscriptos, los pequeños campesinos, los pequeños comerciantes, los artesanos, fluctúan entre las clases principales. Están dispuestos a apoyar al movimiento obrero si éste es capaz de abrir una perspectiva y de proporcionarle una dirección revolucionaria.

Contra la intervención imperialista en Libia, Afganistán, Irak, Líbano, en Haití, en Costa de Marfil, por la revolución proletaria

Cualquier país oprimido tiene derecho a resistir la intervención militar de las grandes potencias, incluidos Libia e Irán. Para ayudar a juventud y a los trabajadores de Libia, los trabajadores de Norteamérica y la Europa Occidental no pueden darle ninguna confianza a sus propios gobiernos que están al servicio de los grandes grupos capitalistas, que destruyen todas las conquistas sociales anteriores y que apoyan a la contrarrevolución en todas partes del mundo, a las monarquías clericales y a las peores dictaduras. Deben exigir que las organizaciones de masas de origen obrero, los sindicatos y partidos, se pronuncien a favor de la apertura de las fronteras a los trabajadores y a los estudiantes de todo el África, se posicionen contra toda
intervención militar en Libia y en los otros países de la región, por la evacuación inmediata de Irak y Afganistán, por el cierre de las bases militares norteamericanas, francesas y británicas de toda la cuenca Mediterránea, por el levantamiento del bloqueo a Irán, por la destrucción del muro del apartheid sionista y el derecho al retorno de todos los refugiados palestinos. La lucha resuelta de los trabajadores contra sus propios gobiernos imperialistas sería la mejor ayuda para los trabajadores de Libia, para la instauración de gobiernos obreros y campesinos, para la destrucción del estado colonial sionista, para la aparición de una Federación Socialista de África del Norte y Oriente Próximo, donde árabes, berberiscos, turcos, judíos, kurdos, saharauis, persas, etc, suprimirán juntos las fronteras heredadas del colonialismo.

La crisis mundial del sistema imperialista, sus guerras, las catástrofes ecológicas, los regímenes antidemocráticos, ponen de manifiesto que la avidez del capital ha llevado a la humanidad al borde del abismo. Sólo la clase obrera puede abrir la vía de la revolución socialista, de una economía planificada por los propios productores, y suprimir las fronteras anticuadas. Para eso es necesario construir el instrumento para la victoria: en cada país un partido obrero revolucionario, sección de una nueva Internacional obrera revolucionaria basada en las experiencias de la Internacional Comunista y de la IV Internacional hasta 1940. Sólo así, sin las traiciones reformistas ni las conciliaciones centristas, podremos convertir el programa revolucionario internacional en movimiento de masas por el fin de la propiedad privada y del capitalismo, por la socialización de la economía, por la sutitución de la dictadura de la burguesía por la dictadura del proletariado, por la sociedad comunista mundial.

1 de mayo de 2011
Colectivo Revolución Permanente
(Francia, Austria, Perú)
c_revoluciónpermanente@yahoo.es
http://www.revolution-socialiste.info/CoReP.htm