¡Ni zona de exclusión aérea, ni ataques aéreos! ¡Ninguna intervención militar de Estados Unidos de la Unión Europea en Libia!

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Las potencias occidentales que habían reconocido a la dictadura de Kadhafi como legítima – y a veces la abían
armado – hacen planear desde hace varias semanas la amenaza de una intervención de sus Fuerzas Armadas en el espacio aéreo de Libia. La Liga Árabe las apoya mientras que el Ejército de uno de sus miembros, Arabia Saudí, aplasta la rebelión en Bahrein. Francia y Gran Bretaña prevén incluso ataques aéreos en Libia. Austria los sostiene. El Ejército norteamericano reforzó su presencia al este del Mar Mediterráneo.

El coronel Kadhafi defendió hasta el final al régimen de Ben Ali contra la rebelión de las masas de Túnez, ya que temía el contagio de la revolución. Tenía razón, su familia es tan mafiosa como la familia de Ben Ali y su régimen mucho más totalitario.

La dictadura no puede ya camuflarse detrás del antiimperialismo. El 2003 Kadhafi abandonó las «armas de destrucción masiva» e hizo la paz con Bush suscribiendo la lucha «contra el islamismo». El 2006 Libia volvió a entablar relaciones diplomáticas con Estados Unidos, comenzó a privatizar las grandes empresas y abrió el país a las petroleras norteamericanas. El 2007 Kadhafi firmó un Tratado con Berlusconi para impedir la emigración de la población del África Negra desde las costas libias hacia las islas y costas italianas. A partir de allí se maltrata a cientos de eritreos, de malienses, de somalíes, que son robados, golpeados y violados por la policía libia al servicio de la Unión Europea, abandonados en pleno desierto o encarcelados en condiciones infames.

Todos los estados imperialistas del mundo, incluyendo China, sostuvieron a Ben Ali y Mubarak hasta el último momento. Para obstruir la revolución iniciada en África Septentrional y que se extiende a Oriente Próximo, y que amenaza no soló su suministro de petróleo sino el orden regional e incluso mundial, las grandes potencias intervienen por medio de los Estados Mayores. Obama hizo destituir a Ben Ali en enero, por el Ejército tunecino. Éste estableció un «Gobierno de Transición» burgués. En febrero, Obama impulsó al Estado Mayor del Ejército egipcio a sustituir a Moubarak, a negociar con los islamistas y a instalar a un «Gobierno de Transición». Todos los países imperialistas siguen pagando los cánones petroleros a Kadhafi, que envía los aviones y los tanques contra las masas levantadas.

La amenaza de intromisión de los Ejércitos occidentales que destruyeron Irak el 2003 y que ocupan Afganistán desde el 2001 reforzó políticamente a Kadhafi. Sólo la perspectiva de un Gobierno obrero y campesino designado por consejos obreros y populares, instaurando las libertades democráticas, la separación del Estado y la religión, la emancipación de las mujeres, la igualdad total para los trabajadores immigrantes, el control de la población sobre la economía, la expropiación de los grupos capitalistas del clan Kadhafi…, minaría la influencia que conserva Kadhafi sobre una gran parte del territorio y sobre la compañía petrolífera nacional libia.

Para vencer a Kadhafi, para liquidar las supervivencias feudales que la dictadura mantuvo, para desarrollar el país y emanciparlo realmente de la soberanía imperialista, es necesaria una revolución social. Para realizarla, los trabajadores necesitan su partidos, que sea independiente de toda fracción de la burguesía (sea «nacionalista», «democrática» o «islamista»), un partido que se base en el marxismo y en particular en la estrategia de la revolución permanente (solamente la clase obrera puede tomar la cabeza de una revolución en la época del imperialismo, y ésta sólo puede vencer profundizándose y extendiéndose), un partido que se vincule con los otros proletariados de África Septentrional, de Oriente Próximo, del África Subsahariana, de toda la cuenca mediterránea, en una Internacional obrera revolucionaria. Los trabajadores y los jóvenes de Túnez y Egipto deben tomar el control de las armas en su país para ayudar a sus hermanos y hermanas de Libia.

Para ayudar a la juventud y a los trabajadores que intentan derrocar a Kadhafi, los trabajadores de Norteamérica y Europa Occidental no pueden otorgar ninguna confianza a sus propios gobiernos, que están todos al servicio de los grandes grupos capitalistas, que destruyen todas las conquistas sociales anteriores y que apoyan por todas partes del mundo a la contrarrevolución, las monarquías clericales y las peores dictaduras. Deben exigir que las organizaciones de masas de origen obrero, sindicatos y partidos, se pronuncien a favor de la apertura de las fronteras a los trabajadores y a los estudiantes de todo el África, contra toda intervención militar en Libia y en los otros países de la región, por la evacuación completa de Irak, por el cierre de las bases militares norteamericanas, francesas y británicas de toda la cuenca mediterránea, por el levantamiento del bloqueo a Irán. La lucha resuelta de los trabajadores contra sus propios gobiernos imperialistas sería la mejor ayuda a los insurgentes libios y al pueblo oprimido de África Septentrional. Del mismo modo, los trabajadores judíos deben poner fin a la colonización sionista y reconocer el derecho al regreso de los palestinos.

De sta forma los trabajadores de Libia podrán vencer a la dictadura burguesa y contribuir a la Federación Socialista de África Septentrional y Oriente Próximo, donde árabes, berberiscos, turcos, judíos, kurdos, sahrauis, persas, etc, suprimirán juntos las fronteras heredadas del colonialismo.

15 de marzo de 2011
Colectivo Revolución Permanente